Monte La Reina es todo un referente en la D.O. Toro. Con una espectacular finca agrícola -la más grande de Castilla y León, con 1.400 hectáreas-, que alberga una bodega, un hotel enclavado en un palacio con aires de castillo medieval, un restaurante para eventos, amplios jardines y que está apenas a 10 kilómetros del municipio zamorano de Toro. Allí, empezó nuestra protagonista, Carolina Inaraja, vallisoletana y la bodeguera más joven de la zona. Ha hecho de este proyecto uno de los más sólidos tanto en la elaboración de vinos como en el enoturismo.
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Carolina empezó en el mundo del vino por casualidad y hoy se ha convertido en su vida y su pasión.
Inaraja empezó a trabajar en la bodega en 2010, pero no fue hasta 2012 cuando tomó las riendas como directora. Hasta entonces se dedicó a conocer los distintos estratos de la empresa, desde la contabilidad hasta el proceso de embotellado del vino pasando por el puesto de comercial, y a formar su propio equipo de trabajo. Consciente de que la formación aporta una visión más amplia del mercado, Carolina es licenciada en Administración y Dirección de Empresas e Investigación en Técnicas de Mercado por la universidad San Pablo CEU, cuenta con el nivel 3 de Wine & Spirit Education Trust y es experta en Gestión de Empresas Vitivinícolas por la Cámara de Comercio de Valladolid.
"Me rodeé de gente con muchísima experiencia, iba a catas y escuchaba todo lo que decían para luego aprender y sacar mis propias conclusiones", nos cuenta. Hemos estado charlando con ella y no nos parece un día mejor que el 8 de marzo, consagrado a la mujer, para que nos lo cuente todo sobre ella y sobre su negocio.
La finca Monte La Reina tiene 300 hectáreas plantadas con viñedo.
¿Cómo empiezas tú en el mundo del vino, Carolina?
Empiezo en el mundo del vino de una forma bastante casual, porque poco tenía que ver con él. Mi padre era agricultor de toda la vida. Compró hace 40 años la finca de Monte de la Reina, que es la que da nombre a nuestros vinos. Sí teníamos viñedo antes pero vendíamos las uvas y es cuando adquirimos la finca, con su castillo neogótico, del siglo XIX, que en un principio utilizábamos como casa de verano, cuando mi padre se dio cuenta de que el enoturismo tenía mucho tirón en la zona -hoy es un precioso hotel boutique-. Además, como somos 3 hermanos, la idea que él tenía era que nos implicáramos todos: mi hermano como ingeniero agrónomo, mi hermana al frente del restaurante y yo como directora de la bodega. Inicialmente iba a ser un proyecto más pequeño pero con el tiempo crecimos muchísimo. Ahora mismo, a día de hoy, el restaurante tiene capacidad para eventos de 500 personas y la bodega iba a ser una bodega de 150.000 botellas y ahora mismo estamos más o menos vendiendo 1 millón en más de 40 países del mundo, incluido España. Y tenemos 300 hectáreas de viñedo propio.
Puede sonar a tópico, pero tengo que preguntarte por tu papel como mujer joven en el mundo del vino. ¿Has tenido muchas trabas?
Mira, es algo que me encontré sin persarlo pero para mí ahora mismo es una pasión y cualquiera que me conoce sabe que el vino es mi vida y me encanta. Yo lo vivo desde un punto de vista de que me siento fuerte en este sector. Creo que he encontrado, por casualidad quizá, mi sitio y siento que soy fuerte, que la gente me valora, sobre todo a nivel de otras bodegas y de gente del sector. Me siento valorada, creo que se me da bien y nunca he sentido machismo. De hecho, yo me he rodeado siempre desde que empecé, tanto de hombres como mujeres y ya llevo 12 años. Al principio, cuando terminé la carrera, me sentía válida pero, poco a poco, me he ido haciendo fuerte.
Trabajas codo a codo con un enólogo, José Nuño, ¿cómo es vuestra relación a la hora de elaborar los vinos?
Yo soy la que gestiona la bodega, la parte que mejor hago es sobre todo la comercial y de relaciones públicas. Pero bueno, al final me toca lidiar con muchos empleados y lógicamente tengo que estar también en la parte de elaboración. El enólogo lleva la dirección técnica y el es más clásico pero con muchísima experiencia. En la bodega todos somos muy jóvenes, pero hay que dejar a los que saben. Pero yo tengo un perfil más comercial, viajo mucho y sé las tendencias y lo que le gusta al consumidor. Ahí es cuando intervengo yo. Catamos juntos siempre después de las vendimias y hacemos la mezcla de los vinos. Cuando lanzamos alguna novedad, la idea suele ser mía y él hace de alquimista según lo que le pido.
Entre tus logros están introducir la variedad de uva verdejo, de Rueda, en Toro.
Va en la línea de lo que hago en la bodega en general, cosas diferentes y que no hagan otros. Yo tengo Toro como como mi cuna, mi arraigo. La finca no la puedo cambiar de sitio, que a veces me apetece, pero la realidad es que estoy ahí. Lo que ví es que era una denominación en la que la reina es la variedad tinta de toro, y todos hacemos más o menos lo mismo con ella. Yo quería hacer algo diferente y, asesorada por mi hermano, decidimos plantar la uva verdejo. Aquí, en Toro, con mucha influencia atlántica, por la cercanía con Galicia y Portugal, se da muy bien, con mucho color y mucha potencia. En España cuesta más venderlo, pero en el extranjero gusta mucho. También hemos plantado chardonnay y hemos sacado Salvaje, un vino elaborado cien por cien con esta uva.
Tenéis una impronta transgresora, vanguardista y con las miras puestas en el futuro, pero sin olvidar la tradición...
De hecho, nuestro lema es arraigo y exploración. O sea, no olvidamos dónde estamos, ni la tierra que nos proporciona todo lo que tenemos y de dónde ha venido. Pero sí que es verdad que yo, por la juventud y también porque he estudiado fuera, he viajado mucho, tengo una visión muy amplia y no quiero quedarme ahí solo y es por eso que hago vinos distintos y. Y bueno, considero que esa es la parte que le aporto de modernidad, y me puedo llamar exploradora en ese sentido.
Este es uno de los 15 vinos que se elaboran en Monte La Reina, un tinto hecho con uvas prefiloxéricas.
¿Cómo definirías los vinos que hacéis en Monte La Reina?
Tenemos 200 hectáreas destinadas a la uva de la zona, la tinta de toro (un clon de la tempranillo), y 100 hectáreas de uva verdejo. También hay una pequeña parcela de chardonnay de cinco hectáreas que cuyas uvas dedicamos a la elaboración de su espumoso. Nuestro parque de barricas está formado principalmente por barricas de roble francés, aunque también hay algunas de roble del Cáucaso para la elaboración de algunos vinos especiales. Tenemos una gran variedad de referencias, 15 concretamente: tintos jóvenes, roble, crianza y reserva, además de un cuvée privée y un vendimia seleccionada, con uvas prefilexóricas, cuya añada 2016 ha sido reconocida con 96 puntos en la revista Decanter, además de un verdejo joven y otro que fermenta en barrica y permanece 8 años en botella y, mi favorito, por lo que implica es el Inaraja, mi apellido y el de mi padre recientemente fallecido, con un estilo más moderno, un vino potente, sabroso, balsámico y con notas ahumadas, tostadas y minerales. Con 16 meses en barrica de roble francés, también procede de las viñas centenarias de la bodega.
¿Dónde vendéis vuestros vinos?
Exportamos un 85% de la producción, sobre todo en Europa y Asia, y aquí nuestros vinos van destinados sobre todo a restaurantes, tienen un perfil muy gastronómico y los que más vendemos son los que son más diferentes. A los vinos de Toro les viene muy bien la barrica, el paso por madera, y esa complejidad que les aporta se aprecian mucho mejor con una buena comida. Aunque eso no quiere decir que no tengamos vinos más frescos, de aperitivo, para gente que se inicia en este mundo.
Háblanos de la bodega, porque arquitectónicamente es también bastante especial...
La arquitectura de la bodega, diseñada por Jesús Juárez, simula una cámara de fotos. Bueno, no la del móvil, sino una de las antiguas, analógicas. Es un poco la unión entre modernidad y tradición. Y además es como la metáfora de hacer una foto constante al paisaje, porque estamos en la cima de la montaña. Porque desde la bodega, y desde mi oficina, se ve toda la Vega del Duero, el río Duero, todo el viñedo.
El diseño de la bodega está inspirado en una cámara de fotos analógica.
Y ya para terminar, el enoturismo es otro de vuestros puntos fuertes, ¿qué ofrecéis en este sentido?
Nuestra oferta enoturística es bastante amplia y hemos evolucionado mucho en este aspecto. Al principio se basaba en lo básico de vienes, visitas la bodega, catas y te vas. Ahora ofrecemos una experiencia más completa, con bonos de regalo incluidos, que llamamos "Experiencia cinco sentidos" e incluye dormir en el castillo, visitar la bodega y hacer una cata, pero también hacemos pícnics en el viñedo, cestas gourmet para cuando hace más frío en la habitación con productos kilómetro cero (jamón, queso, conservas, chocolate elaborados en la zona), para que la gente vea el atardecer. Y, además, tenemos el concepto de honesty bar, muy europeo, donde la gente coge lo que quiere, alimentos y bebidas, y al día siguiente te paga lo que ha consumido. Organizamos otras actividades en torno a la piscina con el vino siempre como protagonista con yoga, coaching, brunch...
Dentro de su oferta enoturística, Monte La Reina ofrece unas cestas ideales, con sus vinos y productos de la zona, para hacer estupendos pícnics en sus viñedos.
Carolina es una mente en ebullición, con ideas que no paran de surgirle y a ella lo que le gustaría es que Monte La Reina sea un auténtico referente en Toro, como alguien que hace las cosas bien y con ideas nuevas que atraigan a la gente. Estamos seguros de que lo conseguirá, porque ganas, tesón e ilusión no le faltan.
Bodegas Monte la Reina
- Carretera, N-122, Km 436, 7, 49881 Monte la Reina, Zamora
- Bodega: 980 08 20 11
- Eventos/restaurante: 980 05 99 80
- Castillo/enoturismo (WhatsApp): 623 024 511
- https://montelareina.es/