El aceite de oliva se está convirtiendo en un artículo de lujo. Debido a la sequía, cosechas escasas y altos costes de producción, distribución y logística han provocado que la producción de aceite de oliva se haya reducido casi a la mitad -y el consumo un 30%-. Todo ello está repercutiendo en el precio de una manera exagerada y, según dicen los expertos, aún seguirá subiendo -empieza incluso a haber especulación-. Un litro de aceite de oliva está entre 8 y 10 euros, que es lo que ya cuesta en algunos supermercados, algo inasumible para gran parte de nuestros hogares. Desde 2020, el precio ¡se ha triplicado!
El aceite de oliva es el mejor que hay pero su precio está tan alto que nos está llevando a plantearnos otras alternativas en la cocina.
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Lo que muchos consumidores están haciendo es reservarlo, especialmente si se trata de oliva virgen extra -cuyo precio está ya rondando los 12 euros el litro-, para usos muy específicos y en cantidades muy reducidas pero necesitamos otras grasas para cocinar y sustituir nuestro preciado oro líquido. Es innegable que el aceite de oliva destaca por su sabor, sus propiedades organolépticas, sus beneficios para la salud y sus aplicaciones en la cocina.
Así que aquí van algunas recomendaciones para sustituirlo -o combinarlo- y que no se nos desbarate en exceso el presupuesto.
Aceites de semillas como alternativa al aceite de oliva para cocinar
Vamos a empezar por las más saludables. Y aquí hemos de optar por aceites que sean ricos en grasas monoinsaturadas -y no en poliinsaturadas-, que son las más beneficiosas para nuestro organismo. En este sentido, quitando el aceite de oliva por supuesto, tenemos opciones como el aceite de girasol, el aceite de aguacate, el aceite de canola, el aceite de almendras, el aceite de sésamo, el aceite de semilla de uva, el aceite de nuez y el aceite de avellanas. Siempre, hay que elegirlos de primera presión en frío, esto es no refinados. Nos van a aportar un toque diferente de sabor, pero no son malas alternativas.
El de aguacate es un buen aceite por su contenido en grasas saludables y en antioxidantes.
El de girasol alto oleico, el de oliva de orujo y el de canola, por ejemplo, se recomiendan para frituras, siempre teniendo en cuenta que no es una técnica de la que debamos abusar, pero son los que más altas temperaturas soportan. Y el resto se pueden emplear para otras elaboraciones: saltear, rehogar, hornear, aderezar, etc.
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Desterramos otros como el aceite de palma, presente en casi todos los alimentos procesados, porque es rico en grasas hidrogenadas o trans, perjudiciales para nuestra salud y generadoras de colesterol y enfermedades cardiovasculares. Le sucede un poco lo mismo a la margarina. Y en general todos, pero más aún las personas con problemas de hipertensión, diabetes o colesterol no debemos acudir a aceites como el de soja, el de maíz o el de cacahuete.
Al hilo de esta situación, otra recomendación que te hacemos, si no la tienes ya, es que te hagas con una air fryer. Es el momento, porque este electrodoméstico necesita muy poco aceite para cocinar y nos puede ayudar a preparar las recetas más variadas y saludables.
El aceite de girasol es uno de los que podemos emplear en frituras para sustituir al de oliva porque también soporta bien las altas temperaturas.
Otras grasas para cocinar
Hay otras grasas alternativas a los aceites vegetales que están en mente de todos, como pueden ser la mantequilla o la manteca. Pero también sabemos que no son las más saludables -por su contenido en grasas saturadas y en calorías, y que debemos restringir su consumo y utilizarlas de forma esporádica.
Eso no quiere decir que de vez en cuando no podamos hacer algunos platos con ellas, sobre todo con la mantequilla, como postres, salsas, aperitivos, desayunos, etc. Y la manteca, ya sabes que es parte inseparable de embutidos, algunos postres también o determinados guisos. Pero, como decimos, son dos productos para usar de manera muy puntual.