El pasado martes 28 de junio, al hilo de la cumbre entre Estados miembros de la OTAN, se ofreció una cena de gala en el Palacio de Santa Cruz (y no en el Palacio Real como muchos medios han indicado) de la que vengo a comentar ciertos aspectos del maridaje, ya que han surgido polémicas variadas que, por supuesto, no pienso evitar.
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La imagen que ha trascendido del menú en redes sociales es la siguiente:
Como vemos estamos ante un menú algo corto, dos platos y un postre, que conlleva una selección de vinos también escueta. No hay grandes lujos en forma de ingredientes caros, o referencias vínicas prohibitivas. No estamos ante el mejor de los contextos para estas situaciones, dado que más allá del ejemplo que tienen que dar siempre los diferentes jefes de Estado y de Gobierno ante ciertas perspectivas económicas pesimistas, estamos en una cumbre de una alianza militar que, por ahora, observa con preocupación la situación bélica entre Ucrania y Rusia.
De hecho, el primer 'homenaje' en el menú es el cambio en la denominación de la ensaladilla rusa por ensaladilla Kiev. En cualquier caso, mi misión es abordar la parte líquida de la cena, que se compone de la Verdejo de la D.O. Rueda de Bodegas José Pariente.
Aquí lo que me llama la atención, es que en el menú no se indica la añada a servir, ni su procedencia, solo se especifica la uva. No lo escribo por resultar recalcitrante, pero no me parece una cuestión menor, son dejes que denotan desconsideración hacia al vino blanco, de hecho en el siguiente a servir, Viña Ardanza, tinto, sí se especifica su añada y Denominación de Origen.
Quizá porque quedaría raro omitirlo. Es como si en los tintos sí importara la añada ya que sí gozan de esa complejidad. Esto es muy común en muchas cartas de este país, y más con variedades, como la Verdejo o Albariño, que han trascendido a su región. Es raro que alguien no iniciado pida un Rías Baixas o un Rueda, se refieren a ellos como Albariño o Verdejo respectivamente, pero no deja de ser un error con algo de connotación peyorativa.
El postre lo cierran con un espumoso de Juve & Camps que no tengo muy claro cuál fue. Si nos atenemos a la redacción del menú sería el Cinta Púrpura, es decir, este, que no tiene añada y es un reserva pero no descarto que fuera su icónico Reserva de la Familia que sí tiene añada y es un Brut Nature Gran Reserva.
En cualquier caso, volvemos a una omisión a revisar, si es el primero es el Cinta Púrpura, y así hay que hacerlo constar.
Más allá de esas desatenciones hay que observar el hecho, muy común entre los no iniciados, de combinar postres y espumosos, algo que para mí no funciona. Ahora soy yo el que comenta desde el prejuicio dado que habría que estar al grado de dulzor de ese Cremoso de Almendras para asegurarlo con rotundidad, pero si comes algo dulce y bebes un vino seco, va a ser difícil que aprecies los matices de este último. El plato nunca puede tener más azúcar que el vino que lo acompañe. En definitiva, la selección es conservadora, aunque no tengo nada que objetar, y la del último plato es mejorable dado el estilo de vino elegido.
Dicho esto, lo más urgente a corregir en futuras ocasiones es que no aparece ni un centilitro de nuestro vino más singular y que tan famoso es fuera de nuestras fronteras: Jerez.
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Me parece la desconsideración más destacable, podemos discutir si son mejores estas referencias u otras, si Rioja o Ribera del Duero o Priorat o la que sea, pero es llamativo que en esta cumbre no se sirviera un Jerez en cualquiera de sus versiones.
Para la próxima cena de este porte propongo el Fino de Bodegas Gutiérrez Colosía, perfecto para el aperitivo, que supongo tuvo que haber, o el primer plato.
Y sí hubo algo tan español como la sobremesa nada mejor que este Cream de Lustau.
Perfecto para contar el concepto de vinos mareados, aquellos vinos que cruzaban los océanos hace siglos hacia las colonias y volvían a los puertos europeos con una mayor complejidad. También creo que iba mejor para ese postre que cualquier espumoso.
Y bueno ya puestos, a mí que me gusta involucrarme, os dejo la selección que hubiera realizado con precios similares, igual de española, pero algo más geográficamente osada.
Beberás de la Copa de tu Hermana, 2019, DO Valencia. 12,90 euros.
Vino blanco de culto, lo mejor es el juego que da a la hora de comentar su nombre, va muy bien para hacer que fluya la conversación, que es lo importante de estas reuniones, que la gente hable y acuerden temas. Con este vino valenciano eso está más que garantizado.
La Raya de Palacio Quemado, 2018, Vino de la Tierra de Extremadura. 20 euros.
Aquí sí que no quiero que se hagan juegos de palabras con el nombre del vino, pero sí visibilizar una región que por ahora no destaca mucho y que aquí la gente de Palacio Quemado demuestra que puede dar interesantes, y muy bebibles, tintos.
Y por aquello de dar diversidad de estilos y territorios, en el espumoso me mantengo en Cataluña, pero con el rosado de:
Raventós i Blanc, de Nit, 2020, vino de la Conca del Riu Anoia. 17,50 euros.
Los espumosos rosados siempre dan alegría de vivir por lo que va perfecto para esa noche, además de Nit está buenísimo.
Seguro que todos los comensales quedaron tan contentos, pero vamos, para el siguiente evento de este estilo ya saben dónde encontrarme y encantado ayudaré a lo que haga falta.