Seguro que ya lo sabes, Ucrania es el principal productor mundial de semillas de aceite de girasol -un ingrediente que llevan muchas conservas, salsas, aperitivos, bollería, fritos, etc-. El conflicto bélico con Rusia ha provocado una enorme escasez de este producto -la actividad en las refinerías se ha paralizado- y, ante su alta demanda, un encarecimiento de su precio. También están en el punto de mira el trigo y el maíz, por las mismas razones. Aunque en España somos mucho más de aceite de oliva no podemos negar que el de girasol es muy utilizado sobre todo en hostelería y en numerosos hogares.
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El conflicto bélico entre Rusia y Ucrania está provocando una gran escasez de aceite de girasol.
Según el Informe del Consumo de Alimentación en España, elaborado por el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, estos son los aceites más consumidos: el de oliva (con el 35% de la cuota) y el de girasol (con el 30%) son los más demandados y les siguen el de oliva virgen extra (26,8%), y el resto se lo reparten el de maíz, otros aceites y el de orujo de oliva.
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Pero, volviendo al de girasol, hay que decir que existen otros aceites alternativos para cocinar y en ellos queremos centrarnos para que sepas por cuáles lo puedes sustituir llegado el caso de que su escasez se convierta en un verdadero problema.
El aceite de oliva virgen extra es el más saludable y tiene numerosas aplicaciones culinarias.
Aceite de oliva
El mejor aceite de oliva del mundo -y el más saludable- es el virgen extra y en España somos líderes en su producción. No es el más barato y tampoco se recomienda para cocinar todo tipo de platos por su potente sabor -aunque existen versiones más suaves, ideales por ejemplo para hacer mayonesa-, pero es una magnífica alternativa para muchos de ellos. Algo más económico es el de oliva virgen y, por supuesto, el de oliva y también dentro del universo olivarero, está el aceite de orujo.
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Este último, pese a la mala fama que ha arrastrado en las últimas décadas, es una alternativa muy válida para cocinar y tampoco está exento de propiedades saludables. El aceite de orujo se ha empleado tradicionalmente para frituras por su estabilidad ante altas temperaturas, pero también tiene otros usos para echar en ensaladas o preparar distintos aderezos.
Otros aceites
Hay otros aceites igual de aptos para cocinar, como por ejemplo el de colza -que arrastra una malísima e infundada fama por los estragos que causaron en algunos consumidores unas partidas adulteradas hace años-. Conocido también como aceite de canola, nabina o nabiza es también una grasa saludable por su riqueza en ácido oléico. Es uno de los aceites que más resiste las altas temperaturas y además de para freír, se puede usar para saltear, rehogar, aliñar... y debido a su sabor neutro es ideal para elaborar todo tipo de platos tanto dulces como salados.
Hay varios aceites que son una buena alternativa al de girasol, como el aceite de aguacate.
Pero, además, en el mercado, encontramos para cocinar aceite de cacahuete, de nuez, de sésamo, de aguacate o de soja, razonablemente sanos. Todos ellos son una buena alternativa para numerosos usos culinarios. El de sésamo se emplea mucho en la cocina oriental, el de cacahuete y nuez quizás sean más recomendables para usar como aderezo o base de salsas, el de aguacate, además, también es idóneo para saltear y el de soja para freír o saltear porque aguanta altas temperaturas.
Qué aceites no se recomienda consumir
Los nutricionistas nos aconsejan evitar los conocidos como aceites vegetales -con esta denominación se vende una mezcla de muchos tipos de aceite-. Ejemplos como el aceite de coco o el de palma, que al ser muy ricos en grasas saturadas y, en el caso de la palma estar altamente refinada -nada saludables, como sabes- son los que menos debemos consumir.
El aceite de maíz, aunque se utiliza para cocinar, tiene la contraindicación de poseer un alto contenido en grasas saturadas, poco saludables.
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También nos recomiendan huir, en la medida de lo posible, del aceite de maíz, del aceite de soja hidrogenado y de otras grasas como la margarina -por su gran cantidad de grasas hidrogenadas transaturadas- y la mantequilla -por sus elevadas grasas saturadas-. Aunque esta última no deja de ser uno de los ingredientes imprescindibles de la repostería y, tomada con moderación, a nadie le hace daño un dulce.