Hace 14 años no era tan sencillo salir a comer o cenar ‘japo’ en Barcelona. Claro que había algunas direcciones, pero en su mayoría se trataba de locales de cocina nipona muy ortodoxa, formal y a precios poco asequibles para el bolsillo medio. “Tenéis que venir y ver esto”. Juan, el pequeño de los Molina-Martell, estaba viviendo en Londres por aquel entonces y allí quedó fascinado por la enorme oferta de locales de comida japonesa: espacios modernos, informales, cosmopolitas, cuya carta fusionaba los sabores de Oriente y Occidente sin complejos, con buenas materias primas, pero sin tener que pedir un crédito al banco para poder pagar la cuenta….
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Al descubrirlo, su hermano mayor, Borja, quedó también encandilado por aquel concepto. “Esto podría funcionar en Barcelona”. Así pues, ambos hermanos, junto con su cuñado, Ramón Jiménez, decidieron ‘tirarse a la piscina’… No contaban con experiencia en el mundo de la hostelería, ni con familiares ligados al sector. Pero siempre habían sentido una especial debilidad por la buena mesa (alimentada, nunca mejor dicho, en grandes restaurantes y buenas casas de comidas). Esto, sumado a su espíritu emprendedor, les llevó a abrir en 2007 el que sería el primer restaurante Nomo, en el céntrico barrio de Gràcia.
Para dirigir los fogones ficharon al que hoy día continúa siendo el chef ejecutivo de Nomo, Naoyuki Haginoya. Nacido en el norte de Tokio y formado en diferentes barras de sushi e izakayas de Japón (así como en las páginas de decenas y decenas de libros de cocina japonesa), este estupendo chef sorprendió al público barcelonés con una -nada sencilla- maestría a la hora de fusionar la gastronomía nipona, poniéndola al servicio del mejor producto local. Y resultó que aquel proyecto gastro, fresco, innovador, distinto a lo que existía en aquel momento, gustó. Nomo había llegado para quedarse.
Tanto es así que, al restaurante original de Gràcia, le fueron sucediendo con el paso de los años nuevas ‘sucursales’, igualmente exitosas. Así, en Barcelona cuentan hoy día con otros dos locales más (Nomo Galvany y Nomo Sarrià), mientras que en la Costa Brava se puede disfrutar de la cocina de Nomo en el municipio de Sant Feliu de Guíxols (Nomo Nàutic) y en el de Llafranch. En este último se ubica Far Nomo, sin duda, uno de los restaurantes más espectaculares y especiales del grupo.
Far Nomo: sabor japonés y magníficas vistas al Mediterráneo
Lo cierto es que no fue sencillo conseguir todas las licencias para construir un restaurante en lo que, en su día, fuera la vivienda del farero del emblemático ‘Far de Sant Sebastià’ de Llafranch. Pero los esfuerzos burocráticos llevados a cabo por los socios de Nomo (en colaboración está vez con los del grupo hotelero Mas de Torrent) bien merecieron la pena. Basta con echar un vistazo al bonito comedor y la (más bonita aún) terraza que resultaron de aquellas obras, en las que se trató de respetar al máximo los elementos originales de la antigua construcción. Disfrutar aquí del mejor sushi -o de cualquiera de los muchos bocados firmados por Haginoya- mientras el sol se desvanece poco a poco en los largos días de verano es una experiencia que ningún amante de la cocina 'japo' debería perderse. Si, además, el plan se completa con una estancia en el precioso ‘Far Hotel’ ubicado a solo unos metros, la velada se convierte en uno de esos ‘Perfect day’, que ríete tú del de Lou Reed…
Desembarco madrileño
Y si la Costa Brava queda algo lejos, siempre nos quedará Madrid, punto de encuentro de mil y un caminos… A la capital de España llegó Nomo el año pasado, en el momento más difícil, en el más incierto. Pero las obras ya habían arrancado antes de que el Covid irrumpiera para ponernos la vida del revés. Así que, decidieron seguir adelante, y a finales del verano de 2020 Nomo Braganza abría sus puertas, con la misma propuesta gastronómica que sus ‘hermanos mayores’, en un acogedor local de dos plantas, en pleno barrio de Las Salesas. Y volvieron a hacerlo: en menos de un año, este Nomo ‘japo-castizo’ ha conseguido hacerse con el favor del público capitalino que, una vez prueba, se marcha con ganas de repetir.
En la mesa: ‘sushi’ y mucho más
Un servicio cuidado, unos locales bonitos, buenos emplazamientos, unos precios que no se disparan -el ticket medio puede rondar los 35-40 euros-… Son muchos los factores que explican el éxito de Nomo a los que, por encima de todo (¡vayamos de una vez al condumio!) se suma lo rico que aquí se come.
Las técnicas y aromas japoneses se fusionan con productos de nuestra despensa en una carta que, salvo pequeñas variaciones, es común a todos los restaurantes. Para arrancar, encontramos un apartado de ‘tapeo japo’ donde lo mismo hay sitio para los tradicionales edamames que para unas (gloriosas) Croquetas japonesas de rabo de toro rebozadas con panko o unos Pinchos de vieira con foie y salsa teriyaki, convertidos ya en todo un ‘clásico de la casa’.
Entre los entrantes, gozan de merecida popularidad bocados como la Tortilla abierta con pulpo y salsa okonomiyaki, los Mini tacos de salmón y de atún, elaborados con plancton marino, o las sabrosas Gyozas.
El Salmonete con tirabeques, salsa ponzu y wasabi; el Tataki de vaca gallega con salsa de miso; o la Pata de pulpo a la brasa con mochis de patata, son otros grandes platos de una carta en la que no faltan arroces, fideos, tempuras…
Pero si hay un apartado ‘estrella’ donde el chef despliega toda su creatividad, ése es el dedicado al sushi. Aquí la variedad de opciones es tan extensa y tan apetecible, que lo difícil es elegir. Desde los más tradicionales sashimis, nigiris y makis de salmón o atún, a propuestas menos convencionales, a saber: Nigiri de pez mantequilla con aroma de trufa negra, Nirigi de Foie a la plancha con salsa teriyaki, Futomaki de carabinero a la brasa, Nigiri de hamburguesa de Wagyu… Sin olvidar el sugerente listado de Rainbow Rolls: bocados al estilo uramaki (makis con el alga en la parte interna de la pieza y el arroz en la externa), con sorprendentes combinaciones de ingredientes y un aspecto tan apetecible como estos que vemos en la imagen inferior.
En el capítulo de postres destacan dulces de elaboración propia como los Crunchy mochis de mango o de frambuesa o la Cheesecake de té verde con yuzu, mientras que en la sección líquida cuentan con 50 referencias de distintas Denominaciones de Origen del país. Aunque quizá aquí lo más reseñable son los cuatro vinos que, bajo la marca GN13, elaboran en colaboración con distintas bodegas, y que están especialmente pensados para maridar con la cocina de Nomo.
Lo mismo ocurre, por cierto, con el sake creado ad hoc en el Penedés (bajo la asesoría del experto Antoni Camins), solo para los restaurantes del grupo, o con el arroz con el que se preparan las piezas de sushi. Una variedad llamada Akita Komachi, cultivada en una empresa de Pals bajo expresa petición, con un pulido extra que concede a los granos una textura y dulzor muy especiales.
Nomo, también a domicilio en Barcelona y Madrid
Hace ya una década que Nomo arrancó con su servicio de comida a domicilio (bajo el nombre de ‘Nomomoto’) en Barcelona. “Al principio repartíamos la comida nosotros mismos”, cuentan los socios fundadores, que disponen en Barcelona de un espacio propio dedicado en exclusiva al delivery. Una ‘pata’ más del negocio que hoy supone un 25% de la facturación total del grupo y que, hace solo unas semanas, aterrizaba también en Madrid. ¿En la carta? Algunos de los imprescindibles de Nomo, (con el sushi como ‘top ventas’), todo recién elaborado y presentado, además, en un packaging biodegradable. Y es que la sostenibilidad es otro de los grandes pilares sobre los que se asienta la ‘Filosofía Nomo’. Una razón más para, como decíamos al principio, no perder de vista este nombre cuando en casa hay ganas de 'japo'.
Más información: gruponomo.com
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