Ana Zapata es abogada, socia Directora del Departamento Procesal de Next Abogados, y se dedica también a la gestión de inversiones en distintos negocios. Casada con Juan Diego Sandoval -el director de sala del restaurante Coque-, junto a su familia, motivados por la diversificación en la inversión de diferentes negocios, crearon junto a los Hermanos Sandoval el concepto de Coquetto Bar, y además de ser socios mayoritarios de La Cartuja Sevilla, han adquirido la compañía Porvasal (Porcelanas del Mare Nostrum s.a.), en Chiva (Valencia), que es la única fábrica de porcelana que queda en España.
Queremos saber más sobre La Cartuja. Su vajillas estarán presentes en muchas de nuestras mesas navideñas y lo han estado desde hace casi 200 años. Son sinónimo de elegancia y distinción y, aunque la empresa ha tomado un nuevo rumbo, no ha perdido su esencia.
Ana, ¿por qué decidís comprar La Cartuja?
La empresa había tenido muchos problemas en los últimos años y demasiados gestores diferentes. Nosotros somos un grupo familiar, invertimos en diferentes proyectos y tuvimos conocimiento de que La Cartuja estaba en situación concursal, a punto de desaparecer, prácticamente en liquidación. Somos unos enamorados de la marca, consideramos que una marca de 180 años de historia no podía perderse por su gran valor. Así que el enamoramiento y la idea de hacer resurgir la marca nos llevaron a contactar con los administradores concursales en Sevilla para hacernos con ella en el año 2016. Y ahora estamos intentando que esta empresa vuelva a ser lo que era, que no se pierda y que podamos seguir desarrollando proyectos manteniendo su esencia y creando nuevas colecciones totalmente artesanales.
Cuéntanos un poco sobre sus orígenes
La fábrica nunca ha parado la producción definitiva desde 1841, que es cuando la fundó el marqués Charles Pickman en el Monasterio de La Cartuja, porque hasta entonces ese tipo de vajillas venía a España de Inglaterra pero las importaciones eran muy complicadas, por lo que, por razones logísticas, de producción y de mercado emergente, se instaura definitivamente en Sevilla en el Monasterio de la Cartuja -una fábrica bastante moderna para la época- para suministrar de este tipo de productos a la burguesía, entre la que se había puesto muy de moda porque anteriormente eran productos exclusivos de la nobleza y la realeza. La empresa vive unos años de tremendo esplendor, se convierte en proveedor de la Casa Real, gana una medalla de oro en la Exposición Universal de París y llegaría a tener hasta 1.700 trabajadores, de los cuales prácticamente la mitad eran mujeres, en una época que era impensable porque las mujeres, a mitad del siglo XIX, apenas teníamos derechos.
En la década de los 60, se declaró el monasterio como Conjunto Monumental Histórico (1964) instruyéndose posteriormente un expediente de expropiación sobre los terrenos que culminó con el desalojo definitivo de la fábrica en 1982. Trasladándose la fábrica en esa fecha a nuestra ubicación actual, en Salteras, a unos 15 minutos de Sevilla, en Santiponce.
Cuando nosotros la adquirimos tenía aproximadamente 70 trabajadores, las instalaciones estaban anticuadas pero poco a poco las vamos renovando aunque manteniendo la artesanía y el espíritu tradicional del principio porque queremos ser fieles al origen y espíritu de La Cartuja.
¿Cómo es el proceso de fabricación de estas piezas?
Todo se hace a mano, cada producto pasa de 16 a 19 manos y el proceso sigue siendo exactamente igual al original. Lo hemos querido mantener pero pensando que obviamente hay que intentar renovar y mejorar ciertas cosas, sin perder de vista la tradición. Trabajamos una loza fina inglesa que contiene cuarzo, caolín, feldespato, sílice, arcilla y arena y esa fórmula magistral se sigue manteniendo 180 años después.
El moldeado es diferente según de qué tipo de pieza se trate. Hay una primera cocción en el horno, donde la pieza permanece unas 16 horas y, tras ella, sólo las piezas que cumplen con nuestros estándares de calidad pueden continuar en el proceso. La técnica de decoración consiste en cubrir las piezas con calcomanías de la mejor calidad que transfieren a cada uno de las piezas nuestros inconfundibles diseños. La pre-quema es la segunda de las cocciones y con ella se fija el color a la pieza, de ahí que los colores sean inalterables. Finalmente se realiza el esmaltado o vidriado sumergiendo la pieza en barniz para así llegar a la tercera y última cocción.
Otro detalle artesanal de La Cartuja de Sevilla es el pegado manual de las asas de las tazas. Cada una de ellas es fabricada, pegada y repasada una a una. Hasta dieciséis pares de manos distintas trabajan en la fabricación y pegado de cada asa.
Tenéis un archivo histórico de calcos que data de la fundación de la empresa
Sí, tenemos un archivo histórico con calcos antiguos en el que se conservan dibujos desde entonces y de ahí se sacan parte de los calcos para lanzar nuevas colecciones (Laberinto, Peces, que no son las clásicas de toda la vida como El Viejo Molino, Ceylán, Flor de Lis, Negro Vistas o Piedra, que eran colecciones de calcos antiguos).
Laberinto, por ejemplo, que la sacamos en 2016, es una reedición creada a partir de un entramado de flores y hojas de pequeño tamaño que conseguimos en el archivo histórico, pero es una colección completamente nueva.
¿Crees que estas vajillas tienen un componente nostálgico?
Estas vajillas, sin duda, tienen un componente casi nostálgico y emocional y nos recuerda a la que tenían guardadas las abuelas y las madres para momentos especiales. Nosotros lo que pretendemos, además, es que la gente pueda utilizar esas vajillas en su día a día, aunque sean muy bonitas, porque son piezas duraderas, hasta el punto de que hay mucha gente que sigue manteniendo vajillas de La Cartuja que han heredado. Pero nosotros queremos renovar esa idea de comer en vajillas bonitas a diario en casa. Esta loza, como cualquiera, se puede romper pero no menos que cualquier otra. Yo la uso todos los días, la meto en el lavavajillas con cuidado y está como nueva porque es muy resistente.
Seguro que en estas Navidades, muchos vestirán sus mesas con piezas de La Cartuja de Sevilla, ¿cuál de sus vajillas elegirás tú?
Depende del gusto de cada uno, cuesta decidirse. A mi me encantan los clásicos de siempre, me tiran mucho, como por ejemplo la colección que más me gusta es la del Viejo Molino, típicamente inglesa, con sus escenas rurales, multicolor, con una greca alrededor y motivos vegetales… te transporta a otra época.
Y de las nuevas colecciones, que son preciosas, la de Aron Stewart es como el Negro Vista de toda la vida pero con un trabajo de color pintado a mano, lo que hace que algo muy tradicional se convierta en completamente contemporáneo. Me gusta también Geórgica, con ilustraciones de Carmen García Huertas, inspirada en motivos exóticos de La Cartuja llevados a la actualidad más absoluta.
Habéis llegado con aires renovados y no os queréis quedar solo en las vajillas…
Además de vajillas, estamos haciendo otros elementos de decoración (bandejas, tarros de botica, jarrones, floreros, tazas mug, etc). Estamos desarrollando una gama –que está en proceso-, con los diseños de La Cartuja, de mantelería, velas, complementos de moda como pañuelos, bandejas… con la idea de hacer cosas nuevas pero a partir de esos decorados maravillosos que ya tenemos, que no se pierda nunca la esencia.
¿Dónde se pueden encontrar los productos de La Cartuja de Sevilla?
Es una marca muy relacionada con El Corte Inglés y en sus centros se pueden encontrar pero además vendemos a través de nuestra página web y estamos empezando a abrir tiendas en Madrid y en otras ciudades. Acabamos de inaugurar una en el Centro Comercial de La Moraleja Green, en Madrid.