Forma parte de nuestra alimentación desde hace miles de años. Sin embargo, a pesar de ser un elemento tan presente en la dieta, son muchas las falsas creencias que a día de hoy siguen orbitando alrededor del pan. Y, dado que durante estas semanas de confinamiento, este alimento milenario ha despertado mayor interés que nunca (al menos, su elaboración casera) queremos aprovechar ese ‘tirón de popularidad panarra’ para recordar algunos de los mitos más comunes que lo rodean.
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1. El pan integral es mucho menos calórico que el blanco. Falso.
Muchas veces ocurre que, solo por llevar el apellido ‘integral’, podría pensarse que este tipo de pan es mucho menos calórico que el blanco cuando, en realidad, tan solo aporta unas 20 calorías menos (277 kcal por cada 100 gramos en el caso del blanco frente a las 258 kcal del integral).
Lo que sí podemos afirmar, sin ningún género de dudas, es que el pan integral (pero integral de verdad) es mucho más interesante para la salud. Mientras que el pan blanco se elabora con harinas refinadas, el integral se elabora con harinas elaboradas a partir del grano entero del cereal. Y es precisamente por ello que conserva todo el aporte de fibra y minerales como cinz, calcio, magnesio (nutrientes de los que está desprovisto el pan blanco). Pero no solo es interesante a nivel nutricional, sino que, además, el pan integral tiene la ventaja de saciarnos mucho más (nos ayuda a regular el apetito, especialmente si lo que buscamos el perder peso).
2. La corteza aporta menos calorías que la miga. Falso.
Es otra falsa creencia. La miga y la corteza son dos partes de un mismo alimento y contienen los mismos nutrientes. La corteza se deshidrata con el horneado, mientras que la miga mantiene más cantidad de agua, de ahí su aspecto esponjoso. Por esta deshidratación y mayor concentración de nutrientes, en igualdad de peso la corteza tiene más calorías que la miga.
3. El pan no puede formar parte de una dieta de adelgazamiento. Falso.
Aquí no deberíamos hablar tanto de 'pan' como de 'tipo de pan'. Según los nutricionistas el consejo a seguir sería: reducir la cantidad de pan blanco (panes de mala calidad, elaborados de forma rápida con harinas refinadas) y apostar siempre por versiones integrales. Es decir, comer menos pan, pero de mejor calidad nutricional. Siendo así, el pan puede formar parte de una dieta que tiene como fin la pérdida de peso. No obstante, los expertos recuerdan también que la aportación de hidratos a la dieta debe llegar, de forma mayoritaria, a través de otros alimentos como frutas, verduras y hortalizas.
4. Kamut, espelta… los trigos ‘de moda’ son más saludables. No necesariamente.
Volvemos al mismo argumento. No dependerá tanto del tipo de trigo (es cierto que algunos tienen un perfil nutricional un poquito más interesante que otros) como de si la harina obtenida a partir de ese trigo es refinada o integral (siempre mejor ésta última). Por cierto, hablando de ‘trigos de moda’, quizá convenga aclarar que el alforfón no es un cereal sino un pseudocereal, y que una de sus características más significativas es que no tiene gluten, por lo que es ideal para celíacos.
5. Si es congelado, es un mal pan. Falso.
Aquí la regla es sencilla. Si el pan previo a la congelación era bueno (siguiendo buenas técnicas de elaboración, ingredientes de calidad, tiempos adecuados…), seguirá siéndolo también después. No hay el menor problema en congelarlo. De hecho, nos puede ayudar a tener siempre disponible en casa pan de buena calidad (no siempre es fácil hacerse con un pan integral 100%, así que puede ser buena idea, por ejemplo, hacer rebanadas y conservarlas en el congelador). Lógicamente, si el pan que congelamos no es de buena calidad, nunca lo será (congelado o no).