Apenas dos programas de la octava temporada de MasterChef han servido para mostrar al público qué clase de concursantes aspiran a llevarse el título. Desde una persona algo alocada como Fidel, hasta el siempre combativo Iván. Pero el favor de la audiencia se lo ha llevado por ahora la enternecedora Juana, una señora nacida en Navafría pero que lleva muchos años afincada en Madrid. Tal y como contó al principio del concurso, viene de una familia humilde y a sus 74 años no tiene ninguna intención de abandonar su puesto de trabajo como portera de una comunidad de vecinos. "Solo he venido aquí porque el que se queda es mi hijo, si no, no vengo", admitía sobre la devoción que tiene por sus vecinos, a los que considera su familia. Juana tiene un gran sueño en su aventura en el reality de RTVE: poder conocer a Cayetano Martínez de Irujo. El hijo de la Duquesa de Alba es el ídolo de la concursante, con el que siente una especial conexión.
Así lo demostró cuando le preguntaron acerca de qué celebridad le gustaría poder conocer. Antes de poder hablar, la emoción inundó la mirada de Juana, que rompió a llorar. "A mí me gustaría que viniera Cayetano", dijo con un hilo de voz. "¿Cayetano Martínez de Irujo? ¿Te encanta, eh?", contestó divertida Samantha Vallejo-Nágera, antes de ver que la concursante no podía continuar hablando. Su compañera Mónica, que fue expulsada en la segunda semana, contó a que se debía la emoción: "En un programa de televisión que hizo Cayetano, todo lo que contó era como la vida de Juana, se sintió muy identificada. Tanto que se ha emocionado". Algo más tranquila, Juana pudo comentar que ha tenido una vida paralela con él. "La herida en el corazón es el fallecimiento de nuestro padre, siempre hay una silla vacía", aseguró, todavía con lágrimas en los ojos, antes de añadir que "él vio la silla vacía en un palacio y yo en una familia humilde".
Juana ha protagonizado algunas de las anécdotas que más gracia han despertado en el público. Como cuando, en mitad de la prueba de eliminación en la que ella no estaba participando, el jurado se percató de que estaba medio dormida en la galería. "Estoy pensando como haría yo el plato", se defendía, aunque sin convencer a Jordi Cruz, que, entre sonrisas, no se creía su versión. Otro de los momenzatos de la aspirante fue cuando confesó que la maleta que portaba para los viajes de las pruebas era la primera que se compraba en toda su vida. "Cuando me vine a Madrid, la maleta me la hizo un carpintero. Pesaba más la maleta que todo lo que llevaba dentro", dijo, despertando las risas de sus compañeros.
Durante el transcurso de las pruebas de cocina, Juana se ha mostrado como una de los candidatos más sólidos al triunfo. "Tú cocinando les das mil vueltas a todos estos juntos", llegó a asegurar Pepe Rodríguez, que solo pudo espetarla a su guiso un simple emplatado, al que le puso el divertido nombre de Spain por su colorido. Pero toda esa fortaleza en los fogones se apaga cuando se emociona. La concursante contó que tuvo que repetir el plató porque le había quedado muy negro, y no quería más ese color en su vida: "Ya me ponía enferma". El fallecimiento de su padre le obligó a vestir siete años de luto, una tonalidad que quiere olvidar.
La propia Tamara Falcó se ha ofrecido a presentarle a Cayetano si este no puede venir al concurso. "No, no", decía Juana, que tiene claro que quiere poder ofrecer a la audiencia su encuentro con Martínez de Irujo. "Me identifico con él, antes de irme tiene que venir", sentenciaba la concursante. Su ternura ha enamorado a sus compañeros, como Fidel, que está muy unida a ella. ¿Conquistará también el paladar del jurado? De momento va por buen camino.