María José Huertas.—Por casualidad. Yo estudié Ingeniería Agrícola y comencé en el Casino a trabajar en la recepción. Como el tema de los vinos era el que más me interesaba, surgió así la idea de encargarme de la bodega y del servicio del vino.
Cristina Alcalá.—Un poco por casualidad. Hasta el momento en que me ofrecieron la posibilidad de hacer una selección de vinos en un restaurante a la vez que dirigía la sala, mi relación con este mundo era sólo como aficionada. Mi formación hasta ese momento nada tenía que ver (soy socióloga), así que comencé de una manera autodidacta; luego hice el curso de sumilleres de la Cámara de Comercio y a partir de ahí vino todo lo demás.
Luisa Monge.—Un buen amigo, además de un buen profesional, me dio las primeras lecciones; todo lo demás vino después, cuando realicé el curso de sumiller en restauración y cava de Aragón.
Mónica Fernández.—Siempre he trabajado en hostelería y por tanto con vinos y sumilleres. Me apasionaba ese mundo, era mi sueño..., y un día alguien me ofreció la oportunidad. No lo pensé dos veces, y aunque fue muy duro trabajar en hostelería y estudiar, no quería dejarla escapar. Pero tengo que reconocer que me ayudó mucha gente (amigos, profesores, mis jefes...).
Gemma Vela.—Comencé estudiando Hostelería y Turismo. Luego completé mi formación estudiando Enología durante dos años. Más tarde amplié mis conocimientos de sumiller en la Cámara de Comercio de Madrid.
¿Es cierto que es importante tener mucha psicología con los clientes al recomendarles un vino?
Ester Rico.—Sí, seguro, pero hay que tenerla desde que el cliente entra por la puerta hasta que sale del local. Yo, personalmente, suelo utilizar mucho la «empatía», trato al cliente como me gustaría que me tratasen a mí… ¡No falla!
María José Huertas.—Sí, y mucha, entre otras cosas, porque tendremos en cuenta los platos que toma, su gusto, y sin hablar de dinero, hemos de averiguar lo que pretende gastar en la botella que va a tomar, teniendo en cuenta que hay vinos muy baratos y otros infinitamente caros. Por otra parte, no es lo mismo una pedida de mano que una comida de negocios…
Cristina Alcalá.—Sí. Parte de nuestro trabajo consiste en agradar al cliente, saber sus gustos, hacerle disfrutar, y en eso el factor psicológico juega un papel decisivo.
Luisa Monge.—Cuando se trabaja frente al público, el cliente espera marcharse del establecimiento con la certeza de que la próxima vez que vuelva no le preguntemos qué tipo de vino quiere en ese momento.
Mónica Fernández.—Sí. Ni todos los vinos son iguales, ni todos los clientes tienen el mismo gusto. Puede que le gusten los vinos afrutados, los secos, los crianzas o quizá los reservas. Por eso es muy importante hablar con ellos, darles varias opciones... Cuando nos decidimos por un vino es porque estamos seguros de que ni a nosotros ni a nuestro cliente nos va a defraudar, y es primordial cuidar su bolsillo.
Gema Vela.—Sí, es muy importante. Sobre todo, haciendo sentir al cliente que es partícipe de la elección.