El ‘moderno’ barrio de Chamartín estrenaba su mercado de abastos el 12 de diciembre de 1962, en la esquina entre las calles Bolivia y Potosí, compartiendo nombre con el nuevo espacio comercial. Nacía al mismo tiempo que en los cines de la capital triunfaba la película Lawrence de Arabia, y en la radio se escuchaba el ritmo de moda de Elvis Presley: Return to sender. El propósito del nuevo Mercado de Chamartín era el de abastecer de productos frescos y de calidad a los vecinos que llegaban a esta zona en pleno desarrollo. Pronto se convirtió en el lugar de encuentro del barrio.
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El mejor producto
En sus primeros años, el mercado reflejaba la sencillez de la vida cotidiana de aquella época. Los puestos se especializaban en productos tradicionales donde hacer la compra diaria de verduras, carnes, frutas, pescados, pan… Sin embargo, a medida que Madrid crecía y se transformaba, el Mercado de Chamartín también evolucionaba. En las últimas décadas del siglo XX, comenzó a destacar no solo por la calidad de sus productos, sino también por su capacidad para adaptarse a los cambios y tendencias del consumo. Poco a poco, se convirtió en un destino gourmet que atraía a los amantes de la buena comida, cocineros renombrados y turistas en busca de productos únicos. Aún hoy, sigue siendo el lugar favorito de los vecinos que, fielmente, regresan cada día a comprar.
Jorge Lapuente, en su puesto de reparación de calzado.
En la actualidad, de los 62 establecimientos que forman el mercado, distribuidos en dos plantas y tiendas exteriores, 46 son de alimentación de todo tipo y la oferta comercial se completa con 12 puestos de servicios variados, donde no faltan una coqueta floristería, rincones dedicados a la moda y joyería, e incluso oficios de antaño: un afilador de toda la vida, que además arregla paraguas, o un eficiente zapatero dispuesto a dar una segunda vida a tu calzado.
Mariscos vivos y hamburguesas gourmet
Sin duda, uno de los aspectos que diferencian al Mercado de Chamartín es su compromiso con la calidad y la excelencia. Aquí, los productos no solo cumplen con los estándares más altos, sino que muchos de ellos son auténticas joyas gastronómicas. Desde carnes premium hasta mariscos fresquísimos, pasando por quesos, embutidos o panes artesanos... este mercado ofrece una selección difícil de igualar.
Pescadería Las Conchas del Mar, una de las más veteranas
Todo gracias al excelente trabajo y dedicación de los comerciantes, muchos de ellos, segunda y tercera generación ligados a este mercado desde su origen. Este es el caso de Raza Nostra, la carnicería que revolucionó el sector. En 1958, Juan José Rodríguez dejó Siñeriz, su pueblo asturiano natal, con 1.000 pesetas en el bolsillo. Tenía 16 años. Tras mucho esfuerzo, en 1973 logró abrir su carnicería en el Mercado de Chamartín. Su hijo Carlos está ahora al frente y no ha parado de innovar, con hitos tan señalados como la creación de las primeras hamburguesas gourmet y la puesta en valor de las razas autóctonas de la geografía española que se exhiben en una espectacular sala de maduración. Raza Nostra ha estrenado un puesto dedicado a las carnes ibéricas y cuenta, además, con un espacio dedicado al cachopo (los hacen también sin gluten) que puedes comprar para llevar y, si quieres, también te lo cocinan en el La Barra de Juan para tomar al momento.
Las frutas y verduras llenan de color puestos decanos del mercado, como Charito, con la tercera generación atendiendo a la clientela. Este mercado fue pionero en vender frutas tropicales poco conocidas y Chamartín tuvo, también, el primer vivero de venta de marisco vivo que existió en la capital. Fue en la pescadería de Ernesto Prieto, sinónimo del mejor pescado salvaje y marisco premium llegado de las lonjas gallegas desde hace más de 50 años. Cuenta, además, con un obrador con platos preparados y un corner de sushi que se elabora al momento.
Peña Delicatessen es el destino ideal para los más foodies. Aquí hay que dejarse asesorar por los empleados para descubrir vinos, quesos, embutidos y conservas y probar algunos de los productos que ellos mismos elaboran, como el brie trufado artesano. Si pasas por su puesto los fines de semana, podrás participar de las degustaciones y catas que organizan para dar a conocer nuevos productos. Pero lo más extraordinario de este mercado no radica solo en su rica oferta de alimentación, sino en su capacidad para atraer a todo tipo de público. Desde los vecinos que buscan productos de confianza para sus recetas diarias, hasta chefs que encuentran siempre ingredientes especiales, pasando por turistas curiosos que quieren conocer la esencia de la gastronomía madrileña.
Comer en el mercado
Este mercado se ha mantenido fiel al origen como plaza de abastos pero cuenta con algunos puestos gastronómicos donde poder degustar las recetas más originales elaboradas con lo mejor del mercado… ¡recién hecho ante tus ojos! En el bar del mercado La Barra de Juan, además de desayunar el típico café con un pincho de tortilla, te cocinan al momento las piezas de carne que cortan en el mostrador de Raza Nostra, un cachopo o cualquier otro producto que escojas de sus tiendas.
En Cocinería 44, Álex Peñas tiene una carta de platos de cocina tradicional para llevar a casa, guisos de cuchara (lentejas, cocido, potaje, cremas…), carnes y pescados y, si quieres, cocina por ti también para ocasiones especiales, bajo encargo. Sus aves rellenas (el pollo campero con foie y setas), los callos y el jarrete tienen merecida fama. A mediodía ofrece un menú por 15 € o el plato del día, por 10 €.
El mercado cuenta también con una barra japonesa al más puro estilo tradicional, Akatsuki Sushi Cool. El sushiman venezolano Yayo presume de elaborar sushi ortodoxo “con pescado del mercado, de temporada y bajo en grasa”, y lo más importante: “El arroz está en su punto de cocción perfecto, el grano está firme, como tiene que ser”. Son muchos los clientes que acuden en invierno a probar su ramen, con un caldo contundente, lleno de sabor… y cada día diferente, ya que Yayo elige diferentes partes del cerdo.
Del Mercado de Chamartín saldrás siempre con la bolsa (o el carrito) de la compra llena y la sensación de llevarte de lo bueno… lo mejor.