19 FEBRERO 2004
Unos minutos después la novia, reluciente y feliz, del brazo de su padre, el rey don Juan Carlos, vestido con el traje de gala de capitán general de los Ejércitos, y el Toisón de Oro al cuello entre otras altas condecoraciones. Padre e hija pudieron entonces sentir el estallido de cariño de los sevillanos.
El vestido de la novia
La infanta Elena lució un traje espectacular a la par de sencillo, con aroma romántico, diseñado y guardado celosamente por el modisto sevillano –aunque afincado desde hace años en Madrid- Petro Valverde. Una larguísima cola, fascinante, que hacía crecer suspiros de admiración entre los espectadores y un antiquísimo velo, el mismo que llevó su madre, la Reina Sofía y su abuela la reina Federica completaban el vestido nupcial. Ni una joya en su garganta, tan sólo dos largos pendientes de perla.
Como ramo la infanta Elena llevó uno pequeño, formado por rosas mínimas de champán, lilas blancas y flores naturales del campo sevillano y elegido por la madre del novio entre los dos ramitos realizados para la ocasión por la firma Búcaro.
El sí quiero
A la una y siete minutos de la tarde culmina la ceremonia por la que Jaime de Marichalar y doña Elena de Borbón se convierten en marido y mujer. Primero es el novio quien pronuncia el sí quiero; después lo hace la infanta, con voz muy clara y una sonrisa de felicidad, sin pedir la bendición de su padre, -tal y como ‘manda’ el protocolo, algo que si haría dos años después su hermana, la infanta Cristina, en su boda con don Inaki Urdangarín-. El 'lapsus' de la hija mayor de los Reyes de España no impidió que don Juan Carlos, se emocionara, porque aunque Rey, también es padre.
|