Un físico de escándalo y un halo angelical llevaron a la modelo Verónica Blume a lo más alto del Olimpo de la moda, y solo con dieciséis años. Muchas portadas y editoriales de moda después, un hijo y un máster en yoga, que la convierte en toda una experta, afirma que solo reviviría esos comienzos gloriosos con la experiencia y los conocimientos que tiene ahora. “Viví un momento fantástico en el que las modelos disfrutaban de una época dorada: nos trataban como reinas. La verdad es que soy mucho más feliz ahora que llevo una vida más estable y sencilla” declaraba la top en las páginas de ¡HOLA! Fashion.
Mitad alemana, mitad uruguaya
De madre uruguaya y padre alemán criado en Argentina, Verónica nació en Waldshut, un pequeño pueblo en la Selva Negra alemana aunque la mayor parte de su niñez entre Uruguay y Austria. Con nueve años, su familia se asentó finalmente en Barcelona, la ciudad que Blume convirtió en su hogar.
Comenzó en el mundo de la moda con dieciséis años. Tras ganar el concurso 'Supermodel of the World' organizado por la revista Elle en el año 1993, aunque anteriormente ya había hechos sus pinitos en algunas cámaras publicitarias y desfiles, pues un año antes de su despegue había sido descubierta por la agencia Traffic, cuyos organizadores le animaron para que se presentara al certamen.
Su despegue como modelo en Nueva York
Al proclamarse vencedora, Verónica salió de su anonimato y de la noche a la mañana se vio en Nueva York, con 18.000 euros( por aquel entonces tres millones de pesetas) en joyas, un coche y un contrato con la agencia Ford por un valor superior a 180.000 euros. El sueño de cualquier chica de su edad hecho realidad. La etapa neoyorquina duró dos años y, aunque trabajó mucho su estancia en Manhattan le permitió entrar por la puerta grande al complejo mundo de la publicidad y de la moda. En ese periodo le picó también el gusanillo de la televisión y participó en la serie Out of the Blue, típica comedia de situación que se rodó en el Seaworld de Orlando y que nunca llegó a emitirse en España.
Tras dos años, Verónica Blume dejó los Estados Unidos y se marchó a Londres. En aquella época, la joven luchaba por conseguir un objetivo claro: llegar a ser una top model. Pero aparecieron los primeros fantasmas y una necesidad de cambio cada vez más apremiante, "Me daba miedo ser conocida. No era feliz. Por estar fuera de España sacrifiqué una parte de mi juventud, estar con mi familia y ver crecer a mi sobrina". De manera impulsiva, casi sin pensar, hizo las maletas, volvió a Barcelona y se compró una casa.
Su gran cambio de imagen
Desde sus inicios como modelo hasta ahora, Verónica Blume ha madurado, y mucho. Ya no es aquella adolescente que se marchó a la conquista de la Gran Manzana. Y casi nadie se acuerda de que, por aquel entonces, era una chica rubia, de 1,77 de estatura, con una mirada casi angelical. Su estatura no ha cambiado, sus ojos mantienen el azul intenso de antaño, pero su pelo se tornó moreno y corto en uno de sus arrebatos, "quería ser más versátil, decir algo de mí que con el pelo rubio y largo no podía. Cuando decidí teñírmelo pensé en algo intermedio, pero luego me dije, "¡Vamos a por el cambio radical!". Y la transformación fue física y mental. Se volvió más estable, más madura y más centrada.
Los contras de la moda
"Para mí la moda es un juego al que tienes que saber jugar". Verónica Blume entró en el mundo de la moda cuando aún era una adolescente pero, gracias a una fuerte personalidad, jamás se dejó deslumbrar por los focos de las pasarelas y mantuvo muy presentes los referentes que, aún hoy, le aportan tranquilidad y estabilidad: sus amigos, su familia y Barcelona, su ciudad. Cuando siente que se tambalea alguno de sus valores, sabe que es el momento de cambiar el rumbo. Y esa determinación, tan personal como poderosa, ha regido algunos de los momentos más importantes de su carrera.
Ha trabajado para Chanel, Calvin Klein o Tommy Hilfiger y casi todos los diseñadores nacionales contaron con ella en alguno de sus desfiles. Ha protagonizado campañas de Revlon, Don Algodón y Guess Jeans, y Richard Avedon, Mario Testino y Richar Mayer son algunos de los fotógrafos que han sabido sacar mejor partido de su sonrisa. Sabía lo que hacía y le ponía pasión, por eso fue una de nuestras modelos más cotizadas a nivel internacional.
¿Qué fue de Verónica Blume?
Habla cinco idiomas: castellano, catalán, inglés, alemán y francés, los cuatro primeros a la perfección y le encanta leer, pintar, montar a caballo y esquiar, pero si hay algo que le apasiona es el yoga, del que se ha convertido en una verdadera experta. "Estaba embarazada, vivía en Ibiza y descubrí una manera muy distinta de ocupar mi cuerpo y de relacionarme con él. Comencé haciendo yoga para embarazadas. Aquellas prácticas en la playa me aportaron mucho y decidí continuar explorando. Fue un enamoramiento inmediato", nos confesaba la modelo. Y tanto fue as que tras poner fin a su etapa en la isla y volver a Barcelona, la top decidió abrir su propio centro de yoga, 'The Garage by Verónica Blume', el cual acabó cerrando en 2020 para hacer frentes a otros proyectos, entre ellos para impartir clases de esta disciplina dentro de la academia de Operación Triunfo.
Cuántos hijos tiene Verónica Blume?
Muy reservada con su vida personal, tal y como hemos señalado anteriormente, la modelo es madre de un hijo, Liam, quien nació en 2003 fruto de la relación de la modelo con el fotógrafo y diseñador gráfico belga Perry Jansens.
¿Quién es la pareja de Verónica Blume?
Aquella historia con el padre de su hijo terminó y actualmente, la top mantiene una relación con Roger Martín, con quien parece haber encontrado la estabilidad que buscaba.