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Benedicto XVI

El 19 de abril de 2005, una fumata blanca sobre el Vaticano indicó que el Cónclave ya había asignado al sucesor de Juan Pablo II. Su elección no sorprendió en exceso: Joseph Ratzinger, desde entonces Su Santidad Benedicto XVI, llevaba años ejerciendo distintos puestos de responsabilidad en la curia Vaticana. Tras la pérdida de un Papa tan querido como Juan Pablo II, el nuevo Sumo Pontífice quiso dejar, desde su aparición en el balcón central de la Basílica de San Pedro, las cosas muy claras. Él seguiría la senda marcada por su antecesor. Y ésta tenía el nombre de unidad y fraternidad entre los más de mil millones de cristianos que pueblan la Tierra.


7 de noviembre de 2006 - 14:12 CET
Marktl am Inn, diocesis de Passau (Alemania)

Su sonrisa y vitalidad parecen desdecir una realidad que se hizo notar desde el principio: Benedicto XVI es el Papa más anciano de cuantos han sido nombrados Santo Padre en el siglo XX y XXI. Con setenta y ocho años, su fina inteligencia ha calado hondo en los entresijos Vaticanos y su solvente capacidad intelectual ha convencido incluso a sus más aguerridos detractores.

Su historia es la de un hombre que ha vivido por y para la Iglesia. Su padre, comisario de gendarmería, provenía de una familia de agricultores de la Baja Baviera. Su madre era hija de artesanos. Por tanto, las condiciones económicas de su familia eran más bien modestas. El futuro Papa pasó su infancia y adolescencia en Traunstein, una localidad a apenas treinta kilómetros de Salzburgo. Como él mismo ha expresado, en un ambiente semejante su educación no podía ser más que “mozartiana”. Eso sí, con unos tintes de tragedia centrados en la ascensión al poder del partido nazi. El Partido mantuvo siempre una gran hostilidad  hacia la Iglesia católica. De hecho, una de las experiencias que más marcaron la adolescencia del joven Joseph fue asistir a la brutal paliza, por parte de nazis, que recibió un párroco mientras celebraba la Misa.

Todas estas agresiones le valieron para fortalecer su fe al haber sido testigo directo de la barbarie humana. Él mismo contó sus experiencias (desde que el seminario menor donde se preparaba para ser sacerdote fue tomado por las autoridades Nazis, cuando él tenía 14 años, hasta diciembre de 1944 cuando fue llamado a las armas por una fuerza que reclutaba adolescentes y ancianos y de la que desertó) en un libro editado en Italia, en 1997, con el título “Mi vida (Recuerdos 1939-1977)”.

Tras la II Guerra Mundial, Joseph Ratzinger, siempre apoyado por la férrea fe de sus padres, se centró en sus estudios de Filosofía y Teología en la Escuela Superior de Freising y en la Universidad de Múnich, de 1946 a 1951. Fue precisamente cuando acabó sus estudios académicos que recibió la ordenación sacerdotal (el 29 de junio de 1951). Compatibilizó la docencia con la escritura de su tesis doctoral, en teología, que finalizó en 1953 y que tituló: “Pueblo y casa de Dios en la doctrina de la Iglesia de san Agustín”. Tras una intensa actividad docente, que no le impidió desempeñar importantes cargos al servicio de la Conferencia Episcopal alemana y de la Comisión Teológica Internacional, el 25 de marzo de 1977 fue nombrado, por el papa Pablo VI, arzobispo de Múnich y Freising. En aquel entonces, eligió como lema Episcopal: “Colaborador de la verdad”.  A partir de su nombramiento como cardenal, un año más tarde, Joseph Ratzinger estuvo muy presente en el Vaticano. Hasta que una fumata blanca sobre la capilla Sixtina le llevó al gran libro de la Historia, bajo el nombre de Benedicto XVI.

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