Su carrera infatigable está marcada por multitud de invenciones, desde el cosmo cuerpo a las medias de colores... "Con él aprendí que con una silla se podía hacer un sombrero", declaró uno de sus antiguos ayudantes, un tal Jean-Paul Gaultier.
También fue el primero en diversificarse, e invertir su dinero en algo más que en moda. En 1970, compra el antiguo Thèâtre del Ambassadeurs, cerca de los Campos Elíseos, y lo transforma en una sala de espectáculos, el Espace Cardin, un local que nunca pasa de moda en la ciudad del amor. En 1978 firma contratos de fabricación con la URSS, siendo el único del mundo de la costura en abrir una fábrica en un país comunista, cinco años más tarde abre el primer restaurante occidental en China: Maxim´s.
Pierre Cardin está hoy a la cabeza de un auténtico e inmenso imperio. En 1994 decidió presentar sus colecciones de alta costura a un círculo privilegiado de clientas. Las contradicciones no le asustan. Aunque en el extranjero se le recibe como a un auténtico jefe de Estado, duerme en una celda de monje con vistas al palacio del Elíseo y es un futurista que detesta los ordenadores. Este antiguo diseñador de la casa Dior es uno de los magnates de la moda-business. Se autofinancia, no hace publicidad (excepto de sus perfumes) e invierte sus beneficios en el sector inmobiliario. "El dinero no es más que un medio", declara, "mi forma de vivir es la misma de cuando empecé".
Su imperio se extiende a más de cien países y da empleo a más de 180.000 personas en 700 fábricas esparcidas por todo el planeta. Baldosas, mermeladas, cacerolas, corbatas, perfumes, lapiceros, vajillas... su nombre se inscribe en cerca de 700 productos diferentes. Sin duda Pierre Cardin sabe como Coco Chanel que "sólo el necio confunde valor y precio". Estimulado por su amor al arte, colecciona muebles Boule, loros y sus vestidos que guarda en su museo personal en la casa que el diseñador posee en la Costa Azul.