Curiosa mezcla de modestia y picardía, Manu Tenorio llegó a Operación Triunfo de la mano de sus amuletos. Porque al sevillano de apellido ilustre no le falta ese espíritu supersticioso que le hace, aún, más ligado a su tierra andaluza.
Él mismo ha dicho: "No sirvo para otra cosa que no sea cantar". Olvidó en esta frase mencionar su otra gran pasión. Componer. De hecho, Manu Tenorio, El Manu, no para de dar vueltas en su cabeza a nuevas melodías que pronto materializa en las cuerdas de su guitarra.
La música es su gran pasión, su hobby indiscutible. Lo descubrió de bien niño, pero esperó a los dieciséis años para entregarse totalmente a la música. Desde entonces ha probado todos los palos: participó en un grupo pop, sus cuerdas vocales se han templado a base de boleros, y no ha dudado en recorrer diferentes villas con una orquesta especializada en bodas, bautizos y comuniones.
En la Academia entró con dudas. Tenía miedo de todo lo que se iba generando en torno a los concursantes de Operación Triunfo. Le asustaba que un éxito tan rápido no fuera sino un freno a la larga. Y él quería tomarse la música como modo de vida y no sólo como medio de vida.
Al final, entendió la dinámica del concurso. Y se relajó. El público asistió al crecimiento de un artista. Y le supieron recompensar eligiéndole como favorito. Además, Manu Tenorio, el de las eternas dudas, pasó a ser uno de los seis finalistas.
En apenas una semana, su primer trabajo en solitario (en el que participaron artistas de la talla de Lolita) -bajo el auspicio de la discográfica de Pepe Barroso- se convirtió en disco de platino. A Manu Tenorio el éxito le ha sonreído. Y él corresponde. Con agradecimiento y mucho talento.