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Manolo Blahnik

Pocas mujeres se resisten al encanto de un par de tacones altos y si, además, en el interior se lee "Manolo Blahnik", esa tentación se convierte en auténtico deseo. Y es que este canario, de padre checo y madre española, es un genio del calzado que, más que clientas, tiene auténticas 'enamoradas' que se rinden ante unos zapatos creados por él.


7 de noviembre de 2006 - 14:12 CET

Mientras que Paloma Picasso se siente "desnuda" si no lleva blahniks en sus pies y la Spice pija, Victoria Adams, lo primero que rescataría de su casa en llamas serían sus "Manolos", la cantante Madonna considera que estas piezas "son mejores que el sexo, y duran más". Todo un lujo, ansiado por cantantes, actrices, modelos, aristócratas y millonarias de toda estirpe, capaces de gastar una fortuna por conseguir uno de los originales modelos del artista español afincado en Londres.
Desde unos 1.100 euros los más baratos, hasta más de 6.000, los modelos exclusivos, estos tacones, que rondan los 20 centímetros de altura, se han convertido en un codiciado objeto para buena parte de la jet set mundial. El secreto de estas pequeñas piezas de arte radica en la mezcla de femineidad, sensualidad y fantasía que reúnen, logrando que las mujeres que las calzan se sientan según palabras de su propio creador- "sexys, provocativas y glamourosas".

Pero no es tarea fácil hacerse con un par de Manolos. Varios meses pueden transcurrir desde que la interesada clienta solicite su zapato hasta que lo tenga en su poder. Y es que el artesanal y minucioso proceso de fabricación llevado a cabo por esta casa, si bien da como resultado un calzado de gran calidad, origina que las listas de espera para conseguirlo sean kilométricas.
Tras plasmar en un papel el modelo que ha diseñado previamente en su cabeza, Manolo Blahnik esculpe su idea en un pedazo de madera. De ahí surge un molde de plástico en el que el creador pinta, recorta y pega a su gusto, da rienda suelta a su imaginación y fantasía mezclando texturas, colores y materiales de todo tipo, sin tener en cuenta las tendencias de la moda, y dejándose guiar únicamente por su intuición artística.
Una vez hecho el prototipo, éste es destinado a la fábrica en Parabiago (Italia), donde pasa ni más ni menos que por 50 procesos de producción, motivo por el cual únicamente se confeccionan 80 pares al día.
Y es precisamente en ese trabajo manual donde radica el encanto de los zapatos de Blahnik, cargados de una magia particular que los hace irresistibles y codiciados, signos supremos de la distinción. De ahí que muchos piensen que "la vida se ve mejor desde un par de manolos".

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