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Lalla Hasna

Ante todo madre. Y como tal comparte las preocupaciones de todas las mujeres marroquíes. Lalla Hasna, cuarta hija del rey Hassan II, se ha caracterizado por un carácter decidido que la empuja a defender los intereses de los más necesitados. Su voz se alza en foros internacionales y previene sobre los daños al medio ambiente y sobre los silencios en los que se ven sumidas muchas mujeres de su país.


7 de noviembre de 2006 - 14:12 CET

Nombre: Lalla Hasna

Nacimiento: 19 de noviembre de 1967

De su abuelo aprendió que retirarse el velo no significaba necesariamente renunciar ni al Islam ni a su cultura. Memorizó la lección y desde joven comenzó a buscar vías para lograr que sus conocimientos, su manera de integrar Occidente con su cultura, dieran frutos y sirvieran a un pueblo al que quiere como propio.

Se casó en 1994 con un cardiólogo, Kalil Benharbit, y tuvo dos hijas: Lalla Oumaima y Lalla Nouhaila. Sin embargo, aquella historia de amor se resolvió con el triste desamor de una separación. Aunque el corazón no le respondía como ella hubiera ansiado, esta mujer de cáracter no se hundió. Siguió enarbolando la bandera del progreso en Marruecos.

Muchos la consideran una excelente embajadora que defiende, en foros nacionales e internacionales, el patrimonio artístico y el entorno natural de su país. Ella, consciente de los elogios y de alguna crítica vertida por los sectores más conservadores de su patria, no duda en remarcar: "yo siempre pongo mi título al servicio de mi país". Es princesa para dar luz, para caminar de la mano y saber de las necesidades de, muy especialmente, las mujeres de su país: "Aquí, las mujeres se baten día a día por la escolarización de sus niños, por la situación de las mujeres y por sus derechos. Raramente se trata de reivindicaciones personales".

Lalla Hasna es la princesa que da ligeros tirones de orejas a ciertas normas, en especial aquellas que dictan la desigualdad de la mujer, sin olvidarse por un instante de respetar y acatar todo lo que la legislación de su país determina. No obstante, su determinación y carácter hace remover cimientos que hace siglos permanecen inalterables.

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