Para Dustin Hoffman cada película es un reto. Y él los afronta a pecho descubierto, un auténtico kamikaze de la interpretación que se crece con las dificultades. No dudó en, con treinta años, jugar a graduado adolescente. Tampoco negó su arte en un filme oscuro, Cowboy de medianoche; paseó a diestro y siniestro vestido de mujer en Tootsie; y no le importó representar una minusvalía psíquica frente al adonis Tom Cruise en Rain Man.
Dustin Hoffman nació en Los Ángeles. Desde bien pequeño supo lo que era pasión por el cine. La encarnaba su padre, un decorador de escenarios siempre interesado en la producción cinematográfica. Así es que a nadie le extrañó que Dustin decidiera estudiar interpretación con los mejores maestros de aquellos años, como Lee Strasberg, por quien decide mudarse a Nueva York.
A principios de los sesenta, Dustin Hoffman buscó en sí mismo la esencia del actor. Trabajó duro y se ganó una fama de perfeccionista que aún hoy le acompaña. Debutó en Broadway con una obra de culto: Esperando a Godot de Samuel Beckett. El nombre de Dustin se lo puso su madre en honor a Dustin Farnum, un mítico actor de cine mudo especializado en western.Este nombre fue un talismán que le llevó en vuelo directo al Séptimo Arte. Tres años después, se escuchó el nombre de Dustin Hoffman como uno de los actores nominados por los Oscar. Le eligió Mike Nichols como protagonista de El Graduado y no pudo arrepentirse por su decisión. Porque Dustin Hoffman se convirtió en una baza segura. Ganador de dos Oscar, por Kramer contra Kramer y Rain Man, la carrera de este actor ha ido a valentías y retos. Como los grandes.