Nada hacía presagiar el destino excepcional de Daniel Westling a su llegada al mundo en Orebro (1973). Tal vez hoy la fecha de su nacimiento, 15 de septiembre, podría interpretarse como una tímida señal: la comparte la princesa Letizia y el príncipe Harry. Desde luego no sus orígenes. Creció en Ockelbo en la provincia de Gästrikland en Suecia junto a sus padres -Olle, gerente en el campo de cuidado social (Socialtjänsten) en el municipio de Sandviken, y Eva, relacionada con temas de pensiones en Posten (el correos sueco)- y su hermana, Anna.
Una familia sencilla. Ni tan siquiera su evolución. Después de haber completado la escuela secundaria, estudió deportes -el atletismo y las actividades en el exterior, incluyendo el hockey sobre hielo, el fútbol y el golf han estado entre sus intereses- y salud en Lillsved, Estocolmo. Luego vino su servicio militar y trabajos en el terreno de cuidado social para ancianos así como con niños con necesidades especiales. Pero esta vez las anillas que encadenarían mundos tan distintos se encontraban en el gimnasio.
Daniel Westling ha hecho un tortuoso viaje: de chico de pueblo a futuro Príncipe. Un camino salpicado de piedras. Todas sorteadas a su debido tiempo (a lo largo de siete años de noviazgo real), aunque no sin esfuerzos ni sin sacrificios ni sin disgustos. Debido a la oposición de muchos a su relación con la mujer de su vida, que resultaba ser Princesa y la futura Reina de Suecia, a causa de su árbol plebeyo y de una preparación cuestionable.
La consolidación de su amor supuso, sin embargo, la adaptación de un hombre de barrio a la vida de la corte. Un cambio radical en varias fases diferentes y en muchos niveles distintos, que pasa por una imagen más en consonancia al aspecto que se espera de un miembro de la realeza. Los pantalones vaqueros y las gorras pasaron a mejor vida y, en su lugar, el traje, la corbata y la gomina reinan en su nuevo look. Su transformación exterior la respalda un discurso elocuente y una formación principesca con cursos sobre protocolo y de inglés. Los frutos han venido con los años: Daniel, tan cuestionado al principio, se ha ganado el cariño y la aprobación de los suecos como futuro esposo de la Heredera.
La princesa Victoria no se casará con un príncipe de sangre azul, pero, desde luego, tampoco con un Don nadie. El novio de la Heredera al trono de Suecia, desde hace ya más de nueve años, es un reconocido empresario en el área del fitness-salud. Tiene un importante patrimonio fruto de su actividad empresarial al frente de una cadena de gimnasios que no ha parado de crecer. Daniel es propietario del 70 por ciento de una cadena de centros deportivos, Master Training, así como de un centro de fitness con golf en el hotel Bro Hof Slott de Estocolmo, y socio y presidente de otro llamado Balance Group.
La empresa cuenta con tres gimnasios de lujo en Estocolmo, dotados de los últimos avances en materia deportiva y exquisitamente decorados hasta el más mínimo detalle. Ofrecen numerosos tipos de entrenamientos, musculación, pilates, yoga, asesoramiento en materia de alimentación, entre otros muchos servicios. El bono anual más barato cuesta casi los 1.200 euros. Si se quieren 80 horas de entrenador personal, pruebas médicas, masajes, ropa deportiva y bebidas, el precio se puede multiplicar por seis.
Su relación con la Princesa ha contribuido a engrosar su volumen de ingresos, que ha pasado de los quinientos mil euros en 1999 al millón en 2008, pero sobre todo su espíritu emprendedor. Daniel Westling, que empezó como entrenador personal, tenía en mente ampliar el negocio probando suerte, junto a sus amigos y futuros socios, Björn Ulvaeus, cantante de ABBA, y Karl-Johan Persson, del imperio H&M, como constructor de lujo en Brasil. El país donde nació su futura suegra, la reina Silvia, y donde vivió la abuela de su prometida, Alicia Soares.
Se trataba de una empresa a lo grande: la construcción de 120 villas, cada una con cien metros de playa privada, en un terreno de 1.800 hectáreas en el marco del lujosísimo resort Pratigi. Eso era antes de pedir la mano de la Heredera sueca con la que contraerá matrimonio el 19 de junio de 2010 en la Catedral de San Nicolás de Estocolmo tan solo un año después de someterse con éxito a un trasplante de riñón cuyo donante no fue otro que su padre, Olle Westling. Ahora el proyecto que tiene entre manos es mucho más importante: ser Príncipe de Suecia.