Vivió su infancia en una solitaria granja de Suráfrica. Durante años estudió Danza. Muy joven se marchó a Nueva York y trabajó como bailarina en el Joffrey Ballet. Una lesión de rodilla le apartó definitivamente de las zapatillas de puntas pero le abrió, con fuerza, las puertas al mundo del celuloide. Y fue su madre la que animó a Charlize, de apenas 18 años, a volver a hacer la maleta y buscar fortuna en Los Ángeles. Dos semanas después, mientras paseaba por Hollywood Boulevard, un agente se interesó por ella. Su buena estrella comenzó a iluminarse.