Lo repetimos las veces que haga falta porque después de años con las dietas restrictivas en la cima de las más buscadas, nunca sobra un recordatorio periódico de que eliminar por completo un grupo entero de alimentos no solo es sinónimo de "efecto rebote" asegurado, también acarrea problemas serios para la salud. Entre los macronutrientes que evitamos cuando queremos adelgazar destacan los hidratos de carbono y las grasas, aunque si ya te demostramos que en el caso del primero su consumo es prioritario y fundamental a la hora de seguir una alimentación saludable, las segundas ocupan un papel igual de importante. Para convencerte de que nunca dejes de incluirlas en tus recetas diarias, vamos a descubrir qué pasaría si prescindieras de ellas y también cuál es la mejor forma de comerlas.
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Alimento para el cerebro
¿Sabías que el 25% del gasto de energía diario lo realiza el cerebro? Es por ello que hay que aprender a darle de comer correctamente para optimizar su correcto rendimiento y las grasas son fundamentales para conseguirlo debido a su papel en la síntesis de neurotransmisores esenciales. "Si quitamos la grasa de forma radical, nuestra salud será más vulnerable. Tendremos más predisposición a padecer enfermedades cardiovasculares (dislipemias, hipertensión arterial, Síndrome metabólico…) e incluso mentales (alteraciones del estado de ánimo, humor, comportamiento y déficit cognitivo)", avisan las Dras. Mar Mira y Sofía Ruiz del Cueto, de la Clinica Mira+Cueto, sobre los peligros de prescindir de ellas. Entre las más importantes para un funcionamiento cerebral correcto, destaca el Omega 3 (EPA, DHA y linoléico) cuyo déficit está ligado a dificultades cognitivas, problemas de depresión o fluctuaciones en el estado de ánimo. Además, "se afectarían las funciones de órganos como la vista, el cerebro, la piel o el corazón", apuntan las doctoras.
Salud digestiva
Comer grasas saludables tiene un efecto directo en una buena salud digestiva, así lo aseguran desde Mira+Cueto, ya que algunos tipos de grasas contienen nutrientes que favorecen el equilibrio de nuestra flora intestinal: "Si nuestra flora intestinal se desequilibra, lo cual se define como disbiosis intestinal, nuestro sistema inmunológico será deficiente y de nuevo seremos más vulnerables. Por todo esto es importante un análisis equilibrado a la hora de plantearse dejar de comer grasa".
De hecho, los expertos de Nutritienda, empresa online líder en productos de salud y belleza, recomiendan su consumo para combatir el cansancio típico del otoño a través del pescado, "las variedades ricas en ácidos grasos Omega 3, como el salmón y el atún, son una opción saludable para mantener la energía y la salud cardiovascular"; los frutos secos y semillas, pues "las nueces, almendras y semillas, como las de chía o de calabaza, son excelentes fuentes de grasas saludables, proteínas y fibra"; o el conocido como oro amarillo, porque "para aliñar los platos nada mejor que el aceite de oliva, que aporta grasa saludable".
Funciones vitales
Para profundizar aún más acerca del peso del consumo de grasas en la salud general, cabe recordar que son las responsables de generar la reserva energética más importante del organismo. Son las encargadas de transportar vitaminas y forman parte de las hormonas. "Además, desarrollan funciones fisiológicas, inmunológicas y estructurales. Participan en reacciones esenciales como mensajeros intracelulares, o sea, sirven como moléculas señalizadoras para las células, activando por ejemplo la liberación de hormonas o la de calcio para la contracción muscular y muchas otras reacciones vitales del cuerpo humano", explican las Dras. Mira y Cueto.
Y es que, como nos recuerdan las especialistas, "son macronutrientes esenciales para la vida humana que desempeñan funciones vitales y también forman parte de otras moléculas importantes para la vida. No son para nada malas, sino que son esenciales para nuestra existencia. Lo malo es ingerirlas en exceso".
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¿Existen las grasas malas?
Aparte de advertir acerca de su consumo excesivo y de enumerar las bondades por las que evitarlas sería un grave error, desde la prestigiosa clínica madrileña también apuntan a una variedad que sí que habría que desterrar de la dieta: "Cuando hablamos de grasas malas, generalmente nos referimos a tipos de ácidos grasos que tienen un efecto inflamatorio y oxidativo en el cuerpo, aumentando los niveles del colesterol y los riesgos de enfermedad cardiovascular y también de otras como el cáncer y la obesidad. Estas son las grasas saturadas, grasas hidrogenadas y grasas trans". Dentro de los ácidos grasos saturados (AGS), destacan los de origen animal y naturaleza sólida a temperatura ambiente; se encuentran en la grasa de la carne de pollo, de cerdo, el queso, los lácteos, el aceite de coco, el de palma o la manteca, por ejemplo.
Además de los ácidos grasos saturados, las expertas de Mira+Cueto señalan a las grasas hidrogenadas: "Se crean mediante un proceso químico que convierte a los aceites vegetales líquidos en grasas semisólidas o sólidas a temperatura ambiente. La hidrogenación a veces convierte a los aceites en lo que se denominan grasas trans, una transformación especialmente no saludable que se convirtió en un ingrediente muy utilizado para la producción de aperitivos envasados, artículos horneados, margarinas en barra, grasa alimentaria y comidas rápidas".
Su consumo también deja su huella en la piel: "La comida procesada no tiene nutrientes esenciales y aporta una gran cantidad de azúcares, sal y grasas saturadas. Además, deshidratan, uno de los principales causantes de arrugas y líneas de expresión", revelan los facialistas del centro Germaine Goya.
Las más saludables
En cuanto a las buenas, a esas que nutren al organismo y le ayudan a realizar todas las funciones de las que hablamos y además ofrecen una acción protectora frente a enfermedades cardiovasculares por sus propiedades antiinflamatorias, son las llamadas grasas insaturadas: las monoinsaturadas y las poliinsaturadas. Las primeras, también conocidas como Omega 9, "son encontradas en el aceite de oliva, las olivas, el aguacate, las nueces, el sésamo, etc. Su efecto protector radica en que aumenta los niveles del llamado 'colesterol bueno' o HDL, que combate enfermedades cardiovasculares", apuntan las especialistas.
De las poliinsaturadas, que se encuentran en los Omega 3 y 6, se caracaterizan por ser nutrientes esenciales, es decir, que hay que aportar a través de la dieta porque el organismo no es capaz de fabricarlos por sí mismo. Destacan por sus poderes antiinflamatorios, antioxidantes y protectores del sistema cardiovascular. Las expertas de Mira+Cueto añaden que "provocan cierta disminución de los triglicéridos en sangre, mientras que los ácidos grasos de la serie Omega 6 actúan en tu organismo reduciendo los niveles de colesterol total en sangre, tanto el 'bueno' (HDL) como el 'malo' (LDL), por lo que su exceso en la alimentación no es deseable". Para disfrutar de estos beneficios, la clave está en incluir pescados azules, semillas oleaginosas y frutos secos en la dieta pero en su justa medida.
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La dieta perfecta
Para terminar y después de repasar los innegables beneficios de un macronutriente del que no se debe prescindir, desde Nutritienda resumen los elementos que conformarían un plan de alimentación perfecto: "Hay nutrientes que nunca pueden faltar como son los carbohidratos, las proteínas, las vitaminas y los minerales. También son importantes las grasas, como las que se encuentran en el aceite de oliva, los aguacates y los frutos secos que ayudan a la absorción de las vitaminas liposolubles y proporcionan energía". Recuerdan de nuevo que "los ácidos grasos esenciales, como el Omega 3 y Omega 6, son fundamentales también para la salud cardiovascular y cerebral". Por último, "tampoco hay que olvidarse de los antioxidantes, que son compuestos que ayudan a proteger las células del daño oxidativo causado por los radicales libres. Se encuentran en alimentos como frutas, verduras y frutos secos".