Es la "no dieta" del año. El intermittent fasting o ayuno intermitente ha conquistado en los últimos meses a una infinidad de celebrities, desde Elsa Pataky hasta Scarlett Johansson, pero también de dietistas. Han sido muchos los expertos que han defendido los beneficios de concentrar las comidas diarias en un periodo de tiempo determinado para así acelerar la pérdida de peso y disminuir el riesgo cardiovascular, entre otros beneficios. Sin embargo, otros especialistas alertan de que todavía no existen conclusiones válidas sobre sus beneficios, aunque los científicos, poco a poco, están tratando de buscarlas. Y en estas investigaciones salen a la luz efectos complementarios: por ejemplo, la disminución del apetito que ha comprobado un nuevo estudio.
Se había observado que concentrar todas las comidas diarias en, por ejemplo, 12 horas y ayunar las 12 restantes ayudaba a perder peso, pero los expertos no tenían claro por qué. La mayoría creía que se debía a que el ayuno acelera el metabolismo y, con ello, la quema de calorías. Sin embargo, una investigación dirigida por el doctor Courtney M. Peterson y recientemente publicada en Obesity, no solo ha podido confirmar este poder sobre el metabolismo, sino que también ha medido como las ganas de comer de los participantes se reducía cuando seguían el plan de ayuno intermitente.
En este estudio participaron 11 personas, un grupo bastante pequeño para sacar conclusiones universales, pero válido para una primera aproximación. Todas ellas comieron 3 comidas al día, pero de dos formas diferentes: el primer grupo tomaba el desayuno a las 8 de la mañana y la última comida, a las 2 de la tarde; el segundo comía entre las 8 de la mañana y las 8 de la tarde. Siguieron este planteamiento durante solo 4 días, tiempo suficiente para que el ayuno de 18 horas que seguían los primeros se reflejara en su cuerpo: perdieron peso y quemaron grasa, pero, además, redujeron los niveles de la hormona ghrelina, relacionada con el apetito.
Es decir, al contrario de lo que se pueda pensar, no ingerir alimentos durante varias horas ayuda a controlar las ganas de comer. De esta forma, el beneficio es doble (se acelera el metabolismo y se disminuye el apetito), y por eso el intermittent fasting consigue tan buenos resultados a la hora de perder peso, sin necesidad de seguir un régimen muy bajo en calorías. Y las vacaciones, cuando no tienes que adaptarte a los horarios de la rutina, se perfilan como un momento ideal para probarlo: tan solo concentra tus comidas de la comida al mediodía y completa el resto del día con tés e infusiones saludables.