En España, pese a ser un país en el que el sol suele acompañarnos, nos encontramos con un elevado porcentaje de la población con un déficit de vitamina D, la única que, además de a través de la comida, podemos sintetizar mediante la luz solar. No deja de resultar paradójico que a pesar de que disfrutemos de más horas de sol que en otros países, los españoles contamos con una carencia igual o más grave incluso que en Europa central. Como afirma el Dr. Ignacio Secades, especialista en Endocrinología y Nutrición del Hospital Vithas Nuestra Señora de América, afecta a “más del 50% de la población, incluidos niños, jóvenes, adultos, mujeres menopáusicas y ancianos, grupo este último donde el porcentaje de pacientes deficitarios es todavía mucho mayor, próximo al 100% en los que han sufrido fracturas”.
Y no estamos ante un problema menor, pues la falta de esta vitamina está asociada a infecciones del tracto respiratorio, fatiga, dolores musculares o a la pérdida de masa ósea u osteoporosis. Además, un déficit de esta vitamina en nuestro cuerpo también se relaciona con el estado de ánimo, un hecho que justifica el fenómeno de la depresión estacional en otoño e invierno.
Algunas razones que explican ese déficit
Pero, ¿por qué se produce precisamente en España siendo uno de los países europeos con más horas de sol? La aparente paradoja que compartimos con otros países mediterráneos de alto déficit de vitamina D se debe a varios factores: “La inadecuada exposición al sol por las altas temperaturas en verano, la piel más oscura, que dificulta la síntesis de vitamina D, la prevención del riesgo de cáncer de piel o la utilización masiva de cremas protectoras con altos filtros de protección”, apunta el Dr. Secades. "Todos sabemos que la exposición solar prolongada o las quemaduras solares, sobre todo si estas ocurren en la infancia, pueden favorecer la aparición de cáncer de piel. Sin embargo, una exposición solar moderada, evitando la quemadura solar, es beneficiosa, entre otras cosas para que podamos sintetizar vitamina D.
Cada vez observamos más déficit en la población española. Para favorecer su síntesis se aconseja la exposición solar sin fotoprotección durante unos minutos al día (un máximo de 20 a 30 minutos), evitando las horas de máxima radiación solar, empezando con pocos minutos, aumentando de forma progresiva y evitando siempre la quemadura solar", nos explica la doctora Elena Tévar, dermatóloga de Clínica Dermatológica Internacional, quien puntualiza que "a pesar de esto, los niveles de vitamina D pueden continuar descendidos, por lo que es aconsejable control por parte del médico por si es preciso complementarlo con suplementos alimenticios o vitamina D vía oral", nos cuenta la doctora Elena Tévar.
Como decíamos, la fuente más importante para su obtención es la exposición a la luz solar y la segunda es el aporte dietético, que es bajo, ya que solo la contienen los pescados grasos, el aceite de pescado, los huevos, la leche y la mantequilla. Como el aporte de vitamina D es, en general, bajo con estas fuentes, “se aconseja la suplementación oral en un porcentaje alto de la población al objeto de mantener niveles óptimos”, señala el Dr. Secades.
¿Qué es el 'sungazing'?
Teniendo en cuenta este punto de partida, nos encontramos con una disciplina que ya se ofrece en algunos spas y centros de bienestar, cuyo objetivo es paliar este problema y dar la opción de recargar nuestros niveles de vitamina D de forma natural y que se ha bautizado como sungazing, o lo que literalmente se traduce como 'contemplar fijamente el sol'. Aunque creas que es uno de esos términos ingleses de moda, lo cierto es que el culto al astro rey viene de lejos y son muchos los mitos que reflejan la necesidad de la luz solar como elemento indispensable para la supervivencia a lo largo de la Historia. Destacan la mirada al sol con fines terapeúticos de los antiguos hindúes, que era conocida como ‘Surya Namaskar'; los egipcios y los americanos lo bautizaron como helioterapia y los europeos como Terapia de Apolo, haciendo referencia a la divinidad greco-romana. Pero de forma más reciente, aparece la figura de Hira Ratan Manek, nacido en 1937 en India, y principal divulgador de esta disciplina, que se basa en aprovechar los beneficios de mirar al sol, siempre y cuando, eso sí, se haga en las horas de baja radiación. El sungazing, también conocido como curación solar, yoga solar, surya yoga o sun yoga, tiene un gran trasfondo espiritual, pero más allá de este, sus defensores parten de que, al parecer, la exposición solar activa la glándula pineal y es imprescindible para mantener un buen nivel de vitamina D. Esta glándula endocrina interfiere con varias funciones vitales, incluyendo la secreción de melatonina, la hormona que causa el sueño y regula ciertas funciones endocrinas.
No se trata, por lo tanto, de lanzarse a mirar al sol sin mayor cuidado. Esta disciplina, tal y como nos cuentan en el Hotel Spa Niwa, donde dan la opción de realizarla, ha de ser practicada con sentido común y mucha precaución, y solo de esta forma puede ayudarnos a mejorar ciertas carencias y dolencias, como pueden ser, al margen de la deficiencia de vitamina D, los desarreglos hormonales, el estrés, el insomnio, la ansiedad o la depresión. Para ello, resulta clave llevar a cabo esta técnica bien durante el amanecer o el atardecer y hacerlo de forma progresiva para que la vista y la piel se acostumbren, tal y como explica María Melarne, responsable del Tropical Wellness del Hotel Jardín Tropical, donde también se han sumado a esta disciplina.
Ahora bien, hay que seguir una serie de premisas básicas para, sobre todo, evitar posibles problemas. “Son 3 fases de 3 meses cada una en la que se va ampliando poco a poco la exposición. Se empieza en 10 segundos y se acaba en 45 minutos. Los primeros días la ‘dosis’ debe ser muy baja (10 segundos observando el sol) y se debe ir aumentando muy poco a poco (sumando 10 segundos diarios)”, cuenta María Melarne. En el Hotel Spa Niwa nos explican que su práctica requiere la contemplación del sol una vez al día, durante la primera hora tras el amanecer o durante la última hora antes del atardecer, horas en las que la radiación infrarroja y ultravioleta es mínima, evitando así daños oculares o corporales. Debe hacerse descalzo sobre el suelo, mirando fijamente el sol durante 10 segundos, aumentando 10 segundos cada día de práctica. Tras 9 meses, se recomienda suspender el sungazing para proteger los ojos.
¿Qué opinan los expertos?
Parece evidente que hay que tener ciertas precauciones muy en cuenta. Mirar al sol de forma directa en las horas de máxima radiación puede causar daños en la retina, y además una exposición excesiva incrementa el riesgo de quemaduras y de padecer cáncer de piel, por lo que no hay que hacerlo a la ligera. Hemos querido contar con la opinión de un experto, el doctor Carlos Palomino de Oftalmos, quien matiza que le parece una “buena medida en tanto en cuanto lo hagamos con los ojos cerrados, ya que mirar directamente al sol puede producir quemaduras en la retina muy graves”. Por su parte, el dermatólogo Dr. Ricart de la Clinica Ricart de Valencia, insiste en que frente al sol hay que evitar, siempre, los excesos: “La vitamina D es necesaria para el organismo pero eso no significa que el exceso de sol sea imprescindible para generarla, de hecho la exposición continuada conlleva muchos riesgos. En España, debido al clima, es posible sintetizarla con la mínima exposición solar a la que estamos expuestos simplemente por pasear por ejemplo por la calle”. Añade, además, que “los ojos son especialmente vulnerables a la exposición solar y pueden sufrir quemaduras. Se recomienda hacer uso de gafas de sol homologadas, y de gorras o viseras siempre hacia el frente”.