Las agujetas son un claro síntoma de que el esfuerzo al que hemos sometido a un grupo muscular es mucho mayor que aquel para el que estaba preparado. Así, cuando partimos de un nivel de inactividad, por poco que hagamos va a superar ampliamente nuestra preparación previa, con lo que van a aparecer las agujetas.
A medida que vamos entrenando y mejorando, nuestras capacidades están más cerca de nuestro tope, por lo que cada vez cuesta más sacar un poco de rendimiento extra a cada sesión. Por eso, el hecho de no tener agujetas ni mucho menos significa que tu entrenamiento caiga en saco roto; al revés, cada entrenamiento te sirve para afianzar los beneficios que has obtenido en sesiones anteriores. Si quieres tener agujetas nada como dejar de estrenar una temporada, pero no creo que sea nuestro objetivo.
Por tanto, respondiendo a la pregunta: dependerá del nivel que tengas, las agujetas serán consecuencia de un buen entrenamiento o no. Si en los primeros días no tenemos agujetas es porque estás haciendo una progresión muy lenta, o, en el peor de los casos, porque el esfuerzo es insuficiente. Sin embargo, cuando estés más en forma te resultará muy difícil llegar a niveles de esfuerzo de los que causan agujetas.
Aunque como te decimos siempre, la variedad es un aspecto esencial en tu entrenamiento. Es bueno que cambies el tipo de ejercicios para que tu cuerpo no se acostumbre a lo de siempre. Generalmente, cuando cambias algún ejercicio o la tabla de entrenamiento entera, notarás que los primeros días tienes agujetas (aunque ya estés en forma). La explicación es que una pequeña variación en los movimientos ocasiona que unos músculos trabajen más que otros y, por tanto, su nivel de esfuerzo varíe.
Además de cambiar los ejercicios de tonificación, también es recomendable que varíes su intensidad, que subas y bajes los pesos y adaptes el número de repeticiones. De esta forma, darás una pequeña sorpresa a tu cuerpo para que no se acostumbre a un entrenamiento lineal.