Organizado a beneficio de la Fundación Princesa Gracia Mónaco volvió a brillar con su tradicional Baile de la Rosa, celebrado en el Sporting Club de Montecarlo. El acto, que coincide con la llegada dela primavera, marca el comienzo de una nueva temporada de fiestas y actos sociales en el Principado.
La princesa Carolina, bella y elegante con un vestido esmoquin negro de la colección de alta costura de Jean Paul-Gaultier, acompañó a su padre, el príncipe Raniero –el último año no pudo estar presente por encontrarse convaleciente de una operación- y tuvo a su lado a su esposo, el príncipe Ernst de Hannover, y su hermano, el príncipe Alberto.
Carolina, aunque casi recuperada de la lesión que sufrió recientemente mientras esquiaba, tiene algunas secuelas, lo que le impidió abrir el baile, como había hecho en otras ocasiones. Estefanía fue la gran ausente; desde que la hija menor de Raniero comenzó su relación con el director de circo, Franco Knie, está distanciada de la familia.
Inspirado en la magia del desierto, las mesas estaban cubiertas con sedas que evocaban bellos tapices, y mil metros cuadrados de velos revestían el espacio del gran salón del Sporting Club, en el que seis mil quinientas rosas de tonos pálidos, tres mil quinientas velas y cuatrocientos metros cuadrados con fotografías sobre tela que reproducían los colores cambiantes de la arena, conformaban un fabuloso decorado. Un exquisto menú, por el que cada invitado pagó 100 mil pesetas, estaba en consonancia con el ambiente creado: caviar, fricandó de filetes de lubina con salsa y cordero de los oasis, entre otros platos.
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