El pasado sábado 18 de noviembre se celebró en el hotel Plaza de Nueva York la boda más esperada del año, la de Michael Douglas y Catherine Zeta-Jones. El enlace reunía todas las características para atraer la atención general por la fama de los contrayentes. Pero no sólo por eso. Meses antes de la boda, Douglas y Zeta-Jones negociaron unas curiosas –cuando menos- cláusulas en el contrato prenupcial que dieron la vuelta al mundo y que suscitaron, aún más, el interés por una boda que podía peligrar en cualquier momento.
Michael Douglas quería dejar bien atado el acuerdo, puesto que su divorcio de Diandra le había costado muy caro. El actor se vio obligado a pagar a su anterior esposa 8.400 millones de pesetas y a compartir la mansión que tienen en Mallorca, seis meses él y otros seis ella.
Por esta razón, los abogados de la estrella de Hollywood y los de la actriz galesa comenzaron unas difíciles negociaciones con el objetivo de reducir las millonarias cifras del posible divorcio. En un principio ella pedía 1.000 millones de pesetas, mientras que él ofrecía 300, más una casa que quedaría como parte de sus bienes.
Finalmente, se llegó al acuerdo económico. En caso de serle infiel, Douglas tendrá que pagarle 950 millones de pesetas y 600 millones por cada año de convivencia en caso de divorcio.
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