Las fiestas posteriores a los Oscar que se celebran en Hollywood suelen ser un lugar de encuentro para que los actores y actrices puedan disfrutar, mucho más relajados, de esos momentos de diversión que llegan después de soltar la tensión y nervios acumulados durante la gala. Will Smith no quería perderse lo que es ya una arraigada tradición en la meca del cine, solo que esta vez su presencia iba a estar marcada inevitablemente por lo que había ocurrido poco antes durante la ceremonia de premios. Él era el protagonista indiscutible de esa cita que ponía el colofón a los galardones y todos los ojos estaban puestos sobre él, no solo por la preciada estatuilla que había conseguido por fin sino por su impactante altercado con el cómico Chris Rock. El actor llegaba aparentemente feliz y con rostro sonriente, nada que ver con las lágrimas que había derrochado en la misma noche sobre el escenario del Dolby Theatre para pedir disculpas por su comportamiento.
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Arropado en todo momento por su familia, posaba primero ante las cámaras junto a su mujer, Jada Pinkett, y sus dos hijos en común, Jaden y Willow, de 23 y 21 años respectivamente. También se sumaba a la celebración el otro vástago del intérprete, Trey, nacido de su anterior matrimonio con Sheree Zampino. El Centro de Artes Interpretativas Wallis Annenberg en Beverly Hills se transformaba en una especie de discoteca para acoger este festejo organizado por Vanity Fair, al que acudían otras grandes estrellas del celuloide como Dakota Johnson, Kevin Costner, Natalie Portman, Chris Pine, Olivia Colman o Lupita Nyong'o. Tampoco faltaban celebrities como Kim Kardashian y Kendall Jenner, al presentador Trevor Noah o el rapero DJ Nice. Incluso veíamos a dos leyendas del deporte como son las hermanas Serena y Venus Williams, cuya vida ha servido precisamente a Will Smith para conquistar su primer Oscar con la película donde el actor da vida al padre de las tenistas.
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El hombre que saltó a la fama hace tres décadas como protagonista de El Príncipe Bel Air recuperaba en la fiesta su cara más amable y desenfadada, riendo, haciéndose selfies... e incluso bailando y cantando al ritmo de la música de algunos de sus hits como Gettin' jiggy wit it y Summertime. Lo hacía sin soltar de la mano la estatuilla dorada que tenía bien agarrada y frente a una nube de fans que no paraba de hacerle fotos con sus móviles. Rodeado también por amigos y compañeros de profesión, la escena era diametralmente opuesta a la que se había visto en directo por televisión cuando se levantó de su asiento y propinaba de forma inesperada un sonado bofetón a Chris Rock. Altercado que se producía tras el chiste del monologuista sobre el cabello rapado de Jada Pinkett, quien tras salir de la 94ª edición de los Oscar había cambiado ya por completo su semblante serio por otro mucho más risueño.
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