Dicen que no hay dos faros idénticos en el mundo y quizá por eso y por su labor de guardianes en la oscuridad, han resultado fascinantes para muchos. Ellos son los vigías del mar, testigos de tormentas, mareas y tempestades y fieles guías de los marineros. Son una pieza clave en la navegación y en nuestras costas tenemos singulares construcciones que sobreviven al paso del tiempo y también a los avances tecnológicos, que han hecho que la figura del farero haya dejado de ser imprescindible y que ahora funcionen mediante un sistema automatizado.
Una de las joyas que tenemos en nuestro país es la Torre de Hércules, en La Coruña, que es el faro romano más antiguo del mundo –construido a finales del siglo I– y, a día de hoy, sigue en funcionamiento.
En Gerona, también en un acantilado, está el faro que primero saluda al sol en la península, el del Cabo de Creus, clasificado como bien de interés cultural.