Aunque por el momento no ha trascendido nada relativo al testamento que dejó el artista, de lo que no hay duda es de que gran parte de la herencia de Camilo Sesto irá a parar a manos de su único hijo, Camilo Blanes Ornelas, un joven de 35 años -cumplirá 36 en noviembre- que ha intentado seguir los pasos de su padre en el mundo de la música y que hasta el momento residía en México, desde donde voló nada más enterarse de la triste noticia
El pasado fin de semana, la voz de Camilo Sesto se apagaba para siempre. Tenía 72 años y fue un fallo renal el que acabó con su vida de manera inesperada. El alcoyano nos deja grandes éxitos musicales, canciones que nos han marcado o con las que hemos crecido y un amplio repertorio de temas que pasarán a la posteridad, como Perdóname, Vivir así es morir de amor, Melina, Algo de mí, Getsemaní, Vivir sin ti o Mendigo de amor. Pero el legado de este icono de la música melódica no se limita solo a sus baladas románticas, sino que deja tras de sí un extenso patrimonio en el que tienen cabida desde casas hasta empresas.
Aunque por el momento no ha trascendido nada relativo al testamento que dejó el artista, de lo que no hay duda es de que gran parte de la herencia de Camilo Sesto irá a parar a manos de su único hijo, Camilo Blanes Ornelas, un joven de 35 años -cumplirá 36 en noviembre- que ha intentado seguir los pasos de su padre en el mundo de la música y que hasta el momento residía en México, desde donde voló nada más enterarse de la triste noticia. Concretamente, el hijo que la estrella internacional tuvo con la fan Lourdes Ornelas tendría derecho a la legítima hereditaria, esto es, al tercio de legítima y al tercio de mejora, lo que se traduciría en las dos terceras partes del patrimonio de Camilo Sesto.
El único descendiente directo del artista podrá acceder así a gran parte de las propiedades y ahorros que figuran en la herencia, pero lo que falta por dilucidar si el de Alcoy, el primer español en lograr un disco de platino (1978) incluyó también en su testamento a las otras dos personas de su confianza, las que manejaban sus bienes: su administrador, Cristóbal Hueto, y su secretario