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A Blanca Fernández Ochoa el gusanillo del deporte le entro muy pronto y de forma inevitable. Creció en el puerto madrileño de Navacerrada con la nieve y la montaña como su hábitat natural y en el seno de una familia de grandes deportistas. Pronto los esquís pasaron a ser una extensión de sus piernas, por lo que siguiendo la estela de su hermano, el gran esquiador Paquito Fernández Ochoa, a los 11 años ya ingresó en un centro de alto rendimiento en Viella (Lleida), donde se forjaría la gran campeona que resquebrajo por primera vez en grueso techo de cristal que existía sobre el deporte femenino en la década de los 90.

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A partir de los años 80 el ascenso de Blanca Fernández Ochoa al firmamento de las grandes estrellas del deporte era ya imparable. En 1983 recibió el reconocimiento del Consejo Superior de Deportes y cinco años más tarde se hizo con el premio Reina Sofía a la mejor deportista. Y no sería la primera vez que recibe este galardón. 

Por aquel entonces, además de sortear los obstáculos del eslalon como nadie, también vivía una bonita hisotira de amor con su entrenador y director técnico del equipo nacional, Daniele Fioretto, con el que se casó en 1991 tras nueve años de relación. Sin embargo, el matrimonio solo duró tres años

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Pronto se convirtió en un rostro habitual de los pódium haciendo sonar el himno español allá donde competía. En la imagen, Blanca descansa con sus esquís en la mano tras salir vencedora del campeonato de España en 1992, pero no fue su mayor logro en el año de la eclosión del deporte español. Mientras Barcelona se vestía de ciudad olímpica demostrando al mundo que nuestros deportistas llegaban para quedarse a los primeros puestos de las clasificaciones, ella hacía historia en los juegos olímpicos de invierno de Albertville (Francia). Blanca Fernández Ochoa consiguió un honroso puesto número 12 en la clasificación general y se hizo con el bronce en el eslalon, siendo la primera mujer en lograr una medalla en esta competición

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En 1991 Blanca Fernández Ochoa ya había ganado cuatro Copas del Mundo en la disciplica de eslalon, su especialidad, y en 1988 logró quedar cuarta en la clasificación final. Había nacido un nuevo ídolo en el mundo del esquí y llevaba el mismo apellido que Paquito, oro en los juegos de invierno de Sapporo (Japón). La gran expectación mediática alrededor de la deportista se incrementó tras su bronce de Albertville, como podemos observar en esta imagen, en la que Blanca contesta al llegar a la meta a las preguntas de los periodistas 

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Con el ramo de flores de las campeonas y la bandera de España en la mano, Blanca Fernández Ochoa estaba exultante en el pódium de Albertville tras quedar tercera en el eslalon. Junto a ella las esquiadoras Petra kronberger, de Austria, y Annelise Coberger, de Nueva Zelanda. Tenía 29 años y aunque ya estaba en lo más alto de su carrera, era la primera vez que conseguía una medalla en unos juegos olímpicos de invierno, un terreno en el que pocos deportistas españoles han logrado cosechar grandes triunfos, y mucho menos una mujer

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Llegar a la meta era toda una fiesta para Blanca Fernández Ochoa. Con un simpático sombrero, una capa y ondeando la bandera de España la esquiadora celebraba su buena posición en la competición con alegría y la mayor de las sonrisas

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Dos años más tarde de su hazaña en Albertville, fue reconocida con la medalla de oro de la Real Orden del Mérito Deportivo que concede el Consejo Superior de Deportes. Aunque a su carrera deportiva no le podía pedir mucho más, en 1994 pasó un trago amargo en su vida personal al divorciarse de Daniele Fioretto, al que conoció con 14 años en el centro de alto rendimiento de Viella y con el que se casó en 1991 tras convertirse en su entrenador

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Tras su separación, Blanca Fernández Ochoa compartió su vida con David Fresneda, propietario de una escuela de buceo en Murcia, del que se separó unos años después, pero fruto de su unión nació en 1999 su hija Olivia y un año más tarde David. Su familia ocupaba entonces un lugar muy importante en su vida, pero su amor por el deporte la mantuvo siempre muy unida a la competición. Por eso en 2004 fue una de las encargadas de dar el relevo a la antorcha olímpica en su paso por Madrid cuando se dirigía a Atenas, sede de los juegos ese año

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Después de abandonar la competición al más alto nivel, tanto Blanca como su hermano Paquito continuaron involucrados en multitud de eventos deportivos como este torneo de Golf en Pula (Croacia) en el que posan juntos a comienzos de la década de los 2000. 

Además de mantenerse fiel a su gran pasión, también descubrimos entonces la faceta más televisiva de Blanca. No solamente la hemos podido ver como comentarista deportiva en diversos medios de comunicación, sino que se atrevió a lanzarse al mundo de los realities participando en una de las primera ediciones de La isla de los famosos, como se llamaba Supervivientes cuando lo emitía Antena 3. En esta misma cadena también fue una de las concursantes de Splash! Famosos al agua, otro espacio en el que pudo demostrar su gran fortaleza física

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En los últimos años, Blanca cambió la celebración de sus éxitos deportivos por los de sus hijos, que, como no podía ser de otra manera, les corre la sangre Fernández Ochoa por las venas, y también se dedican al deporte. Olivia es internacional con la selección femenina de rugby, disciplina que también practica su hermano y cuyo amor por ella contagieron también a su madre, a la que se le ha visto recientemente muy implicada en este deporte. Como ella misma escribía junto a esta imagen que compartía no hace mucho con sus seguidores, sus hijos eran ahora sus "medallas"

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