El 28 de abril de 2025, un apagón sin precedentes sumió a España, Portugal y parte del sur de Francia en la oscuridad, dejando a más de 50 millones de personas sin electricidad durante horas. La interrupción afectó gravemente al transporte, las comunicaciones y los servicios esenciales, provocando escenas de caos y desconcierto en todo el país. En este contexto, Natalia Palacios vivió una experiencia que refleja la angustia y la solidaridad que emergieron durante la crisis.
"El tren se paró súper suave. Parecía como que iba a hacer las típicas maniobras o lo que sea. Entonces nadie se alertó y estuvimos parados un buen rato. Nos empezaron a comunicar que había un problema. En ningún momento nos dijeron lo que estaba pasando. Dijeron que podría ser cosa de 20 o 30 minutos, que no sabían cuánto tiempo... que ni siquiera ellos sabían lo que pasaba".
A medida que pasaban las horas, la situación dentro del tren se volvió insostenible. "Es como... claro, tú imagínate un tren. El mío encima era de dos plantas. Al principio no hacía calor, pero claro, todo el mundo respirando eso, parados, sin aire acondicionado... pues empezó a hacer muchísimo calor. Y el problema también fue que no querían abrir las puertas por seguridad. Pero claro, tú imagínate el váter: los baños empezaron a rebosar porque no podías tirar de la cisterna. Todo se iba acumulando y ya no quedó otra que abrir las puertas, para que la gente pudiera salir al andén, hacer sus cosas y también para que entrara algo de aire fresco".
La falta de información y la incomunicación aumentaron la ansiedad entre los pasajeros. "Luego nos dejaron que fuéramos bajando si queríamos estar fuera, tomando el aire, y claro, ahí ya empezamos como a movernos un poco y pillar algo de cobertura. Y al coger algo de cobertura nos fuimos dando cuenta. Evidentemente, había un montón de gente que no tenía, pero se hizo como una pequeña sociedad, ¿sabes? Entonces nos íbamos informando los unos a los otros y nos iban contando que había sido en más países".
La solidaridad entre desconocidos se convirtió en un salvavidas. "Bueno, pues gracias a una señora —divina— que saltó la verja, hizo autoestop en tres coches diferentes y llegó a un pueblo, se pudo alertar de lo que estaba pasando, de que estábamos allí solos, etcétera, etcétera. Entonces vino gente del pueblo. Vino un señor con su familia y con unos alicates o algo así, rompieron el hueco de la verja para que no tuviéramos que saltar. El problema es que toda persona que podía hacer ese camino andando hasta el hueco de la verja, bajar un pequeño terraplén, etcétera, era gente joven y que estaba bien. Las personas mayores o la gente enferma no podían hacer ese camino. Entonces los peores se estaban quedando en el tren, y eso ha sido una putada grande".
La escasez de recursos básicos agravó la situación. "El panorama en el tren era complicadillo porque el agua se estaba gastando. Ya te daban vasitos de agua, no les quedaban botellas, y había gente que tenía cáncer, había embarazadas, había niños pequeños, había diabéticos, había animales —hasta un hurón—. Entonces era una situación un poco agobiante, sobre todo para estas personas. Yo eché a andar con otra chica joven que me encontré, que era conocida mía, y andando como unos diez minutos... Bueno, aparte de que no solo estábamos nosotros, había un tren delante y otro detrás. Imagínate la cantidad de gente que había en tres trenes".
La búsqueda de ayuda llevó a algunos a tomar decisiones arriesgadas. "Y al andar encontramos un hueco en la verja que no estaba ni con pinchos ni electrificada ni nada, era una verja normal. Entonces, empezó a saltar gente porque lo que había era un caminito de carretera. No era una carretera nacional ni nada, porque la teníamos a seis kilómetros, que es bastante andando. Pero desde ahí, empezó a irse gente andando a un pueblo cercano, a la salida de la nacional, para empezar a hacer autoestop".
La llegada de las autoridades trajo algo de alivio, pero no para todos. "Ya al llegar la Guardia Civil, como que nos relajamos bastante, porque empezaron a traer botellas de agua, comida... El problema es que éramos muchísimas personas. Por ejemplo, yo y muchísima gente joven ni nos planteamos coger nada porque había gente muchísimo peor. Pero es que no había comida para todos. Había gente peleándose por comida".
A pesar de las adversidades, Natalia destaca la humanidad que emergió en medio del caos. "Yo la verdad es que tuve muchísima suerte, porque no tenía ni cobertura ni batería, y me encontré a esta chica, que ni conocía. Sé que es la novia de un amigo mío, pero nunca la había visto en persona. Esta muchacha sí que tenía cobertura, y lo que íbamos haciendo era que, cuando alguien tenía cobertura, hacía el favor de contactar con la gente. Por ejemplo, uno llamaba a su madre, otro mandaba la ubicación a no sé quién... Se hizo como la típica sociedad superbonita, de unos que se ayudan a otros."
Sin embargo, la preocupación por quienes quedaron atrás persiste. "Yo no he podido descansar bien hablando con toda esta gente, porque me guardé el número de un montón de personas, y me iban contando que a la una y media seguían en el tren, que intentaban arrancarlo, pero no podían. Creo que los llevaron a un polideportivo de un pueblo y han pasado allí la noche. Pero es que... o sea, siguen sin llegar a sus casas. Tú imagínate cómo habrán dormido".
La experiencia ha dejado una marca profunda en Natalia, que seguro que contará a sus futuros hijos. "A mí lo que más pena me da es que todos los que hemos podido salir de allí y contactar con gente que viniera a recogernos somos los que estamos más jóvenes y mejor. Pero todo el mundo que era quien más lo necesitaba —los diabéticos, las embarazadas, los niños, etc.— se han quedado en el tren porque no podían hacer ese camino. Y eso me ha matado."
No faltaron gestos de solidaridad
En medio de la adversidad, tal y como nos cuenta la creadora de contenido, surgieron gestos de generosidad. "Una cosa súper guay, así como curiosa, es que la gente se volcó muchísimo los unos con los otros. Por ejemplo, cuando llegaba una familia a recoger a su sobrina, se metían en el coche cuatro más —aunque no cupieran— y se los llevaban al pueblo más cercano, para que pudieran cargar el móvil, llamar a su familia, e ir adelantando algo de camino. ¿Sabes? Cómo salir de esa zona, porque allí se vivía con una tensión... Estábamos en mitad de la nada. Allí no había nada. Entonces los acercaban al pueblo. Nosotros también acercamos a una chica a un pueblo, a otro chico a otro... También se formó algo bonito". Sin duda, una vez más, ha quedado demostrado el apoyo que las personas se brindan entre sí cuando ocurren situaciones como esta.