Ayer, mientras España se apagaba alrededor de las 12:30 del mediodía y Madrid caía en un colapso histórico, la incertidumbre se apoderaba de las calles... y también de la redacción de ¡HOLA!, donde se libraba otra batalla épica. No se trataba solo del cierre habitual del número semanal —que ya de por sí era todo un reto—, sino de un doble cierre, y el caos no había hecho más que empezar.
Además de nuestro número de siempre, teníamos entre manos el lanzamiento de un especial histórico dedicado al Papa, nada menos que 144 páginas que había que sacar adelante contra todo pronóstico. Un auténtico salto a la piscina... con doble tirabuzón y sin red.
Y todo esto con el reloj pisándonos los talones y la luz sin señales de regresar, al menos en un futuro inmediato. Lejos de dejarnos vencer por el miedo o la incertidumbre, elegimos hacer lo que mejor sabemos: reinventarnos.
Lo que sucedió en esas horas fue digno de un guion de Hollywood (o de un especial de portada). Con la ayuda inestimable de nuestro fotógrafo Fernando Junco, y gracias al talento incansable de Richi —nuestro informático, al que ya le prometimos una capa de Superman a medida—, logramos lo impensable: en menos de una hora, montamos una redacción completa con una sola toma de corriente conectada a un generador improvisado. Donde solo había oscuridad y desconcierto, se acabó construyendo, cable a cable, una redacción de emergencia en tiempo récord.
Mientras tanto, el CEO de ¡HOLA!, convertido en improvisado conductor de misión imposible, recorría las calles desiertas en un coche familiar: trasladando redactores de un edificio a otro, trayendo comida, comprando cables... ¡y todo mientras cerraba la portada del semanal y ultimaba los detalles del especial del Papa!
La odisea no terminó ahí: los redactores, CPUs en mano, pantallas bajo el brazo y teclados a cuestas, cruzaron Madrid como un ejército de campaña. Así conseguimos montar una nueva redacción improvisada en un edificio de la calle Velázquez, conectados todos a un generador externo y decididos a salvar las ediciones contra viento, marea y apagón.
Teclados chirriando, bocetos de portada volando, cables serpenteando por los pasillos… La Operación Cierre estaba en marcha. Y después de horas de tensión, carreras, cafés fríos y nervios de acero, cuando estábamos a punto de darle el ansiado "OK" a la última página... el sistema volvió a caer. Un silencio sepulcral recorrió la sala: la escena era digna de un infarto colectivo.
Pero ni siquiera eso nos detuvo. Después de una auténtica heroicidad que nos llevó hasta las cuatro de la madrugada, logramos lo imposible: cerrar ¡HOLA! y su número especial en medio del mayor apagón que se recuerda en España.
Y así, a pesar del caos, de la oscuridad y del colapso, ¡HOLA! estará este miércoles como siempre en todos los quioscos de España. Y este viernes 2, también saldrá a la venta el especial del Papa Francisco, completado contra todo pronóstico. Porque ni siquiera un apagón puede detenernos cuando se trata de cumplir nuestro compromiso con nuestros lectores y nuestra audiencia.
Una noche histórica que nos demostró que, pase lo que pase, el espectáculo —y la revista— siempre deben continuar.
HOLA.com también luchó contra la oscuridad
Pero no solo la edición impresa vivió una misión que parecía imposible. También en HOLA.com, la redacción digital se enfrentó al apagón sin previo aviso, con ordenadores en negro y una red colapsada.
"Pensamos que se habían ido los plomos", contaba una redactora entre risas al recordarlo. La primera reacción fue llamar al portero del edificio. Pero cuando dijo que el problema no era interno, y con lo poco que quedaba de red en los móviles, supimos la verdad: era un apagón en toda España. Algunos logramos contactar con nuestras familias usando teléfonos fijos, otros compartimos baterías y datos móviles. Entre llamadas, cortes, y mucho desconcierto, lo que más agradecimos fue… haber guardado algunos canapés del catering del fin de semana.
Mientras intentábamos entender qué pasaba, y entre bromas con Coca-Colas en la cocina —“Si el apocalipsis llega, que nos pille bailando”, se oyó decir—, el equipo tomó la decisión de marcharse a casa, listos para seguir informando en cuanto fuera posible.
El camino de vuelta fue otra historia. Semáforos apagados, atascos por todas partes, gente caminando por las calles, transistores encendidos en coches y esquinas, bares repletos y hasta grupos jugando a las cartas en plena calle. España en modo surrealista. Algunos caminaron kilómetros para llegar a casa, otros subieron escaleras sin ascensor.
“Era un lunes normal en la redacción, con todo lo que conllevan los lunes: noticias, entrevistas, charlas rápidas... Y, de repente, en la sexta planta, fundido a negro”, relataba otra compañera. “¿Lo habré perdido todo?”, pensó al ver apagado su ordenador. Al principio creímos que sería un corte breve, hasta que vimos que tampoco teníamos datos móviles. Desde la terraza, los semáforos apagados confirmaban lo que ya temíamos: la ciudad entera estaba paralizada.
La sensación era de desconcierto total: no sabíamos si quedarnos, si irnos, si podríamos comunicarnos con nuestras familias. Sin Google Maps, sin WiFi, Madrid se convirtió en un río humano, con miles de personas deambulando por las calles, formando corrillos en las aceras, compartiendo información de transistor en transistor.
“Cuando finalmente llegué a casa, después de hora y media caminando, encendí mi mejor compañero, mi transistor de pilas, y pasé las horas escuchando cómo poco a poco la luz iba volviendo a esta España nuestra”, contaba otra redactora.
Porque, en momentos como este, entendimos algo más: ni siquiera la oscuridad total puede apagar las ganas de contar lo que pasa. Lo que vivimos fue insólito, sí, pero también otra prueba de que en ¡HOLA! —en papel y en digital— estamos preparados para todo. Y que, pase lo que pase, seguimos adelante.