En una jornada marcada por el desconcierto y la incertidumbre, cuando gran parte de España quedó paralizada por un histórico apagón eléctrico, El Hormiguero encendió su luz —literal y simbólicamente— para cumplir con una premisa que parece no escrita, pero profundamente arraigada en el ADN del programa: pase lo que pase, el show debe continuar. Y así fue. Ni siquiera la oscuridad pudo con Pablo Motos.
A las 21:45, como cada noche, la sintonía habitual dio paso a una edición especial y extraordinaria del popular espacio televisivo de Antena 3. La electricidad había vuelto apenas unos minutos antes al plató, ubicado en la calle Alcalá 518, en Madrid, cerca de la estación de metro Suanzes, pero eso no detuvo ni al equipo ni a su presentador. Estaban preparados. "Teníamos un grupo electrógeno listo para funcionar si la luz no regresaba", confesó Motos ante un plató prácticamente vacío, con apenas 15 personas en el público, las únicas que pudieron llegar caminando. Fue un arranque inusual, en medio de focos portátiles y caras de preocupación, pero con una convicción férrea: había que estar.
Desde el primer momento, Pablo Motos marcó el tono de la noche con un monólogo que más que una introducción fue una profunda reflexión sobre nuestra sociedad moderna y su dependencia total de la tecnología y la energía eléctrica. “Nos hemos dado cuenta de lo frágiles que somos”, expresó. “Sólo nos tienen que quitar la luz y, en unos días, nuestra vida sería un caos”.
El presentador habló sin rodeos, con honestidad y cierta carga emocional. Explicó cómo este corte masivo de luz había dejado al país incomunicado: los móviles no funcionaban, Internet desapareció, las farmacias no podían dispensar recetas y el dinero electrónico resultó inútil. "Lo piensas y dices: 'hostias'. La tecnología se ha metido en todos los rincones de nuestra vida y sin electricidad no somos capaces ni de bajar una persiana", afirmó.
Pablo Motos no solo habló del presente, sino de lo que se venía advirtiendo desde hace tiempo. Recordó el aviso de la Unión Europea sobre la necesidad de tener kits de supervivencia en casa: linternas, radios, pilas, agua… "Anoche muchos nos tuvimos que envainar el habernos reído de esas recomendaciones", admitió, aludiendo también a su tertuliano Juan del Val, que había ironizado sobre la medida semanas atrás.
La emisión de El Hormiguero siguió adelante como si nada y, al mismo tiempo, como si todo hubiese cambiado. La coreografía inicial se mantuvo —aunque con rostros serios y cómplices miradas entre Motos y el productor Jorge Ventosa—, Marron hizo su sección científica y Juan y Medio fue entrevistado, aunque con el telón de fondo de una realidad innegable: España estaba en shock.
El propio Juan y Medio realizó lo que se calificó como una "auténtica heroicidad" al lograr llegar desde Sevilla a Madrid en medio del colapso. En lugar de centrar su intervención en el apagón, optó por la vía del humor, contando anécdotas como la noche en que rescató a una estrella internacional borracha, sin revelar su nombre. Fue una apuesta clara del programa por equilibrar la información y el entretenimiento, por dar un respiro al espectador sin desconectarse del todo de lo que estaba ocurriendo.
En ese momento, El Hormiguero optó por una estrategia diferente. Mientras otras cadenas apostaban por especiales informativos con un tono más alarmista, el equipo liderado por Pablo Motos mantuvo su formato habitual. Una decisión que buscaba preservar la rutina del espectador y ofrecer cierta sensación de continuidad. Aunque el programa fue inevitablemente distinto por el contexto, logró conectar con el ánimo general del país sin desviarse del estilo que lo caracteriza.
“Estamos en directo. Todo es muy raro, estamos esperando la comparecencia del presidente y no sabemos ni qué vamos a cenar porque la vitrocerámica tampoco va”, explicó Motos, entre resignación y determinación. "Lo que sí sabemos es que toda la solidez de nuestra economía y de nuestra forma de vida se va por el aire a través de la luz. Sin luz, no somos nada".