El funeral del Papa Francisco, celebrado en una abarrotada Plaza de San Pedro, no solo fue un evento de profunda solemnidad, sino también una auténtica obra maestra de diplomacia escénica. Y uno de los grandes protagonistas inesperados fue Donald Trump, quien logró colocarse en un asiento de primera fila, a pesar de que las primeras previsiones lo situaban bastante más atrás.
El truco del protocolo francés: la estrategia que reorganizó los asientos
Organizar un funeral de esta magnitud, con más de 50 jefes de Estado, 14 jefes de gobierno y 12 monarcas reinantes presentes, exige algo más que protocolo: requiere experiencia en gestionar sensibilidades... y egos. El Vaticano, con siglos de práctica, desplegó lo que el cardenal Vincent Nichols, actual Arzobispo de Westminster, llamó un "plan maestro" para contentar a todos sin ofender a nadie.
La prioridad inicial era clara: Argentina en primer lugar (por ser el país natal del Papa Francisco), seguida de Italia (por su condición de Obispo de Roma). Después, el criterio parecía simple: orden alfabético... pero en francés, el idioma tradicional de la diplomacia.
Este pequeño detalle alteró completamente las expectativas de muchos. Así, "Estados Unidos" se convierte en "États-Unis" en francés, adelantándose en el orden, mientras que "Reino Unido" ("Royaume-Uni") caía hacia el final de la lista.
Trump, Zelensky, Milei y un juego de sillas muy diplomático
Gracias a este truco lingüístico, Donald Trump y su mujer Melania se encontraron en un lugar de honor, flanqueados por líderes como el presidente de Estonia, Alar Karis, y muy cerca de Emmanuel Macron. Frente a ellos, el modesto féretro de madera del Papa Francisco y la solemne ceremonia que seguía su curso.
No solo Trump se benefició de este sutil acomodo: Volodymyr Zelensky, el presidente de Ucrania, también consiguió asiento en primera fila, a pesar de que su posición alfabética no lo favorecía. Según fuentes vaticanas, simplemente "ocupó una plaza vacía", aunque algunos sugieren que fue un gesto diplomático dado el contexto internacional.
Otros dignatarios de la primera fila fueron el presidente argentino Javier Milei, quien compartió asiento de honor por el vínculo de nacionalidad con el Papa, y el presidente italiano Sergio Mattarella.
Mientras tanto, el príncipe Guillermo y el primer ministro británico Sir Keir Starmer quedaron relegados varias filas atrás, no por desprecio, sino por la estricta aplicación de las reglas diplomáticas.
Un funeral histórico, un escenario de poder
La ceremonia misma fue una combinación de solemnidad y simbolismo. Más de 250.000 personas llenaron Roma para despedir al Papa del pueblo, mientras las oraciones en varios idiomas resonaban en el aire.
El propio Donald Trump, antes del inicio de la ceremonia, fue visto en animada conversación con Zelensky, un momento que algunos medios describieron como "histórico" por su simbolismo en tiempos de tensiones diplomáticas.
El funeral no solo honró la vida de un Papa humilde que predicó la paz y la apertura, sino que también mostró, entre bastidores, el arte milenario del Vaticano de lidiar con los grandes "egos del mundo". Como dijo el cardenal Nichols:
"Lo llevan haciendo desde que los emperadores gobernaban Roma. Saben cómo lidiar con los egos desmedidos."
Al final, entre coros en latín, lágrimas discretas y aplausos espontáneos, el mundo despidió a Francisco. Y Donald Trump, inesperadamente, tuvo un asiento privilegiado para presenciar uno de los funerales más históricos de nuestro tiempo.