Después de incesantes semanas de especulaciones, Michelle Obama ha roto su silencio para aclarar ciertas dudas, entre ellas por qué no acudió a la investidura de Donald Trump en enero. La ex primera dama no acompañó a Barack Obama en la proclamación del nuevo presidente de Estados Unidos, lo que causó cierto asombro, como tampoco lo hizo en el funeral de Jimmy Carter, donde habría ocupado un espacio al lado de Trump. Su ausencia desató una serie de rumores, pero pese a todo asegura que fue la "elección correcta".
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En uno de los episodios de su podcast, que presenta con su hermano, Craig Robinson, Michelle conversa con su invitada Taraji P. Henson sobre cómo es vivir bajo el escrutinio público. “La gente no podía creer que dijera que no por otra razón, tenían que asumir que mi matrimonio se estaba desmoronando”, señaló haciendo referencia a los titulares en torno a la toma de posesión de Trump o las salidas en solitario de su esposo. “Tuve que esforzarme al máximo para no hacer lo que se esperaba de mí, sino lo que realmente sentía que era lo correcto. Eso fue algo difícil", confesó.
La autora y activista dijo que tuvo que "engañarse" a sí misma para cumplir su deseo de no asistir a la toma de posesión, asegurándose de no tener nada que ponerse por si empezaba a sentir la presión."Empecé por no tener nada que ponerme", señaló acerca del momento en que tomó la decisión. "Si no voy a asistir, tengo que decírselo a mi equipo, ni siquiera quiero tener un vestido preparado, ¿verdad? Porque es tan fácil decir que me dejen hacer lo correcto". Si su equipo no le preparaba un vestido, sabía que no podría cambiar de opinión.
El ejemplo que quiere dar a sus hijas
Asistir a actos sin su marido, o viceversa, se enmarca en los esfuerzos de Obama por practicar el "arte de decir no" cuando le parece la decisión correcta. "Es un músculo que hay que desarrollar", explicó. "Y creo que sufrimos, porque es casi como si empezáramos a entrenar tarde en la vida para construir ese músculo, ¿verdad? Yo estoy empezando a construirlo ahora". "Quiero que nuestras hijas, quiero que las mujeres jóvenes de ahí fuera... Quiero que mis hijas empiecen a practicar diferentes estrategias para decir no", continuó. "Después de todo lo que he hecho en este mundo, si todavía les estoy mostrando que tengo que mantener... todavía tengo que mostrar a la gente que amo a mi país, que estoy haciendo lo correcto, que siempre estoy estableciendo, yendo alto todo el tiempo, incluso frente a mucha hipocresía y contradicción, todo lo que estoy haciendo es mantener esa barra loca que nuestras madres y abuelas establecieron para nosotras".
Desde que ella y su familia abandonaron la Casa Blanca en 2017, ha recurrido a la terapia para entender el impacto que tuvo en ella esa etapa de su vida. "Lo superamos. Salimos vivos", compartió. "Espero que hayamos hecho que el país se sienta orgulloso. Mis hijas, gracias a Dios, están sanas. Pero, ¿qué me pasó a mí?"."Hacer terapia me está haciendo ver que quizá, quizá por fin, soy lo bastante buena". Henson se mostró de acuerdo y comentó que, a menudo, las mujeres se convierten en "amortiguadoras" de las personas de su vida y asumen más de lo que deberían. "Has tenido que ser el amortiguador de tu marido, de tus hijos, de tu madre, de tu familia, de tus seres queridos, por estar en el punto de mira de la opinión pública. Eso no es justo para ti", señaló la actriz. "Te aplaudo. Me alegro de que te estés cuidando de la manera que necesitas", añadió.
No ha sido un camino fácil para Michelle Obama. Ella ha hablado abiertamente sobre las etiquetas y estereotipos que enfrentó como Primera Dama. Tanto ella como su invitada Henson dan fe de que, como mujeres negras, están acostumbradas a ser tachadas de "enfadadas" o "amargadas" a la primera de cambio. Durante la campaña presidencial de su esposo, Barack Obama, y su estancia en la Casa Blanca, ella expresó cómo sus intentos de mostrar humanidad y autenticidad fueron malinterpretados. "Algunas de las cosas más dolorosas que experimenté al entrar en esta vida de servicio público en las alturas en las que entramos fue durante la campaña presidencial de mi marido [fue] solo yo diciendo la verdad de lo que éramos, solo humanizándolo a él como hombre", recordó. "Dije: 'Es un gran hombre, pero no es perfecto. Tiene sus debilidades y sus defectos'". "Lo primero que dijo alguna periodista es que yo estaba amargada....Y te etiquetan como enfadada, porque hablas con fuerza o pasión sobre algo, aunque sea en el contexto de una gran alegría y orgullo", señaló con cierta incredulidad. Pero, por suerte, ha sabido cómo enfrentarse a esas críticas y a día de hoy da gracias a la terapia que la ha ayudado mucho.