Eran las 19.05 horas del 13 de marzo de 2013 cuando, gracias a la fumata blanca, se anunció el esperado 'Habemus Papam'. Todos los ojos estaban puestos en la basílica de San Pedro de Roma, el edificio religioso más importante del mundo que acoge la Santa Sede, y durante el segundo día del Cónclave y en la quinta votación, fue elegido el sucesor de Benedicto XVI. Jorge Mario Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires, fue nombrado sumo pontífice bajo el nombre de Francisco.
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Es el propio papa quien narra en el libro Esperanza, la primera autobiografía de un pontífice que se publica en la historia, cómo vivió ese momento, pero también los días posteriores. Entre otras cosas, llamó a su hermana María Elena, la pequeña de los cinco hermanos y la única que sigue viva, Después cenó con los cardenales en la que ha sido su residencia desde el principio y hasta el final, Santa Marta, un austero edificio en la Ciudad del Vaticano. Y, al día siguiente, visitó la basílica Santa María la Mayor para ver a la Virgen, de la que era un gran devoto. "Siendo cardenal, siempre había ido y sigo yendo, también antes y después de los viajes apostólicos, para que ella me acompañe, como una madre, para que me diga lo que tengo que hacer, para que vigile mis gestos. Con la Virgen estoy seguro", desvela sincero en sus páginas más personales, donde además confiesa que será el lugar en el que descanse para siempre. "Cuando fallezca, no me enterrarán en San Pedro, sino en Santa María la Mayor: el Vaticano es la casa de mi último servicio, no la eternidad", puntualiza.
Según sus propias líneas, el papa tenía muy claro cómo quería que fuera su despedida. Sencilla y sin grandes fastos, fiel a su personalidad y su trayectoria de cincuenta y cuatro años en el servicio religioso. "Estaré en la habitación en la que ahora custodian los candelabros, cerca de esa Reina de la Paz, a la que he pedido ayuda siempre y por la que me he hecho abrazar durante mi pontificado más de cien veces. Me han confirmado que todo está preparado", explica en unos párrafos en los que parece escribir sereno, rotundo, pero que encogen el corazón. El máximo representante de la fe católica lo tenía todo no solo pensado, sino también organizado y preparado. "El ritual de las exequias era demasiado ampuloso y he hablado con el maestro de ceremonias para aligerarlo: nada de catafalco, ninguna ceremonia para el cierre del ataúd. Con dignidad, pero como todo cristiano", explica.
Así es Santa María la Mayor
Santa María la Mayor es el templo dedicado a la Virgen María más importante del mundo y una de las cuatro basílicas mayores de Roma. Fundada en el siglo IV, combina estilos paleocristiano, románico, barroco y renacentista, reflejando siglos de devoción y arte. En su interior, alberga auténticos tesoros, como el altísimo techo, decorado con el primer oro traído de América, el mosaico del ábside o el venerado icono de la Virgen "Salus Populi Romani", patrona de Roma.
Debajo del altar mayor se encuentra, como en todas las basílicas papales, una pequeña cripta donde se puede ver la reliquia del pesebre que, según la tradición, pertenece al pesebre en el que nació Jesús. Además, está la tumba de San Jerónimo, el más célebre traductor de la Biblia.
La iglesia, también conocida como Nuestra Señora de las Nieves, está decorada, tanto en la parte inferior como en la superior, con grandes mosaicos y obras de arte, como la escultura del papa Pio IX. La capilla del Santo Sacramento posee en su interior otra llamativa cúpula. Otro de los rincones más llamativos, es el baptisterio, con una gran pila en bronce y la imagen de San Juan Bautista y al fondo un relieve de la Virgen María llevada a los cielos. Como curiosidad, el campanario medieval de Santa María es el más alto de Roma, con 75 metros.
Un milagro, el origen de la basílica
Según la tradición, en el siglo IV vivía en Roma un noble llamado Juan Patricio y su esposa, de la que se desconoce el nombre. Su posición era acomodada, habían sido bendecidos tanto con abundancia de bienes como de fe. Sin embargo, su gran dolor era que no podían haber tenido hijos. Durante años, habían rezado por un hijo heredero, pero sin ningún resultado. Finalmente, nombraron como heredera a la Santísima Virgen y le rezaron con devoción para que los guiara. Como agradecimiento, la noche del 4 al 5 de agosto, se les apareció al rico matrimonio, diciéndoles que deseaba que construyeran una basílica en el Monte Esquilino (una de las siete colinas de Roma), en el punto preciso que ella señalaría con una nevada.
Al mismo tiempo, también se le apareció al papa Liberio con el mismo mensaje. La mañana del 5 de agosto, brillaba el sol en la ciudad de Roma; sin embargo, una colina del monte apareció nevada. La nieve cubrió exactamente el espacio que debía ser utilizado para la basílica y desapareció una vez señalado el lugar. Pronto se construyó la Basílica de Santa María la Mayor, también conocida como iglesia de Santa María de las Nieves, por el milagro, o basílica Liberiana, en memoria del papa Liberio, que la consagró.
Cada año, el 5 de agosto, este milagro se conmemora con una ceremonia especial en la basílica, durante la cual se dejan caer pétalos blancos desde el techo, simbolizando la nieve. Este evento, lleno de significado y devoción, es una de las tradiciones más queridas de la basílica.
Claves de su devoción por la Virgen
Para entender la gran devoción del papa Francisco, cabe recordar varias claves. Por un lado, el lema episcopal y, después, papal del sumo pontífice: "Misericordiando y elegiendo", que hace una clara alusión a la Virgen, pues María es considerada en la religión católica como un modelo de la mirada misericordiosa de Dios hacia la humanidad. "He experimentado en mí mismo, en mi piel, que la mirada maternal de María puede iluminar las oscuridades y reencender la esperanza. Es una mirada que sabe infundir confianza y transmitir ternura", afirma en su autobiografía.
Por otro lado, el propio Obispo de Roma ha dedicado numerosas páginas de su libro a su abuela Rosa, a la que sin duda define no solo como su gran referente personal, sino también cristiano y, a la que le debe la mayor parte de su devoción por la madre de Jesús. "La abuela Rosa y el padre Enrique Pozzoli ("su guía espiritual") me enseñaron con su testimonio que la Virgen no es en absoluto un accesorio. Pues la familia humana se funda en las madres", afirma. Doña Rosa Margarita Vasallo de Bergoglio, dedicó su vida a colaborar en Acción Católica y dar conferencias por todas partes, un papel que marcaría el destino de su nieto. "La mujer que tuvo mayor influjo en mi vida", ha llegado a decir el papa Francisco en referencia a su abuela paterna.