Eduardo Casanova volvió a la pequeña pantalla como invitado especial de MasterChef. El actor y director acudió al talent culinario para acompañar a los jueces durante la primera prueba de la noche, sin imaginar que su visita terminaría con un pequeño accidente que acabó acaparando todas las miradas.
Desde el primer momento, Casanova se mostró cercano con los aspirantes y no dudó en bromear con ellos, rememorando incluso su paso por Maestros de la costura, programa que, según él, marcó un antes y un después en su estilo: “Me he liberado completamente del rosa. Ahora soy un lienzo en blanco”, declaró entre risas, ganándose rápidamente el cariño de los presentes.
Un consejo seguido de una caída
Uno de los momentos más comentados de la noche se produjo mientras Eduardo charlaba con la concursante Elena, quien le confesó que llevaba nueve años intentando entrar en el programa. Entre anécdotas, la aspirante reveló que su marido llevaba mal la distancia durante su participación en el concurso, y que había ideado algunos “trucos” para evitar mantener relaciones durante este tiempo.
Con total naturalidad, Casanova le ofreció un consejo que sorprendió por su sinceridad: “La que decide eres tú. Hazlo cuando te salga. Cuando no te salga, no lo hagas”, le dijo con complicidad. Un mensaje de empoderamiento que fue recibido con aplausos por sus compañeros.
Sin embargo, justo después de esta intervención, y mientras caminaba por la cocina del plató junto a Pepe Rodríguez, el actor tropezó con una cesta colocada en el suelo y cayó estrepitosamente al suelo. “Esto no lo vayáis a poner”, pidió al equipo del programa, aunque ya era tarde: las cámaras captaron el momento y el divertido percance terminó siendo una de las escenas más comentadas de la noche.
“Eres la Elena Francis del siglo XXI”
A pesar del susto inicial, Eduardo se lo tomó con humor: “Estoy bien, pero me he hecho daño”, comentó, mientras Pepe Rodríguez no podía contener la risa. “Eres la Elena Francis del siglo XXI”, bromeó el chef, en alusión al programa de consejos radiofónicos, convirtiendo lo que pudo haber sido un mal rato en uno de los instantes más entrañables del episodio.