El trágico accidente de helicóptero ocurrido el pasado jueves 10 de abril en el río Hudson, que cobró la vida de seis personas, incluyendo a la familia Escobar-Camprubí, compuesta por cinco miembros, y el piloto del helicóptero, ha sacado a la luz preocupaciones sobre el historial de mantenimiento de la aeronave y las prácticas de seguridad en los vuelos turísticos en Nueva York.
La aeronave, un Bell 206L-4 LongRanger IV operado por New York Helicopter, había experimentado problemas mecánicos meses antes del accidente. En septiembre del año anterior, se registró un inconveniente en el conjunto de transmisión del helicóptero, según datos de la Administración Federal de Aviación (FAA). Construido en 2004, el aparato acumulaba más de 12.700 horas de vuelo en el momento de su reparación, según ha adelantado el New York Post.
Por el momento, las autoridades no han emitido conclusiones sobre las posibles causas del accidente. La Junta Nacional de Seguridad en el Transporte (NTSB) ha indicado que determinar la causa del accidente llevará tiempo, especialmente debido a la falta de piezas clave en el lugar del siniestro. Sin embargo, la investigación abarcará diversos aspectos, incluyendo la experiencia del piloto, la localización de los restos aún desaparecidos y las operaciones de la empresa responsable de los vuelos turísticos en Manhattan. Además, se examinarán los trabajos de mantenimiento realizados en la aeronave siniestrada. La NTSB también ha alertado sobre fallos en la supervisión de la industria de vuelos turísticos en helicóptero, destacando vacíos legales que algunos operadores podrían aprovechar.
Las directivas de aeronavegabilidad para este aparato
Según informa el diaro neoyorquino, la FAA había emitido dos directivas de aeronavegabilidad relevantes para este modelo de helicóptero. La primera, en diciembre de 2022, solicitaba la inspección y posible reemplazo de las palas del rotor principal debido a problemas de "deslaminación", una condición donde las capas internas de la pala se separan debido a fatiga del material o defectos. La segunda, en mayo de 2023, requería pruebas y posible sustitución de los ejes del rotor de cola tras fallas reportadas en la transmisión del rotor de cola en modelos similares. Por ahora, los rotores del helicóptero continúan desaparecidos, según informó el viernes la presidenta de la Junta Nacional de Seguridad en el Transporte (NTSB), Jennifer Homendy.
En cuanto al piloto, Sean Johnson, de 36 años, era un veterano de los Navy SEAL con una pasión profunda por la aviación. Semanas antes del accidente, Johnson compartió un video en redes sociales mostrando su orgullo por sus logros en la aviación. El día del siniestro, pilotaba el Bell 206 en un tour turístico para la familia Escobar-Camprubí, originaria de Barcelona. La familia estaba en Nueva York celebrando el cumpleaños de Mercedes, de 8 años, y extendiendo un viaje de negocios de Agustín Escobar.
El accidente ocurrió aproximadamente 25 minutos después del despegue desde el Downtown Manhattan Heliport. Testigos describieron cómo el helicóptero se desintegró en el aire antes de caer en el río Hudson. Los equipos de emergencia encontraron la aeronave sumergida, y aunque recuperaron los cuerpos de las víctimas, componentes críticos como las palas del rotor principal y de cola aún no han sido localizados y la policía de Nueva York sigue trabajando en la recuperación de varias piezas del helicóptero siniestrado.
Un componente crítico en la investigación es el llamado 'Jesus nut', una pieza que asegura el rotor principal al mástil del helicóptero. Expertos sugieren que una falla en esta pieza podría haber causado la separación del rotor en pleno vuelo, llevando a la desintegración de la aeronave. El término 'Jesus nut' se originó durante la Guerra de Vietnam, reflejando la importancia vital de esta pieza en la integridad estructural del helicóptero, según informa el diario neoyorkino.
Este accidente ha reavivado el debate sobre la seguridad de los vuelos turísticos en helicóptero en áreas urbanas densamente pobladas como Nueva York. Las autoridades están bajo presión para revisar y, posiblemente, reforzar las regulaciones que rigen estas operaciones, con el objetivo de prevenir futuras tragedias y garantizar la seguridad de los pasajeros y residentes.