Madrid, Nueva York, París y Londres son solo algunos de los destinos a los que ha viajado Alejandra Martos, y no por turismo -que también- sino gracias a la que es su pasión y su oficio: la restauración de arte. No es un secreto que por sus manos pasan desde hace años muchas de las obras que se exponen en el Museo Thyssen de Madrid, y que su labor abarca desde la limpieza de un cuadro a la restauración de un Degas, Kirchner o Carpaccio, pero también acompaña estas piezas en sus viajes de un museo a otro.
Cuando se hace un préstamo de fondos a otra entidad, los restauradores se responsabilizan de la obra, de los trámites con el seguro y también de viajar con ella desde que sale de su "casa" hasta que llega a su destino. Y por este motivo, hace unos meses Alejandra (Madrid, 1974) vivió uno de los momentos más especiales que le ha dado su profesión: restaurar un Carpaccio en mitad de una sala del museo Met, en Nueva York, dentro de una vidriera de cristal, para que el público pudiera disfrutar de cómo se aborda una restauración.
Fuertes medidas de seguridad
Pero no estamos hablando de cualquier obra, sino de las obras más importantes de la historia del arte, lo que conlleva unas estrictas medidas de seguridad. Y así sucede que, cuando el traslado se produce dentro de Europa, la hija de Raphael y Natalia Figueroa se ha visto en la curiosa situación de viajar sentada con la obra en el coche blindado para proteger el préstamo, aunque la situación cambia cuando el viaje es transcontinental, ya que ahí solo le queda confiar en la profesionalidad de los trabajadores de los aeropuertos.
Como ha contado recientemente en una entrevista a la revista Harper's Bazaar, Alejandra no tiene cuadro ni artista favorito, porque el mundo del arte es inabarcable, por eso se centra en disfrutar de cada obra que llega a sus manos, en un trabajo que brilla más cuando se hace en equipo. El Museo Thyssen tiene la peculiaridad de contar con colecciones muy variadas y, estar presentes durante todo el proceso, la nutre como profesional y como amante del arte.
Esfuerzo y tesón
De sus padres ha aprendido a ser constante, que el esfuerzo es el punto de partida de cualquier meta y que los sueños hay que pelearlos, y con esas tres enseñanzas Alejandra ha sabido dibujar su camino, conservando el anonimato a pesar de ser hija de dos grandes personalidades españolas. De pequeña, soñaba con ser bailarina, pero descubrió el mundo del arte gracias a su padre, que mandó restaurar unas obras que despertaron la curiosidad de Alejandra cuando tenía 16 años. Y gracias a aquello, ahora se dedica a "una de las profesiones más bonitas del mundo", porque vida le tenía guardado otro sueño que se dibujaba entre pinceles, guantes, obras de arte y, en ocasiones, fuertes medidas de seguridad en coches blindados.