El exfutbolista Juan Carlos Unzué anunciaba hace unos días que, lamentablemente, el avance de la ELA que padece desde 2020, le obligaba a dejar su trabajo como comentarista de partidos de fútbol. Además, añadía en los micrófonos del programa El Partidazo de COPE, que: "He aprovechado muy bien los 57 años que tengo. Cuando me ha apetecido hacer algo, cuando he querido hacer algo, me he tirado a la piscina. Cuando he vivido con esa intensidad, esa sensación de plenitud, hace que esté mucho más tranquilo y que no eche en falta nada".
Su gran deseo
El exfutbolista aprovechó la entrevista para compartir su deseo: "Lo único que no merezco cuando no esté es que sientan pena o tristeza. Me gustaría que ese duelo sea lo más rápido y corto posible y que aprovechen cada día de su vida como yo lo he aprovechado".
"La gente me decía 'vas a pelear contra la ELA' y yo decía 'no soy tan estúpido de pelear con alguien a quien nadie ha vencido', por eso trato de convivir", ha confesado. Sobre la propia profesión, de la que no se imaginaba nada, ha aprendido "que es una enfermedad en teoría minoritaria, pero no puedes coger ningún referente porque es tan variable los síntomas y la velocidad de la propia progresión, que no te sirve tener de referencia a nadie. Mi enfermedad es de esta manera y la voy disfrutando o conviviendo con ella día a día".
Sus graves secuelas
Unzué ha hablado también sobre las graves secuelas que vas dejando a ELA: "Es cruel, es complicado ver cómo tu cuerpo se va deteriorando, pero a la vez eso es lo que le da sentido a la vida. Si además de ese deterioro físico, yo no supiese con quién hablo y con quién estoy, la vida no tendría sentido. Tener toda la capacidad cognitiva, como tenía, hace que pueda disfrutar de las cosas, de otra manera". Yo sé que después no va a haber nada más y por eso trato de aprovechar cada minuto que estoy aquí", ha explicado.
'No lloro desde el día que se lo dijimos a mis hijos'
El exjugador de fútbol ha abierto su corazón para decir que no ha llorado desde "el día que se lo dijimos a nuestros hijos. Llorar, alivia, pero yo, por mi forma de ser, me cuesta. A veces envidio a gente que es capaz de llorar y aliviarse. No recuerdo a gente llorando delante de mí. Lloramos el día que se lo dije a mis hijos, todos juntos, y sentí orgullo porque comprobé que estamos todos juntos y me sigo sintiendo muy orgulloso".