Si la cara es el espejo del alma, no hay más que ver las de Angie Rigueiro y su novio, Nacho Cerrillo, para entender que están pletóricos. Tienen esa ilusión y ese optimismo que solo se irradia cuando se está a punto de empezar algo nuevo que te llena de alegría. No es para menos.
Para ti que te gusta
Este contenido es exclusivo para la comunidad de lectores de ¡HOLA!
Para disfrutar de 8 contenidos gratis cada mes debes navegar registrado.
Este contenido es solo para suscriptores.
Suscríbete ahora para seguir leyendo.Este contenido es solo para suscriptores.
Suscríbete ahora para seguir leyendo.TIENES ACCESO A 8 CONTENIDOS DE
Recuerda navegar siempre con tu sesión iniciada.
La periodista y presentadora de deportes de Antena 3 TV prepara su boda con el analista financiero, de quien se enamoró hace casi dos años. Todavía están organizando los detalles, les quedan algunos flecos sueltos, pero la ilusión es enorme y ahora han querido adelantar, en exclusiva, algunos detalles del acontecimiento.
"Un momento muy bonito"
—Angie, se te ve muy feliz.
—Sí, estoy en un momento muy bonito de mi vida y eso se refleja en mi cara.
—Esta es la primera vez que posas con Nacho en un reportaje, y la verdad es que se ve mucha química entre vosotros.
—Es que hay mucho amor entre nosotros, mucha admiración y mucho cariño y respeto. Que haya posado hoy conmigo, sin tener nada que ver con mi mundo, ha sido para mí una muestra especial de apoyo.
—Empecemos por el principio, porque vuestra historia comienza de una forma muy especial. ¿Cuándo y cómo os conocisteis?
—Nos encontramos hace casi dos años, en una cena, gracias a la socia de una de las empresas de Nacho, a la que conocí por una amiga mía. Un día le dijo que tenía un partidazo para mí, que tenía muy claro que íbamos a encajar. ¡Y no se equivocó!
—¿Hubo esa noche alguna chispa especial, o el enamoramiento fue a fuego lento?
—¿A fuego lento? No, no. Desde el primer momento, hubo una química brutal. De hecho, estábamos en una cena de parejas, que podría haberse convertido en una pesadilla de no habernos gustado y, sin embargo, en un momento dado de la noche, nos encontramos hablando como si no hubiera nadie más con nosotros.
—¿Qué viste en Nacho para saber que era el hombre idóneo?
—He de reconocer que lo tuve claro desde el principio, porque nunca me había enamorado a primera vista, ni había tenido tanta química con una persona. Nacho, sin embargo, me gustó desde el primer momento. Es una persona muy buena y empática. Además, somos muy parecidos. Somos superfamiliares y a los dos nos encanta hacer deporte y viajar.
—¿Y tú, Nacho, qué admiras de ella?
—Angie es guapísima por fuera, pero lo que más me gusta es que lo es todavía más por dentro. Tiene un corazón enorme.
La graciosa petición
—Cuéntanos cómo fue el momento en que le pediste que se casara contigo.
—Fue durante un viaje que hicimos, el pasado diciembre, a Japón y Filipinas. Lo gracioso es que, como le estaban metiendo muchos pájaros en la cabeza, le dije: "Angie, que sepas que en este viaje no te voy a pedir el matrimonio. Para que disfrutes y no estés en tensión". El penúltimo día, nos fuimos a dar un paseo por la playa privada del hotel y, a la luz de la luna filipina, le pregunté si se quería casar conmigo.
—¿Cómo reaccionaste, Angie?
—Me quedé impactada. Fue un momento superbonito que no olvidaré nunca en la vida.
—Nacho, ¿es el primer matrimonio para ti?
—Sí... ¡Y el último!
—¿Y para ti, Angie?
—Para mí también es el primero, porque no me llegué a casar con el padre de mi hijo, aunque es verdad que yo llego al matrimonio con la peculiaridad de que ya soy madre.
—Después de tu experiencia, ¿te ha resultado más difícil volver a creer en el amor y dar el paso de casarte?
—Al revés. Cuando aparece la persona de tu vida, tienes la capacidad de enamorarte profundamente, como si fuera tu primer amor. Lo que sí es cierto es que yo llego a la boda muy madura, en el sentido de que tengo muy claro lo que quiero y lo que no quiero. Y también sé lo que tengo que dar y lo que me tienen que dar para que las cosas vayan bien. Con Nacho tengo, por ejemplo, una comunicación que no había tenido con ninguno de los hombres que habían pasado antes por mi vida.
Llena de felicidad
—¿Cómo estás viviendo, entonces, esta historia?
—Llena de felicidad. Nunca me había sentido tan dichosa como con Nacho. Tan tranquila, tan en paz, tan valorada y tan enamorada. Es muy bonito que una persona te encienda el corazón y que, al mismo tiempo, te aporte paz a la mente. Mi futuro marido lo consigue.
—¿Ya tenéis fecha de boda?
—¡Sí, nos casamos el 20 de junio en el Monasterio de El Escorial!
—¿Y el vestido de novia?
—Tendré dos y ya me los están diseñando. Uno para la ceremonia, el cóctel y la cena, digno de una boda en El Escorial, y otro para el fiestón que celebraremos posteriormente en la finca El Campillo.
—Eres madre de un niño, Ignacio, de casi seis años, nacido de una anterior relación. ¿Cómo está viviendo todos los preparativos?
—Está encantado. Es un niño que te lo hace todo fácil y que está muy entusiasmado, porque es quien nos va a llevar las alianzas. Además, se lleva muy bien con Nacho.
—¿Qué es lo que más te gusta de la relación que tienen?
—Lo parecidos que son. Los dos son muy buenos, sensibles y tranquilos. Estoy convencida de que Nacho va a ser un gran referente para mi hijo y de que se van a llevar bien toda la vida.
—¿Te planteas aumentar la familia?
—Si Dios quiere, sí. Nos encantaría a los dos, porque él no tiene hijos, aunque es muy niñero.
—Para terminar, Angie, defíneme cómo estás viviendo esta etapa de tu vida.
—Estoy viviéndola con mucha felicidad y alegría. Si algo me ha enseñado la vida es que, cuando te pasa algo bueno, tienes que disfrutarlo sin dejar que las tonterías te lo empañen.