José Calvo Poyato (Cabra, 1951), es doctor en Historia Moderna y uno de los más importantes escritores de género histórico en nuestro país. Es autor de importantes éxitos editoriales como Sangre en la calle del Turco, El Gran Capitán, El espía del rey, La ruta infinita, La Travesía Final, El año de la República y El rey regente, entre otros. En su última novela, Dueños del mundo (Harper Collins, 2025), aborda unos años clave en la historia de España en los que Felipe II se convirtió también en monarca de Portugal. A partir de entonces, en sus dominios no se pondrá el sol. Una narración histórica en la que no faltan la intriga política, varios crímenes y la búsqueda de la piedra filosofal.
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- Fuimos dueños del mundo y, sin embargo, no mucha gente conoce cómo se fraguó este hecho fundamental de nuestra historia. ¿Darlo a conocer ha sido un objetivo importante a la hora de escribir esta novela?
Con la incorporación de Portugal a la monarquía hispánica en 1580, no sólo se incorporó Portugal, sino todas sus posesiones en el mundo, algo clave para dominar las rutas marítimas. Ese era un primer objetivo, narrar cómo se produjo este episodio histórico tan trascendental de nuestro pasado.
También, he querido plantearle al lector una imagen de Felipe II que difiere de la que la leyenda negra construyó en torno al monarca y que le ha marcado a través del tiempo, llegando hasta nuestros días. Felipe II es un personaje que tiene sus rincones oscuros, como todos, pero también momentos muy brillantes.
- ¿La principal reticencia a la que se enfrentó Felipe II para ser proclamado rey de Portugal en 1580 fue, precisamente, que no era portugués?
El hecho de que Felipe II no fuera portugués y que, además, fuera castellano constituyó un doble factor que jugó en su contra, sobre todo entre las clases populares. De hecho, trataron de apoyar a otro candidato, Don Antonio, el prior de Crato, para oponer cierta resistencia a Felipe II.
Castilla era un reino mucho más poderoso que Portugal y los portugueses temían perder sus rasgos identitarios al quedar englobados bajo su influencia, una identidad propia que se habían ido forjando prácticamente desde el siglo XI y que les había ido consolidando como nación independiente.
Debo añadir que Felipe II se mostró siempre enormemente respetuoso con Portugal. Así, juró respetar en Tomar todas sus derechos y fueros tradicionales, estableció que el virrey que hubiese sería portugués o un miembro de la familia real y que los principales altos cargos serían también para súbditos portugueses.
- Cuéntanos cómo fue la compleja relación entre el duque de Alba y Felipe II.
El duque de Alba manifestó siempre una lealtad absoluta a Felipe II. En esos años, el rey le había desterrado de la corte por el matrimonio de su hijo, un enlace que contravenía ciertas normas de la época y que se llevó a cabo sin la autorización del rey, algo que era preceptivo para los miembros de los linajes más importantes de la nobleza.
Es en esta situación, y pese a que don Fernando Álvarez de Toledo era ya mayor y contaba con más de 70 años, cuando el rey le encomienda el mando del ejército en la contienda de Portugal. Su respuesta no deja de llamar la atención, le dice que se pondrá en marcha de inmediato para dirigir las tropas que se estaban concentrando en Badajoz y añade que no conocía ningún caso en el que alguien hubiera abandonado la prisión -así entendía él su destierro en Uceda- para ponerse al mando de un ejército. Era una manera de decirle a Felipe II que su lealtad estaba incluso por encima de esa decisión que el rey había tomado en su día de apartarle de la corte y mantenerle confinado en dicha localidad.
El duque de Alba era un gran general, un militar de primera línea como demostró en todos los campos de batalla, y Felipe II, que podía elegir a otros, decidió levantarle el destierro porque pensó que era el mejor general para llevar a cabo la campaña.
- Otros personajes históricos, como la princesa de Éboli, aparecen en tu libro. ¿Cuáles son los misterios que rodean a esta enigmática mujer?
Ana de Mendoza, la princesa de Éboli, fue una mujer excepcional, para bien o para mal. Estaba dotada de un genio particular, era una Mendoza y, por tanto, de una de las familias con más arraigo en la Corona. Se dio la circunstancia de que perdió un ojo, pero eso no le restó ni un ápice de atractivo, era “la tuerta” con ese parche y, sin embargo, era bellísima. Contrajo matrimonio con un portugués, Ruy Gómez de Silva, uno de los hombres más próximos al rey y con el que le separaba una diferencia de edad muy grande, algo, por otra parte, bastante corriente en la época.
Se dice que mantuvo relaciones con Felipe II, quien sería incluso el padre de alguno de sus hijos. También que tuvo relaciones con el propio Antonio Pérez y que hizo con él algún tipo de negocio que la relacionaría con ciertos enemigos de la Corona. También se habla de sus tensas relaciones con Santa Teresa al fundar un convento en Pastrana.
Y, por último, el último gran misterio es la prisión severa que le impuso Felipe II en el mismo momento en el que decidió el encarcelamiento de Antonio Pérez. Sobre el caso de Pérez hay abundante material documental, pero no así sobre el de la princesa de Éboli, cuyo misterio sigue ahí.
"Felipe II tuvo mucha relación con la alquimia y con conocimientos hoy denominados esotéricos o de ciencias ocultas"
- La alquimia, poder transmutar los metales en oro y plata, sobrevuela la novela ¿Fue real el interés de Felipe II en estas ciencias ocultas?
Felipe II tuvo mucha relación con la alquimia y con conocimientos hoy denominados esotéricos o de ciencias ocultas. Hoy nos parece que eso es una superchería, pero no era así en el siglo XVI. Tenemos siempre la tendencia a emitir opiniones sobre gentes de otro tiempo y desde la óptica de la época que nos ha tocado vivir, sin caer en la cuenta de que esos criterios que empleamos no son válidos para ese otro momento en el que sucedieron los hechos.
¿Cómo podía un hombre culto y leído como Felipe II, el monarca más poderoso de su tiempo, creer en aquello? Porque Felipe II es un hombre del siglo XVI, no del siglo XXI. Su vinculación a esos procedimientos tiene, además, una explicación muy lógica: es el monarca más importante de su época, tiene importantísimos recursos a su alcance, pero los gastos son enormes. ¿Por qué no iba a experimentar con la alquimia y explorar la posibilidad de que se pudieran transmutar los metales en oro y plata? Constan documentos sobre ello de alguno de sus secretarios y en el monasterio de El Escorial hubo una botica donde pudieron, perfectamente, realizarse prácticas alquímicas.
- La impresionante biblioteca escurialense da buena cuenta del ansia y amor por el saber de Felipe II. ¿Fue el gran monarca humanista del Renacimiento?
Felipe II va mucho más allá de esa imagen oscura y siniestra que nos vendieron sus enemigos y que muchos de nuestros compatriotas se han tragado. No podían derrotarle en el campo de batalla, así que optaron por inventarse un relato muy negativo sobre él y en el que se sustenta la leyenda negra.
He querido mostrar a un monarca culto, interesado en la pintura, en los libros, que está configurando la biblioteca de El Escorial, una de las más importantes de su época. En ese relato de sus enemigos, llegaron a sostener que vestía de negro por su carácter siniestro y malvado, cuando en realidad el negro que vestía Felipe II era brillante, elegante y muy atractivo gracias a productos que llegan de las Indias. España, la primera potencia política y militar de la época, influye en las modas y en la manera de vestir, como ocurrió con Versalles en el siglo XVIII o ahora Estados Unidos con los pantalones vaqueros.
"Felipe II medita y reflexiona mucho antes de tomar decisiones, incluso hay momentos en los que ese proceso se demora demasiado sobre algunos asuntos de estado que hubiesen requerido de mayor rapidez"
- ¿Le va bien el apodo del "rey prudente"? ¿Le pondrías otro?
Felipe II es, esencialmente, el rey prudente, por eso me pareció una salida de tono el título de “rey imprudente” del libro de un historiador tan importante como Geoffrey Parker.
Cuando los tercios vencen en San Quintín, Carlos I tiene noticia de ello en su retiro de Yuste y exclama: “Mi hijo a estas horas habrá entrado ya en París”. Eso es lo que hubiera hecho él, pues era un rey guerrero, pero Felipe II es tan prudente que no entra en París, pese a hallarse a unos pocos kilómetros y contar con toda la ventaja para hacerlo.
Felipe II medita y reflexiona mucho antes de tomar decisiones, incluso hay momentos en los que ese proceso se demora demasiado sobre algunos asuntos de estado que hubiesen requerido de mayor rapidez. El calificativo de prudente le encaja perfectamente.
- Por último, eres doctor en Historia Moderna y un gran autor de novela histórica. ¿Encuentras en la novela la mejor manera de acercar al gran público personajes y hechos de nuestro pasado?
Soy un historiador que lleva ya tres décadas escribiendo novelas y, en este tiempo, he comprendido que hay un público ansioso por conocer nuestro pasado, saber más acerca de muchos personajes y de por qué sucedieron las cosas. Probablemente, un ensayo histórico -que tiene un valor extraordinario- es una obra para los profesionales, no para quienes conocer los hechos y distan mucho de esa preparación académica.
En la novela histórica, sin perder de vista que se ficcionan cosas y entra en juego la creatividad literaria, es fundamental documentarse bien sobre aspectos tan simples como la indumentaria, la comida, las distancias y medidas de la época, etc. También, en mi opinión, no deben de alterarse los hechos históricos que tuvieron lugar, aunque puedan, por supuesto, tejerse otras tramas relacionadas y crear personajes.
Es una buena forma de acercar la historia al lector, sabiendo este de antemano que lo que tiene en sus manos es una novela y no un libro de historia, pero con ella podrá aproximarse a otro tiempo, a otros escenarios, a figuras importantes del pasado con un nivel de aceptación bueno y sin que sea un ensayo sesudo hecho por un historiador.