El papa Francisco, que permanece ingresado en el hospital Gemelli de Roma desde el pasado 14 de febrero por una neumonía bilateral, celebra hoy doce años de su histórica elección como líder de la Iglesia Católica. Eran las 19.05 horas del 13 de marzo de 2013 cuando, gracias a la fumata blanca, se anunció el esperado 'Habemus Papam'. Todos los ojos estaban puestos en el Vaticano, concretamente en la basílica de San Pedro, el edificio religioso más importante del mundo que acoge la Santa Sede, y durante el segundo día del cónclave y en la quinta votación, fue elegido el sucesor de Benedicto XVI. Jorge Mario Bergoglio, cardenal y arzobispo de Buenos Aires, fue nombrado sumo pontífice bajo el nombre de Francisco. Pero, ¿cómo lo vivió él desde dentro?
"Me han traído hasta aquí gratis, y a este pensamiento lo acompaña tanto la vergüenza como el estupor"
El cónclave es un proceso complejo y que genera muchas incógnitas. Gracias al testimonio del propio papa Francisco, ahora sabemos cómo vivió no solo este importante e histórico día, sino también los días previos. El hasta entonces cardenal Bergoglio ha dado detalles inéditos de cómo fue la votación en sus memorias. Una autobiografía que, según su coautor Carlos Musso, se debería haber publicado después del fallecimiento del papa, pero que se ha adelantado por la celebración del Jubileo 2025, el de la Esperanza, mismo nombre con el que ha titulado su obra, 'Esperanza. La autobiografía'
CRONOLOGÍA DEL CÓNCLAVE
10 DE MARZO de 2013: DOS DÍAS ANTES
La expectación en torno a la Ciudad de Vaticano era máxima, los feligreses y curiosos se contaban por miles y medios de comunicación de todo el mundo se desplazaron hasta la plaza de San Pedro para retransmitir, minuto a minuto, lo que sucedía. El 10 de marzo, y como cada domingo, el cardenal Bergoglio celebró misa en la capilla del clero Pablo VI de Roma, donde residía. Estaba tranquilo, puesto que su nombre no figuraba en la lista de candidatos que la prensa barajaba para sustituir al papa Benedicto, así que se fue a comer con la familia de su gran amigo, el también argentino monseñor Ubaldo Calabresi, con los que guarda una estrecha relación. "Charlamos todos juntos. De un poco de todo, y nada sobre el cónclave", matiza.
"Un estupor estupefacto, que ha conllevado también la contradicción de una gran paz: eso lo noté en el momento en que fui elegido para el solio de Pedro"
11 DE MARZO: UN DÍA ANTES
Antes del cónclave, se organizan las congregaciones generales, reuniones preparatorias a la que asisten todos los cardenales, tanto los tienen que derecho a voto (que son los menores de 80 años) como los que no. En ellas, discuten sobre temas importantes relacionados con la Iglesia y con el proceso de elección del nuevo obispo de Roma. También sirven para fijar la fecha en la que comienza el cónclave y otros detalles de la organización. En el penúltimo de estos encuentros, el hasta entonces cardenal Bergoglio intervino con un discurso "breve, improvisado y de cuatro o cinco minutos", tal y como recoge en su libro, pero sin duda fueron unas palabras que calaron hondo en algunos de sus compañeros, que no dudaron en acordarse de él a la hora de votar.
12 DE MARZO: PRIMER DÍA DEL CÓNCLAVE
Mientras todo el mundo estaba ansioso esperando la 'fumata blanca', el cardenal argentino estaba preparando su regreso a Buenos Aires, donde pasaría la Semana Santa. Un viaje perfecto para reencontrarse con su familia, que tan presente ha tenido en estos cincuenta y cuatro años de servicio religioso. Preparado para el primer día de votaciones, llegó a Santa Marta, la residencia donde se alojan cardenales y obispos durante su estancia en el Vaticano. "Esperan en fila a que comprueben y revisen sus bolsas, donde no puede haber móviles, portátiles ni ningún otro aparato. Tampoco periódicos", cuenta sobre el riguroso protocolo establecido.
"Durante todo el cónclave se impone el secreto más absoluto. Las ventanas se cierran, las señales de móvil se bloquean"
Hay varios ritos importantes. A las 10 de la mañana, celebraron en San Pedro la misa pro eligendo Romano Pontifice. Por la tarde, fueron en procesión desde la capilla Paulina a la Sixtina, donde tuvo lugar el juramento solemne. Y ya caída la noche, tuvo lugar la votación. Un encuentro que, tal y como lo define el papa, sería "un escrutinio por cortesía", es decir, como hay varios candidatos fuertes, uno vota al que cree que no va a salir. El nombre de Jorge Mario Bergoglio aparecía por primera vez en el recuento, aunque él le restó importancia. "Estaba absolutamente tranquilo", sentencia.
13 DE MARZO: SEGUNDO DÍA
Al día siguiente, se celebraron otras dos votaciones, pero con el mismo resultado: fumata negra. Teniendo en cuenta que las rondas son largas, eran 115 los conclavistas, se tomaron un descanso para comer. El hoy obispo de Roma explica que fue precisamente en este almuerzo cuando empezó a darse cuenta de que algo pasaba. Varios compañeros le preguntaban ansiosos por conocer sus respuestas, casi a modo examen. Y no solo eso, también relata alguna maniobra que otra para dejarlo fuera de los favoritos, pero salió intacto.
Se volvieron a reencontrar en el mismo lugar por la tarde para un cuarto escrutinio, en el que el resultado fue de nuevo negativo. Y, por fin, ya cuando rondaban las siete de la tarde y en la quinta votación, la fumata blanca de la chimenea de la capilla Sixtina anunciaba el ansiado 'Habemus papam'. Jorge Mario Bergoglio era proclamado nuevo papa tras conseguir setenta y siete votos sobre ciento quince. Aquí comenzó otro ritual. El primero, y antes de nada, aceptar la decisión de los cardenales.
"Si nunca me hubiera imaginado que el resultado de ese cónclave podría tocarme directamente, aún menos podía haber pensado en un nombre de pontífice"
HABEMUS PAPAM
Antes del salir al balcón de San Pedro, la imagen que todos recordamos, el sucesor de Benedicto XVI eligió minuciosamente cada detalle, pues sería la primera imagen que el mundo tendría de él. Así comenzó el proceso de vestición, que tiene lugar en la sacristía. El recién nombrado sumo pontífice rompió todos los cánones, rechazó el anillo, la cruz de oro y el atuendo tradicional (la muceta de terciopelo, pantalones y el roquete de lino) y se quedó con los que había llevado siempre. "No hubo nada preparado. Era sencillamente lo que sentía, con espontaneidad", recuerda.
Recibió la bendición de sus compañeros en la capilla Paulina. Según él mismo narra, siguió los pasos de Juan Pablo II y, a pesar de que se habilita un trono enfrente del altar para el besamanos, se mantuvo de pie para abrazar, con la generosidad que le caracteriza, a los presentes. "Es medieval que alguien se arrodille delante de ti y te bese la mano", sentencia.
Y ya, sin haberse preparado el discurso, tocaba salir al balcón de San Pedro. "No conocía el protocolo, de manera que le dije al vicario de Roma, el cardenal Agostino Vallini, y a mi amigo Hummes: ¡acompañadme! Tendrían que haberlo hecho Red y otros, conforme al ceremonial, pero yo lo ignoraba". Con esta naturalidad relata cómo volvió a romper las reglas tras ser nombrado Santo Padre. Y llegó el momento, el papa Francisco se presentó ante todos, unos minutos de gran emoción y que han pasado a la historia. "Estaba en paz. Sereno. Un sentimiento que nunca me ha vuelto a dejar", recalca.
PRIMERAS DECISIONES
Tras el cúmulo de sentimientos y de los solemnes actos, Jorge Mario Bergoglio ya era obispo de Roma y 266º papa de la iglesia católica, así como jefe de Estado de la Ciudad del Vaticano. Acababa de comenzar una nueva era y, con ello, la primera toma de decisiones. Rechazó la limusina, no solo para ese momento, sino también para todo su mandato. Pidió un coche normal y en la noche del 13 de marzo, se marchó a Santa Marta en la misma furgoneta en la que había llegado con el resto de cardenales.
"Estoy viviendo una larga vida, más que las de mis padres, que la de mis hermanos y, obviamente, una vida que el niño que el niño que fui nunca se habría ni de lejos imaginado"
Nada más llegar hizo dos llamadas importantes. Primero, a Benedicto XVI, su antecesor, para despedirse, darle las gracias y rezar por él. La segunda llamada era, sin duda, la más especial. En su humilde habitación ubicada en la citada residencia, levantó el teléfono para hablar con María Elena, su hermana pequeña y la única que sigue viva de sus cuatro hermanos: "Nos abrazamos por teléfono. Seguimos unidos, nos dijimos en el corazón".
La celebración con el resto de cardenales puso fin a un intenso día, brindó y pudo compartir con ellos este gran reconocimiento. Sin darse cuenta de que estaría acompañado por la mayoría durante estos 12 años, ya que al día siguiente comunicaría oficialmente que no se mudaba al apartamento pontificio. Escogió la habitación de invitados de Casa Santa Marta, la 201, que se situaba justo enfrente de la que él mismo había usado durante el cónclave, para establecer su nuevo hogar. "Han pasado años desde entonces. En Santa Marta me encuentro bien, porque estoy con la gente. Y si hay pequeñas incomodidades, son superables", explica en el capítulo 17 de su libro más especial.