"Hay cosas que pasan porque tienes que vivirlas y te cambian", asegura la influencer Paula Moya, conocida en redes como Paula Loves. Lo dice con conocimiento de causa. Ella ha vivido estos dos últimos años y medio entre altos y bajos, sonrisas y lágrimas o luces y sombras, da igual la forma de decirlo, porque todo nos lleva al mismo punto. En este aprendizaje existencial y nada fácil que la vida ha puesto en su camino, su apuesta vencedora ha sido saber enfrentar lo que ha venido y pelear sin rendirse. Y creer. En sí misma y en sus médicos, con el aliento de su familia y su marido, Diego Rivas, que la acompaña hoy porque hay mucho que celebrar. Van a ser padres por primera vez, aunque parecía que todo estaba en contra. "Fue un 'shock', porque no nos lo esperábamos. A Paula la iban a operar en unos días y no pensábamos en otra cosa. Fue una gran sorpresa", nos cuenta el empresario y emprendedor, fundador y CEO de Olympia Sports, principal cadena de clubes de pádel y de tenis en España. Se conocieron en un desayuno, presentados por un amigo común, Álvaro Preysler, por cierto, y se casaron el pasado agosto en una íntima ceremonia. Paula está de 20 semanas y el miedo ha dado paso ya a la felicidad más inmensa. Nos cuentan la historia de su bebé milagro.
Para ti que te gusta
Este contenido es exclusivo para la comunidad de lectores de ¡HOLA!
Para disfrutar de 8 contenidos gratis cada mes debes navegar registrado.
Este contenido es solo para suscriptores.
Suscríbete ahora para seguir leyendo.Este contenido es solo para suscriptores.
Suscríbete ahora para seguir leyendo.TIENES ACCESO A 8 CONTENIDOS DE
Recuerda navegar siempre con tu sesión iniciada.
—Paula dirías que este hijo ¿es un bebé milagro?
—Es un milagro. Y ha sido para mí un acto de fe y de creer. La historia se remonta a hace dos años y medio, me diagnostican un cáncer de cuello de útero y, además, como de un día para otro. Yo tenía el papiloma 16, el más agresivo, hacía diez años y cada seis meses iba a revisión. Me decían que todo estaba bien, y yo tranquila, porque, además, todo el mundo te dice que lo normal es que nosotras mismas lo desechemos.
—Pero no fue así en tu caso. ¿Qué sucedió?
—Pues que, en una de esas revisiones, me dicen que hay una lesión de alto grado, que es necesario hacer una biopsia y, en el resultado, se vio que había células cancerígenas. La primera opción fue quitarme el cuello, pero al quedar siempre unos milímetros, el virus puede permanecer ahí y migrar después al útero. Consulté a muchos médicos y, finalmente, mi ginecólogo de toda la vida me dijo: "Vamos a limpiar primero todo y, si vemos que es reincidente, valoramos". Se me cayó el mundo encima y lo pasé muy mal. Es como: "No puedo ser madre…", te planteas todo. Tengo un cáncer, quimio, radio, ¿no? Y bueno, salió bien, me quitaron este trocito y seguí en observación.
—Pero no terminó ahí, porque tuviste que someterte a varias operaciones.
—Fue reincidente, no cáncer, aunque sí una lesión de alto grado. Pero mi médico, que me conoce de toda la vida y me da mucha confianza y seguridad, siempre me ha animado a ser madre y me dijo: "Vamos a luchar, vamos a intentarlo y, si en algún momento veo que tu vida corre peligro, te vacío". El resto que consulté me decía que me vaciara, que estaba condenada a tener cáncer. Y soy consciente de ello, porque el papiloma lleva diez años viviendo dentro de mí, mi cuerpo lo ha normalizado y mi sistema inmunitario no estaba luchando.
—No es una decisión fácil, Paula: o seguir con riesgo o no tener la posibilidad de quedarte embarazada.
—Psicológicamente, lo pasé muy mal. Me preguntaba: "¿Qué hago?". Y he estado así: me limpiaban, lo analizaban, ¿no había nada grave? Seguíamos. En mayo de 2024, me metieron en quirófano por tercera vez. Como todo estaba aparentemente bien, mi médico me dijo que intentaríamos que me quedara embarazada después del verano, aunque muchos ginecólogos me habían dicho que iba a ser imposible con tres conizaciones y una de ellas tan agresiva. Llegó un momento, incluso, en que el doctor me dijo que mi caso lo tenía que llevar un gabinete.
'Tenía mucho miedo'
—Sigues con la decisión de intentar lograr tu sueño. ¿Cuáles son los siguientes pasos?
—En octubre fui al médico, me hizo una pequeña biopsia, me llamó y me anunció que había dado de nuevo positivo, que una cuarta operación… que había que quitar ya el cuello del útero. Todo mal. Es cierto que cabe la posibilidad de quedarte embarazada con fecundación in vitro, pero casi sería otro milagro en el sentido de que es un embarazo de mucho riesgo, de cama, complicado… Así que me dijo que lo intentaríamos una vez más, si yo aguantaba psicológicamente. Me operaban en diciembre y debía estar en revisión otro año, vigilando la evolución del papiloma y, si todo salía bien, podría someterme a una fecundación in vitro. Yo estaba psicológicamente muy mal. La operación era el 2 de diciembre y, una semana antes, me enteré de que estaba embarazada.
—¡Menuda sorpresa! ¿Sospechabas algo?
—Una parte de mí lo sabía, porque a mí, que no me venga el periodo, es muy raro. Y, obviamente, otra parte de mí tenía mucho miedo, porque pensaba que me iban a decir que no lo podría tener con la operación por medio. De hecho, me hice el test sola, porque, para mi marido y toda mi familia, era un drama una cuarta operación en dos años y medio. Esta era una intervención seria y nada era revocable. Y lo primero que hice fue llamar a mi médico.
—Un momento agridulce entonces, Paula: por un lado, el notición; por el otro, el miedo.
—Me ilusioné mucho, porque teníamos mucha ilusión de ser padres, pero no terminas de verbalizarlo. Para las mujeres, son situaciones muy duras; yo no me he dado cuenta hasta que me ha tocado a mí y me da mucha pena que la gente no lo cuente. Se habla del cáncer de mama, pero nunca del de cérvix. No sé si porque es un tabú social, porque es una enfermedad de transmisión sexual, pero nos puede pasar a cualquiera. El 85 por ciento de las mujeres son contagiadas del papiloma, pero no lo contamos.
—¿Qué te dijo el médico con tu llamada sorpresa?
—"¡Felicidades!". Y ahí sí, me puse a llorar. Lo hablé con mi familia, mi marido, mi madre. Me avisó de que era un embarazo de riesgo y me contó dos cosas: que debía hacerme un cerclaje. Me han operado el 11 de febrero, porque mi cuello no tenía la fuerza para aguantar el peso de un embarazo. Y que en el momento de esa intervención haría una biopsia porque, si esa lesión se convertía en cáncer, debía sacar al bebé a los siete meses.
—Hablas en pasado. ¿Ha cambiado algo?
—Hace dos semanas, me dieron el resultado de la biopsia y ¡la lesión ha desaparecido! Eso puede pasar en los embarazos, porque el sistema inmunológico se activa para proteger al bebé. Me siguen controlando igual y el papiloma lo sigo teniendo. Hay una posibilidad muy remota de que lo deseche durante el embarazo, pero llevo diez años así. Con lo que tengo ahora mismo, soy feliz.
—Estarás que no te lo crees…
—Sí, estoy que lloro de felicidad desde el día que me llamó el médico, él siempre me dice que soy la que rompe las reglas. Primero porque el papiloma no suele ser tan reincidente, y después porque me quedé embarazada al mes de intentarlo, con tres conizaciones, y 37 años… Sinceramente, me siento bendecida, agradecida a mi médico y a todo su gabinete, porque en el Clínico de Madrid me han tratado como jamás pensé y me han dado mi sueño, que es tener un bebé.
—¿Llegaste a pensar que no lo lograrías?
—En noviembre, pensaba que no iba a conseguirlo… -se toma unos segundos-. Me emociono. Lo pasé muy mal y toqué fondo. Me mentalicé de que era una persona enferma y me resultó muy difícil. Pensamos que somos muy jóvenes siempre y tuve que asumir que soy una persona que debe estar vigilada médicamente de por vida. Estaba muy triste y tiré la toalla sin saber que estaba embarazada.
—¿Sabéis y si es niño o niña? ¿Tenéis el nombre?
—Sí, lo sabemos --ríe-. Y tenía claro el nombre desde el primer día, tanto si era niño como niña. No he barajado otros, y a mi marido, que me hace la vida muy fácil, le encantaban los dos, así que no hemos dudado. Diego ha llevado la procesión por dentro y ahora está feliz. Hay cosas que te tienen que pasar y pasan, y te cambian, porque a mí me ha cambiado. Mi trabajo es muy frenético, complicado y esto ha transformado la forma de ver todo. Ya no le doy importancia a muchísimas cosas que no la tenían. Siento que tengo menos miedo. Obviamente, soy madre primeriza y seguro que no sé hacer nada. Pero aprenderé.