En la 97 edición de los Oscar, Morgan Freeman salió al escenario y recordó, con su voz profunda y su dicción perfecta, a su amigo, a Gene Hackman, el oscarizado actor que, días antes de la gala, fue encontrado muerto en su mansión de Santa Fe junto a su esposa, la pianista Betsy Arawaka, y el cadáver de uno de sus perros. La policía investiga porque aún no se sabe a ciencia cierta qué pudo pasar. En principio se ha descartado una fuga de gas y tampoco se hallaron signos de violencia en los cuerpos. Pero ¿qué le ocurrió a uno de los actores más rudos y profesionales de Hollywood? ¿A la inolvidable contraparte de Clint Eastwood en “Sin perdón”? Por el momento, las investigaciones siguen su curso, mientras familiares y amigos de la pareja se devanan los sesos tratando de entender qué pudo ocurrir para ese desenlace tan devastador.
De vez en cuando, Hollywood amanece con la noticia de una muerte que hace tambalear sus cimientos. De asesinatos a sangre fría a hipotéticos accidentes; de posibles, pero jamás demostrados suicidios, a desapariciones enigmáticas; si las vidas de las estrellas ocupan miles de páginas, sus muertes incrementan la leyenda y multiplican el misterio. De estrellas del cine mudo como Virgina Rappe, a reinas del “Star-system” como Lupe Vélez o Marilyn Monroe; de adoradas actrices como Natalie Wood a rebeldes sin causa como James Dean, River Phoenix o Heath Ledger; de víctimas de la locura ajena como Sharon Tate a víctimas de aún no se sabe quién, como George Reeves, los siguientes finales nos dejan a todos con la piel de gallina. La mortalidad de las estrellas desconcierta y duele.
¿Quién mató a Virginia Rappe?
Durante los años dorados del cine mudo, Virginia Rappe buscaba su lugar. Nunca tuvo papeles relevantes, así que la fama le llegó, desafortunadamente, por las circunstancias de su muerte, acaecida el 9 de septiembre de 1921. En los albores de los locos años veinte, las fiestas del actor Fatty Arbuckle eran el paraíso para las aspirantes a estrellas: el lugar donde podían encontrar a un productor que las encumbrara en el Olimpo hollywoodesco. En una de esas reuniones salvajes, Virginia Rappe murió. En un principio, se acusó a Fatty Arbuckle por haber orquestado un ataque sexual violento a la joven que acabó con traumatismos y su posterior muerte. Fue el primer gran escándalo de la Meca del Cine, profusamente descrito por Kenneth Anger en su imprescindible “Hollywood, Babilonia”. A Fatty Arbuckle se le condonaron los cargos.
Lupe Vélez no merecía ese final
Si bien es cierto que el “latin power” hoy está a la orden del día en Hollywood —Penélope Cruz lo demostró con su alto y claro “buenas noches” desde el escenario del Teatro Dolby— se debe en parte a la fortaleza de muchas actrices, en su mayoría de origen mexicano, que se adentraron en la fábrica de los sueños y abrieron puertas para las generaciones venideras. Entre ellas, Dolores del Río y Lupe Vélez, quienes mantuvieron a lo largo de los años una nada disimulada rivalidad. Lupe Vélez conquistó el corazón de los galanes de los años treinta y ella se enamoró locamente por Gary Cooper; cuando este amor fue imposible, se refugió en los brazos de Johnny Weissmuller, el mítico Tarzán, con quien se casó en Las Vegas, aunque en 1939 se separaron. Tras la ruptura, la vida de Lupe Vélez transcurrió de fiesta en fiesta, de fracaso amoroso a fracaso amoroso, hasta que la noche del 13 de diciembre de 1944 decidió acabar con su vida con una dosis de barbitúricos. Ella preparó la escena de su muerte y dicen que, cuando la encontraron, su cama estaba rodeada de flores y velas. Sin embargo, las malas lenguas hicieron correr la leyenda urbana de que encontraron su cuerpo junto a uno de los retretes de su mansión.
James Dean, un bello cadáver
Elizabeth Taylor pocas veces sufrió tanto como cuando se enteró que su amigo y compañero de rodaje en “Gigante”, James Dean, perdió la vida el 30 de septiembre de 1955, mientras viajaba a considerable velocidad (su pasión y su perdición) en su Porsche Spyder 550. Un estudiante, que conducía un Ford Tudor pisando el acelerador a tope, chocó con James Dean, quien no sobrevivió a la colisión. Tenía veinticuatro años y presentía su muerte, porque un día antes le había pedido a Elizabeth Taylor que cuidara a su gato. Por cierto, la frase que siempre se le ha atribuido (“Vive rápido, muere joven y deja un bonito cadáver”), en realidad la dijo Humphrey Bogart en una de sus películas. Cuando en 2013, Paul Walker murió en similares circunstancias fue inevitable pensar que James Dean le iba a dar la bienvenida allá arriba, en el cielo de los que viven demasiado deprisa.
George Reeves no era Superman
En los cincuenta del siglo XX, George Reeves se ponía en la piel de Supermán para una famosa serie televisiva. Aunque era una gran estrella de la pequeña pantalla, y contaba con una cohorte de fieles seguidores, a finales de los cincuenta no estaba pasando por su mejor momento. El 16 de junio de 1959, tras una fiesta en la que corrió el alcohol a litros, subió a su habitación y se pegó un tiro en la cabeza con una Luger de 9 mm. Su novia, Leonore Lemmon, y un grupo de amigos que estaban en el domicilio tardaron un buen rato en avisar a la policía. Estaban en “shock” y también bajo los efectos del alcohol. Al parecer, el actor, de cuarenta y cinco años, se enojó cuando vio que pasada la madrugada se había formado una fiesta improvisada en su casa. Enfadado, subió a su dormitorio y allí comenzaron a oír unos ruidos muy sospechosos. Lemmon hizo en ese momento un comentario del que se arrepentiría el resto de sus días: “Probablemente, ahora va a ir y se pega un tiro”.
Marilyn Monroe y las teorías conspiratorias en torno a su muerte
La divina Marilyn tenía una sensibilidad a flor de piel. Buena muestra de lo anterior son sus escritos, que se publicaron décadas después, y en cuyas líneas se trasluce el alma de una mujer atormentada. Mientras el “star-system” la posicionaba como un objeto de deseo, una bomba sexual que volvía locos a los hombres, ella solo aspiraba a ser querida. Sus fracasos matrimoniales con James Dougherty, Joe DiMaggio y Arthur Miller hicieron mella en sus ánimos, amén de su complicado pasado y de los severos problemas mentales de su madre, Gladys Pearl Baker, que ella siempre temió haber heredado. Después de su “Happy Birthday”, epítome de la sensualidad, al presidente Kennedy, el rumor del romance entre la actriz y el político se desató de costa a costa. Por eso, cuando Eunice Murray, el ama de llaves de la actriz, la halló muerta en el dormitorio de su casa de Brentwood, el 4 de agosto de 1962, surgieron una serie de teorías conspiratorias que negaban la versión del suicidio, y pensaban en alguna “mano negra” que terminó con la vida de la actriz, el “talón de Aquiles” del todopoderoso Kennedy.
Sharon Tate, la locura asalta Hollywood
También en agosto, pero siete años más tarde, un hecho violento rompió ante los ojos del mundo la imagen idílica de la Meca del Cine. Sharon Tate, la dulce actriz, esposa de Roman Polanski, y embarazada de ocho meses, moría de dieciséis crueles puñaladas a manos de los secuaces de Charles Manson. Dicen que la actriz suplicó por la vida de su bebé, pero ni una sola de sus súplicas fue escuchada. Muchísimos años después, en 2019, Quentin Tarantino se basó en este sangriento episodio para crear su “Once Upon a Time… in Hollywood”.
Natalie Wood, la duda eterna
Hace más de cuatro décadas que murió Natalie Wood y el misterio aún no se ha resuelto: ¿qué ocurrió realmente la madrugada del 29 de noviembre de 1981? El cuerpo sin vida de la actriz –inolvidable en películas como “Descalzos en el parque”. “Rebelde sin causa” o “West Side Story”– se halló flotando en las inmediaciones de la isla de Santa Catalina, al sur de California. Natalie Wood, de cuarenta y tres años, navegaba en el yate Splendour junto a su esposo, Robert Wagner, y el actor Christopher Walken. En un principio, la muerte de la actriz fue clasificada como accidente –las autoridades determinaron que Natalie Wood, en estado de ebriedad, se cayó por la borda–, aunque a lo largo de las décadas nuevas líneas de investigación –al parecer, sí se produjo una fuerte discusión entre Natalie Wood y su esposo– provocaron la reapertura del caso. Robert Wagner nunca se calificó de sospechoso, pero en 2012 las autoridades modificaron el certificado de defunción. En la actualidad, este dice que la actriz murió por “ahogamiento y otros factores no determinados”.
River Phoenix, la noche asesina
Poseía un talento infinito. Su interpretación en “My Private Idaho” marcó a toda una generación. El 31 de octubre de 1993, noche de Halloween, a la 1:51 de la madrugada dejó de respirar. Tenía 23 años. Lo que parecía una noche de fiesta acabó en una desgracia que destrozó a los Phoenix, muy especialmente a sus hermanos Rain y Joaquin, que estaban presentes cuando su hermano comenzó a convulsionar en la acera de Sunset Strip, frente a The Viper Room. Se intentó todo para salvar su vida y llegó al hospital Cedars-Sinaí, pero el daño ya estaba hecho y no sobrevivió a un cóctel letal de drogas. En 2008, más concretamente el 22 de enero de 2008 la muerte, por sobredosis de medicamentos, de Heath Ledger en su departamento de Nueva York recordó, en cierto sentido, el final de River Phoenix. La hipersensibilidad y el talento no les dio tregua para una vida en paz.
Bajo las luces de neón de Hollywood, hay callejones muy oscuros. Estas muertes son la prueba.