El 3 de mayo de 2007, la vida de los McCann cambió para siempre. Su hija Madeleine, de tres años, desapareció en Praia da Luz (Portugal). Pronto se van a cumplir dieciocho años de este caso, calificado por el Daily Telegraph, como el de una persona desaparecida “más denunciado de la historia moderna”. Porque a pesar del tiempo transcurrido, la familia, los investigadores y aprendices de médium no interrumpen la búsqueda de Madeleine, pero también de respuestas que aún no se han revelado. ¿Qué pasó realmente? Estos días, Julia Wandelt, una joven polaca de veintitrés años, ha sido detenida en el aeropuerto de Bristol por acosar a la familia de Madeleine. Julia insiste en que ella es Madeleine y ha bombardeado a la familia McCann con mensajes de texto y de voz, pero también con visitas a su domicilio entre el 3 de enero de 2024 y el 15 de febrero de 2025.
Por el momento, Julia permanece internada, de manera preventiva, en una prisión británica, según informó la BBC. La joven ya compadeció ante el Tribunal de Magistrados de Leicester y, el 7 de abril se ha programado su declaración ante el Tribunal de la Corona. Según los documentos legales, la conducta de Julia –quien se personó dos veces en la casa de los McCann, el 2 de mayo y el 7 de diciembre de 2024– “tuvo un efecto adverso sustancial” en las actividades de la familia “cuando usted sabía o debería haber sabido que su conducta causaría alarma o angustia”.
¿Quién es Julia? ¿Y Eugenea?
Desde 2022, cuando abrió una cuenta de instagram denominada @iammadeleinemccann, el nombre de Julia Wandelt comenzó a sonar entre quienes llevan años siguiendo de cerca el caso de la desaparición de Madeleine McCann. La joven sospecha que ella puede ser la pequeña desaparecida. ¿La razón? Según Julia, además de un parecido razonable, tiene una peca en la pierna y un coloboma ocular en el ojo derecho –un defecto hereditario poco común–, exactamente en los mismos lugares que los tenía la niña británica desaparecida en 2007. Al parecer, repetidamente ha solicitado a sus padres su certificado de nacimiento, pero no se lo han mostrado nunca. También argumenta que les ha pedido una prueba de paternidad, a la que también se han negado. Otras “pruebas” presentadas por Julia –para mostrar quién podría ser y el porqué de sus dudas razonables ante la versión de sus padres– son que jamás ha visto una fotografía de su madre embarazada y que su abuela siempre hablaba de Madeleine en casa.
El asunto se hubiera zanjado si los padres de Julia hubieran accedido a realizarse un test de ADN, pero ellos han aducido que con el certificado de nacimiento ya es más que suficiente. Hay indicios de que los Wandelt están hartos de estos pensamientos, para ellos fantasiosos, de su hija. El caso ya se ha ido por el derrotero de cierto circo mediático en el que también está interviniendo una psíquica, Fia Johansson, de origen iraní y quien en sus redes, seguidas por millones de personas, aparece como detective, sanadora holística y productora. Fia Johansson asegura que sin la prueba de ADN no se puede descartar que Julia sea Madeleine.
Sin embargo, Julia no es la única joven que defiende ser Madelaine. De hecho, hay una estadounidense, Eugenea Collins, que en 2024 se abrió un perfil de Instagram (@theofficialmadeleinemccaan) en el que declara: “Mi nombre es Eugenea Collins y soy la verdadera Madeleine McCann”. Según escribió en un post de su Facebook, del 2 de octubre de 2024, de niña no sospechó nada, pero de adulta comenzó a hilar datos que la hicieron reconsiderar su verdadero origen. De hecho, ver a Julia en un programa televisivo explicando de dónde podría proceder, le hizo sospechar que Julia no era Madeleine… porque Madeleine era ella.
Según reportaron medios británicos, una prueba de ADN realizada a Julia mostró que la joven tenía cien por ciento de procedencia polaca; sin embargo, el de Eugenea reveló, según contó ella misma al Daily Mail, que tun setenta y ocho por ciento de su ascendencia es inglesa y del noroeste de Europa. Y he aquí un dato más asombroso e inquietante sobre esta joven estadounidense. De niña, estaba convencida que su padre biológico era… ¡Christian Brueckner, el único sospechoso imputado por la desaparición de Madeleine! En declaraciones al Daily Mail, aseguró que cuando vio fotos Christian Brueckner pensó que se parecía a su padre biológico “o a quien me han dicho que es mi padre biológico toda la vida […]. Cuando vi por primera vez las fotografías de Christian Brueckner reconocí inmediatamente a ese hombre. Siempre me dijeron que estaba un poco loco”. Rocambolesco a más no poder.
Aunque ella sigue defendiendo su identidad, en principio está totalmente descartada su veracidad porque no tiene la mancha en el iris de su ojo derecho, el rasgo más característico de la pequeña Madeleine. Por otro lado, la fisonomía de sus orejas es totalmente distinta. Eugenea alegó que se las operaron de pequeña, precisamente para distanciarse lo más posible de la imagen de Madeleine.
Por el momento, Eugenea Collins se está encontrando con que su versión de los hechos no le parece consistente ni a la policía de Arkansas ni a los investigadores de la Operación Grange, del Departamento de Policía Metropolitana. Esta joven ha declarado que sus primeras sospechas surgieron cuando intentó sacarse su documento de identidad y no logró una copia de su certificado de nacimiento. “No puedo conseguir ningún tipo de identificación”.
La tragedia de los Mccann
Pocas personas pueden ponerse en la piel de la pesadilla que viven los McCann desde aquel 3 de mayo de 2007. Nadie imagina el nudo en la garganta y el dolor en el corazón que sintió Kate, la madre de Madeleine, cuando se ausentó de la cena que compartía con su esposo y unos amigos –a unos cien metros del departamento que habían alquilado para sus vacaciones– y se acercó para ver que sus hijos, Madeleine y sus hermanos gemelos, dormían tranquilos. En el preciso momento que vio que la cama de Madeleine estaba vacía un inmenso agujero negro se dibujó bajo sus pies y sintió que se moría. Desde entonces, ha vivido inmersa en el horror. Si esta fue la versión aportada por ella y por Gerry, su esposo, a la policía portuguesa, cuando desesperados los llamaron, cuatro meses después de la misteriosa desaparición de su hija, en septiembre de 2007, los detectives lusos, tras un interrogatorio exhaustivo a Kate, declararon “arguidos” (sospechosos) a los padres de la niña. De inmediato fueron tildados de “culpables” en un juicio mediático paralelo y sufrieron moralmente lo indecible por estas acusaciones infundadas. Después de aquello, los McCann regreson con el alma hecha pedazos al Reino Unido. No se halló evidencia alguna de su culpabilidad en esta línea de la investigación.
Ellos no han quitado el dedo del renglón, y han buscado hasta la saciedad al hombre que algún turista dijo ver con un pequeño de tres o cuatro años en Praia da Luz aquella noche. Solo había un retrato robot del mismo. En 2020, trece años después de la desaparición, todas las sospechas apuntaron a un preso alemán, de 43 años: Christian Brueckner, precisamente aquel que Eugenea pensó que podría ser su padre biológico. Este sujeto cumple condena por delitos de drogas en Alemania y por la violación de una mujer de setenta y dos años.
Cabe mencionar que la desaparición de Madeleine McCann tuvo una cobertura en la prensa británica descomunal; de hecho, en este aspecto se comparó con la que se dio tras la muerte de lady Diana, el 31 de agosto de 1997, en París. Gerry y Kate McCann se sintieron hostigados, por años, por la prensa sensacionalista de su país. En 2008, recibieron indemnizaciones por parte de Express Newspaper por los daños morales ocasionados, tanto a ellos como a sus compañeros de viaje. Cuatro años después de la desaparición de su hija, los McCann testificaron sobre la mala conducta de la prensa británica y apoyaron a quienes pedían una regulación mayor de la prensa. Por mucho que hagan nada les borra de la cabeza el día que decidieron cenar, a cien metros de la villa donde dormían sus hijos, con unos amigos. Y menos, la imagen de una cama vacía y la pesadilla de una búsqueda infructuosa. De ahí que debe de ser especialmente duro para ellos que jóvenes, como Julia Wandelt, se personen en su casa dándoles esperanzas que, quizá, ya han perdido.