La 97.ª edición de los Oscar ha sido la prueba de que the show must go on. A finales de enero, dieciséis mil hectáreas de tierra, en California, se vieron afectadas por los devastadores incendios que asolaron las inmediaciones de Hollywood. Hubo voces de peso, como la de Stephen King, que abogaron por la cancelación de los Oscar ante las trágicas circunstancias. Sin embargo, se siguió adelante con los preparativos. En los casi cien años de historia de esta noche mágica, jamás se ha suspendido la gala. A pesar de las inundaciones de 1938, de la II Guerra Mundial, de la muerte de Martin Luther King, del atentado contra Ronald Reagan, de la guerra de Irak o de la pandemia de la COVID-19, los Oscar nunca tiraron la toalla. Este año, la ceremonia se ha llevado a cabo el día estipulado, sin cancelaciones ni postergaciones, porque la fábrica de hacer sueños invita a la magia incluso en los tiempos más aciagos. No obstante, la gala tuvo un sabor agridulce, por esa necesidad de hacer soñar sin parecer insensibles ante el dolor ajeno. Una semana antes, un tétrico hallazgo movió los cimientos de Hollywood. Una de sus leyendas, el doblemente ganador del Oscar Gene Hackman (Sin perdón, French Conection o Bonnie & Clyde), aparecía muerto en su rancho de Santa Fe junto a su mujer, la pianista Betsy Arakawa, en circunstancias oscuras. ¿Cómo es posible que una estrella de la categoría de Hackman tuviera un final tan amargo? Morgan Freeman recordó, con profunda emoción, a su amigo muerto: "Gene, serás recordado por mucho. Descansa en paz, amigo mío".
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A pesar de los pesares, Hollywood estaba dispuesto a celebrar. Desde el martes, Steve Olive, el experto en alfombras en quien confía la Academia, desplegó los 4.645 metros cuadrados de alfombra que culmina en el Teatro Dolby. De nuevo, el rojo más glamuroso volvió a teñir el suelo hollywoodiense y se dejaron de lado experimentos como el de hace un par de ediciones, cuando se apostó por el color champán. Eso sí, sin flores bordeándola, en señal de austeridad, o más bien de solemnidad. De hecho, una de las ovaciones más largas, emotivas y unánimes fue la que todos los asistentes otorgaron a los bomberos de Los Ángeles cuando subieron al escenario. Como dijo el maestro de ceremonias, Conan O’Brien, era noche de brindar porque "la magia, la locura, la grandeza y el gozo del cine seguirán siempre entre nosotros".
Demi Moore acudía a la ceremonia como la gran favorita, después de su renacer, a los 62 años, y tras haber ganado todos los premios de la temporada y "tan llena de alegría que voy a estallar", confesaba
Lo que pudo haber sido
Y de nuevo un atisbo de ese espíritu resiliente de la Ciudad de las Estrellas salió a la luz. Quizá esta ha sido una de las ceremonias de los Oscar más polémicas —no estaba Will Smith—, pero más allá de las polémicas que han rodeado esta edición, la fábrica de entretener no interrumpió su ritmo. Los controvertidos tuits de Karla Sofía Gascón, que se hicieron públicos semanas antes de la ceremonia, provocaron que la intérprete española —la primera intérprete transgénero en estar nominada en la categoría de mejor actriz— pasara de tocar el cielo a hundirse en los infiernos, por media docena de esos mensajes que levantaron ampollas. Su papel en Emilia Pérez, del cineasta francés Jacques Audiard, comenzó ganándose el premio de mejor actriz para todo el reparto en Cannes, pero terminó relegada a un segundo plano en el resto de la temporada de premios. Finalmente, reapareció en los Cesar y, en el teatro Olympia de París, logró mantener su mejor cara cuando el presentador de la gala, Jean-Pascal Zadi, dijo que Emilia Pérez estaba nominada a mejor realización, mejor actriz y… mejor tuit, un chascarrillo que a algunos hizo reír y a otros, sufrir.
Si lo de los tuits de Karla Sofía Gascón ha sido motivo de discusión, no menos encarnizado ha sido el debate en torno a la utilización de la inteligencia artificial en El brutalista, especialmente para matizar y mejorar el acento húngaro de sus protagonistas, Adrien Brody y Felicity Jones. Los más puristas reclamaban, quizá con cierta razón, que la gran Meryl Streep jamás necesitó de la IA en posproducción para conseguir los matices más exquisitos en los acentos de sus personajes. Más allá de la polémica, Adrien Brody se alzó con el Oscar, conservó la distinción de ser el actor más joven en lograr la estatuilla en esta categoría (por El pianista, en 2003) —récord que amenazaba Timothée Chalamet— y habló con tal amor de la profesión de actor y de sus padres, que a más de uno hizo llorar.
Olé al acento español
No adelantemos acontecimientos y regresemos a la alfombra roja. Aunque nadie sospechaba su asistencia, Paz Vega, pese a ser habitual y miembro de la Academia desde 2019, se dejó en España sus gafas XXL y su ropa de ejecutiva, con la que la hemos visto en los últimos tiempos mientras promocionaba su ópera prima como directora, 'Rita', y se enfundó un vestido negro de Roberto Diz, con escote palabra de honor y cintura péplum. Ella fue de las primeras en dar un mensaje de concordia y amor en tiempos de turbulencia y un decisivo apoyo a Karla Sofía Gascón: "Me alegro de que haya podido venir. Todo el mundo tiene derecho a equivocarse y a tener una segunda, una tercera y una cuarta oportunidad, o las que hagan falta". Pero no fue Paz Vega la única actriz que puso acento español a una alfombra roja sencillamente espectacular. La presencia de Penélope Cruz sí se había anunciado y, como es habitual, no defraudó. Tenía una misión muy especial: presentar el Oscar a mejor película internacional, que ganó el filme brasileño Aún estoy aquí. La actriz habló en español sobre el escenario y repitió dos veces un 'buenas noches' que sonó a música celestial. Después de su falta involuntaria en los Goya, por una gripe inoportuna, la ganadora del Oscar en 2009 pisó la alfombra roja y demostró que es una 'reina' también de la elegancia. Su Chanel de inspiración nupcial, con corpiño drapeado y apliques plateados, le sentaba como un guante. Y si Penélope fue de blanco inmaculado, Ana de Armas —presentadora del Oscar al mejor cortometraje— eligió un vestido negro, al más puro estilo old Hollywood, de Louis Vuitton, la misma firma de sus joyas. Después del revuelo que causó su cita londinense con Tom Cruise, la actriz se dejó ver en Madrid con su novio, Manuel Anido Cuesta, lo que nos hace sospechar que su cita con la todopoderosa estrella tuvo que ver con cuestiones profesionales y no con amores made in Hollywood. Pero si un acento se hubiera querido escuchar sobre la alfombra roja, era el de Karla Sofía Gascón. La actriz accedió directamente al Teatro Dolby y se convirtió en protagonista involuntaria en el minuto cero, cuando Conan O’Brien se dirigió a ella con las siguientes palabras: "Si vas a tuitear sobre los Oscar, mi nombre es Jimmy Kimmel", bromeó arrancando una carcajada a la audiencia, mientras ella aguantaba el chaparrón. Menos mal que tenía a su lado a sus dos grandes apoyos: su mujer, Marisa Gutiérrez, y su hija, Victoria Elena.
De Miley Cyrus, irreconocible con nuevo 'look', junto a su novio, Maxx Morando, con quien acaba de estrenar convivencia, a Robert Downey Jr. y su mujer, Susan, a punto de celebrar 20 años de casados
Zoe Saldaña, la reina de la noche, sufrió con nueve años la pérdida de su padre, superó una infancia de rechazo y se enfrentó a la dislexia
Para la noche que soñó tanto tiempo, y que se le torció de una manera tan enrevesada, Karla Sofía Gascón eligió un vestido de escote asimétrico negro con incrustaciones de brillos. Hasta el último minuto no se sabía si iría o no. Su aparición en los Cesar fue la confirmación. En París, la actriz, manteniendo la compostura, juntó las manos en el gesto de Anjali Mudra, un símbolo de respeto y gratitud, que repitió en Los Ángeles. En sus redes compartía una imagen de su reaparición acompañada del mantra budista Nam Myoho Renge Kyo, el mismo que ha repetido en momentos clave de su carrera. La frase, asociada a la perseverancia y la superación de la adversidad, parece ser su respuesta simbólica a la tormenta mediática. Como reveló en exclusiva para The Hollywood Reporter: "No estoy segura de cómo me siento, pero estoy agradecida de estar de vuelta. Agradecida a todos los que han creído en mí: a Netflix, a la productora y a mis compañeros. Podemos cerrar este bonito y difícil camino que empezó hace tres años".
El brillo de la alfombra roja
Si Karla Sofía no posó por la alfombra roja, sí lo hizo Zoe Saldaña, quien deslumbró con un vestido en color vino de Saint Laurent, con Anthony Vaccarello como director creativo, y joyas de Cartier. Llegaba como clara favorita a mejor actriz de reparto por Emilia Pérez y se convertiría, horas después, en flamante ganadora, no sin antes lanzar un mensaje de conciliación y amor ante los micrófonos de los periodistas mexicanos —el peculiar narco musical no ha sido visto con buenos ojos en el país azteca—: "Adoro México y adoro ser latina", y añadió: "El arte se hace con amor y podemos hacerlo juntos y aprender para seguir creciendo". ¿Y qué decir de la actual 'princesa prometida' de Hollywood, Selena Gomez? La actriz, cantante, emperatriz de redes, futura esposa de Benny Blanco y compañera de rodaje de Karla Sofía Gascón y Zoe Saldaña dejó a todos con la boca abierta con un look inspirado en la icónica Sophia Loren. Con el asesoramiento de su estilista, Molly Dickinson, lució un vestido de Ralph Lauren de oro rosa, creado con 16.000 cristales Rosemont y gotas de vidrio cosidas, una a una, a mano. Si los brillos no eran suficientes para una noche de Oscar —su canción Mi camino competía en la categoría de mejor canción original—, las joyas de Bulgari hicieron el resto. Con apellido también latino y talento inconmensurable, Ariana Grande se ganó el favor de todos los fotógrafos por su puesta en escena, gracias a su vaporoso vestido en tonos nude de Schiaparelli Couture. Ella batió el récord de cristales: 190.000 los que colgaban de su falda.
No pudo cumplir el sueño de ganar el Oscar, pero Demi Moore ha interpretado el papel de su vida y ha demostrado que está en su mejor momento
Karla Sofía Gascón, que finalmente acudió a la gala, no pasó por la alfombra roja y no pudo alzarse con la estatuilla dorada, pero tuvo el mejor apoyo: su mujer y su hija de trece años
Curiosidades
- Hace más de cinco décadas que no había dos musicales compitiendo en la categoría de mejor película. Si, en 2025, 'Emilia Pérez' y 'Wicked' han competido por el Oscar, en 1969, luchaban por tan prestigiosa estatuilla 'Funny Girl' y 'Oliver!'.
- De tal palo tal astilla: dos candidatas al Oscar de esta edición, Fernanda Torres e Isabella Rossellini, han seguido las huellas de sus madres, Fernanda Montenegro e Ingrid Bergman, actrices que se llevaron el prestigioso premio a sus casas.
- Sean Baker ha igualado uno de los récords de Walt Disney, tras ganar cuatro estatuillas en una sola ceremonia: mejor película, mejor director, mejor montaje y mejor guion original.
La aparición sorpresa de Mick Jagger; la reunión de Whoopi Goldberg y Oprah Winfrey, las protagonistas de 'El color púrpura', o la de Meg Ryan y Billy Cristal, 36 años después de 'Cuando Harry encontró a Sally', fueron algunos de los momentazos
La 'sustancia' de la noche
Por fortuna, Hollywood lucha por romper paradigmas. Esto se notó con el Oscar a mejor vestuario a Paul Tazewell, por Wicked. Cuando subió al escenario y acarició su óscar, no pudo evitar recordar frente a todos los presentes: "Soy el primer hombre negro en ganar la estatuilla en esta categoría". Es decir, la noche prometía superar prejuicios enquistados en la meca del cine. Entre ellos, el 'edadismo', esa tendencia de creer que, con los años, uno (especialmente una) deja de ser atractivo a los ojos del espectador. La vida de Demi Moore, con 62 años, tiene un antes y un después de La sustancia. La actriz apareció espectacular en la alfombra roja, con un vestido metalizado de Armani Privé. El diseño era en sí un homenaje a su personaje, Elisabeth Sparkle ('brillo'). Rumer, la hija mayor de Demi y Bruce Willis, no dudó en usar las redes sociales para enviarle un mensaje de apoyo incondicional a su querida madre: "Mi madre, mi heroína. Mi vencedora para siempre". Estaba allí con sus dos hermanas, pero en ese momento Demi vivía en solitario los destellos de su paseo y los ecos que la aclamaban —antes de tiempo— como ganadora. Su historia es la de una mujer que nunca ha perdido la fe en sí misma, aunque muchas veces dejó de quererse y se perdió en los infiernos de la inseguridad. Su cuerpo, que tantos quebraderos de cabeza le dio en su juventud y que le provocaron anorexia y bulimia, ha sido también el que, cumplidos los 60, le ha permitido dar un poderoso mensaje al mundo. Por primera vez, los críticos han vuelto la mirada hacia ella y han visto que aquello de que "es una actriz para una tarde de palomitas" no era justo. En La sustancia, una película de horror corporal, Demi Moore no estaba sola. Con ella, en pantalla, Margaret Qualley. La hija de Andie McDowell ya hace tiempo que dejó de ser una joven promesa. Nominada a mejor actriz de reparto, para muchos ganó la distinción a una de las más elegantes de la alfombra roja. Y su diseño es un viejo conocido para Hollywood. Nicole Kidman lo lució para el emblemático anuncio, dirigido por Baz Luhrmann, en 2004, de Chanel n.º 5. También para muchos, Margaret Qualley es la sucesora de las grandes damas de la elegancia de la Ciudad de las Estrellas. Demi Moore, que iba vestida para triunfar, se quedó con el Oscar a un palmo de su cara, porque se lo llevó Mikey Madison, por Anora. Esta fue, sin duda, una de las grandes sorpresas de la noche. Con su primer papel importante, Mikey Madison, de 25 años, arrebataba el 'tío Oscar' a la gran favorita. Mikey vestía de rosa… y sí, a partir de ahora comienza una vie en rose para ella en la meca del cine.
Kieran Culkin, con el galardón entre las manos, confesó ante toda la audiencia, entre risas: "Mi mujer me prometió el cuarto hijo con el Oscar… ¡yo he cumplido!"
Ellas y ellos, la chispa de Hollywood
Porque la vida de una actriz premiada puede ser longeva y próspera. Halle Berry, quien ganó su estatuilla en 2002 por Monsters Ball, ha dado este año una lección de glamour. Adiós a la comodidad a favor del espectáculo: su vestido de Christian Siriano tenía un efecto de 'espejo roto' que se consiguió con un total de 7.000 cristales. Felicity Jones y Emma Stone, de Louis Vuitton, también se apuntaron a los tonos metalizados en plateado. No así la queridísima Goldie Hawn, presentadora junto a Andrew Garfield a mejor película de animación, la más oscarizada de todas las damas de la noche, con un vestido dorado de Dolce & Gabbana. Con ellas podríamos seguir y no parar —Julianne Hough, con un aire muy Marilyn; Cynthia Erivo, tan wicked y poderosa como siempre, o Lupita Nyong’o, impoluta de Chanel—, pero mención especial merecen algunos actores, que hicieron el más difícil todavía sobre la alfombra roja. Adrien Brody, brutal en El brutalista —discúlpennos la evidencia—, apareció con un esmoquin clásico, pero con un toque de brillo: un broche en la solapa derecha, que se convirtió en amuleto para su noche más especial. Curiosamente, el actor no fue el único que apostó por este complemento: Colman Domingo, Robert Downey Jr. y Sebastian Stan se sumaron a la tendencia. Y más allá del bien y del mal, y muy bien acompañado por su amor, Kylie Jenner, Timothée Chalamet. El actor, que se ha puesto en la piel de Bob Dylan en el biopic: Un completo desconocido, no parece ser supersticioso y pisó la alfombra roja con un traje de Givenchy en color amarillo; un valiente en lo estilístico, pero también en los riesgos cinematográficos que asume. Al final, el amarillo no le favoreció y no logró desbancar a Adrien Brody como el intérprete más joven en lograr un Oscar a mejor actor.
Póker de triunfadores: Adrien Brody, Mikey Madison, Zoe Saldaña y Kieran Culkin ya han grabado sus nombres en la historia de los Oscar
Como Marco mira a Zoe
La ceremonia comenzó con un ritmo inusitado, en buena parte gracias al trabajo profesional del presentador, Conan O’Brien, y a la emoción genuina que mostraron algunos ganadores. Según se levantó el telón, el primer premio de la noche recayó en las manos de Kieran Culkin (sí, el hermano pródigo de Macaulay Culkin) como mejor actor de reparto por su papel en A real pain, dirigida por Jesse Eisenberg. Con el óscar entre las manos, no dejaba de mirar a su mujer, Jazz Charton, a quien recordaba ante la nutrida audiencia: "Mi mujer me prometió el cuarto hijo con el Oscar… ¡Yo he cumplido!". Cuando se reveló que Zoe Saldaña había cumplido las expectativas y ganado el Oscar a mejor actriz de reparto, el cámara no paraba de fijarse en el rostro de la actriz y en las miradas de amor de su marido, Marco Perego, padre de sus tres hijos. Sin duda, hay que quedarse siempre con quien te mire, y aplaude, como este 2 de marzo Marco Perego aplaudió a su talentosa mujer, la segunda más taquillera de todos los tiempos, por cierto. Ella, desde el escenario, entre bromas y mucho amor, le piropeaba por su 'maravilloso pelo', después de sus románticas palabras: "El gran honor de mi vida es ser tu pareja". "Mi madre está aquí. Soy una orgullosa hija de inmigrantes —dijo Zoe, entre lágrimas—. Soy la primera norteamericana de origen dominicano en ganar el Oscar, y sé que no seré la última", destacó con el orgullo de llevarse un premio por interpretar y cantar un papel en español. Recordemos que tuvo una infancia marcada por la pérdida de su padre en un accidente de tráfico, siendo solo una niña de nueve años, y su madre quedó sumida en una profunda depresión y decidió enviar a la actriz y sus hermanas a vivir a República Dominicana. A ella le quiso dedicar el premio también.
Hollywood se va de fiesta también con acento español
Si la gala comenzó con ritmo y humor desternillante, como la parodia inicial a La sustancia, poco a poco fue bajando revoluciones y muchos comenzaron a (re)moverse en sus butacas. Como momentos especiales, la jovialidad y alegría de Mick Jagger, el incombustible roquero. El líder de los Rolling Stones entregó el premio a mejor canción y aseguró que Bob Dylan no quiso hacerlo, así es que lo llamaron a él: "Buscaron a alguien más joven", bromeó desde sus 81 bien vividos años. Otro momento que dará mucho de qué hablar fue el discurso, el más largo de la noche, de Adrien Brody, terriblemente emocionado, que habló de la fragilidad de los actores más allá del aparente glamour. Sus palabras fueron una caricia en el corazón a quienes se dejan la vida por una buena interpretación. La gala finalizó con el Oscar a la mejor película. Sean Baker, el director detrás de Anora, se subió al escenario como el gran triunfador de la noche: cinco estatuillas, un auténtico récord para el cine independiente. Por su parte, Emilia Pérez no consiguió, ni de lejos, los resultados esperados: de sus trece nominaciones, se tuvo que ir a casa con dos estatuillas, la de Zoe Saldaña y la de mejor canción original, por El mal. Como ocurre en cada gala, desde hace casi un siglo, algunos no premiados interpretan el papel de su vida cuando sonríen como si no les importara irse a casa sin el 'tío Oscar'. Hoy, a la grandiosa y sensible Demi Moore, se le ha congelado la sonrisa.
Rosalía, que protagonizará 'Euphoria III', sirvió de cicerone de Úrsula Corberó, que se estrenaba en las colinas de Beverly Hills
Cifras
- 270 millones de dólares: el impacto económico de los Oscar. Un dinero muy necesario para Hollywood tras la devastación por los incendios.
- "And the Oscar goes to…" a los 7.500 bomberos que no descansaron durante semanas por extinguir el fuego.
- 4.654 metros cuadrados: la superficie de la alfombra roja que desemboca en el Teatro Dolby. El precio asciende a 24.700 dólares.
- 57,7 millones de dólares: cifra en la que se ha estimado el coste total de la ceremonia de este año, lo que supone un aumento de 800.000 con respecto al año pasado.
- 1,95 millones de dólares: el coste de la retransmisión de un anuncio de 30 segundos en mitad de la gala.
- 45 segundos: el tiempo máximo que tienen los ganadores para pronunciar su discurso, aunque Adrien Brody hiciera caso omiso.
- 180 kilos de salmón ahumado: la cantidad usada para realizar los canapés que tomaron los más de 1.500 invitados en la Fiesta del Gobernador. Se calcula que el costo total del menú alcanzó los 650.000 dólares.
De Úrsula Corberó y Rosalía a Kaia Gerber: las estrellas celebran la gran noche del cine
Tras la tempestad, llega la calma. O la fiesta, o el business, el relax o la excusa perfecta para ahogar las penas en champán. Porque si bien la alfombra roja del Dolby Theatre es la antesala a la gloria, después, recoger la dorada estatuilla, es obvio que la posibilidad de encontrarte con el revés de esa moneda —quedarte sentadito en tu butaca y aplaudir a otro llevándose 'tu' premio— es de 5 a 1. Cuatro horas de nervios, de compromiso, de responsabilidad... y, muy probablemente, sin recompensa. Pues bien, afortunadamente, en Hollywood saben cómo resarcirte a ese estado de alerta retransmitido por televisión: las postparties. Las colinas de los Ángeles se convierten en un hervidero de meetings donde abandonarte al spleen. El de la Fundación de Elton John, el que organiza Vanity Fair en Wallis Annenberg Center... Encuentros donde la gente del cine 'trabaja' por una nueva edición, la del 2026, en la que el tío Oscar, por fin, se vaya contigo a casa. Fiestas en las que no hay tiempo, ni photocall, ni tampoco compostura que perder. Y elegir un segundo vestuario es conditio sine qua non. Quizás, eso sí, menos formal o más relajado (o subidito de tono, según se mire), porque la vida no se acaba cuando se apagan los focos: los paparazzi siguen ahí fuera. Y aunque no tengas ninguna película en liza, es tu oportunidad para conseguirlo el año próximo. Ese fue el caso de Úrsula Corberó, que debutaba en Hollywood con un Armani Alta Costura. Y acompañada de otra paisana que ya, en cambio, se las sabe todas: Rosalía, en un alarde de transparencias. Un juego, el del se ve y no se ve, al que jugaron otras estrellas como Olivia Wilde, Alessandra Ambrosio, Sofía Vergara (aquí, los cortes estaban estratégicamente dispuestos) o Kendall Jenner. Y si hablamos de los juegos del corazón, ahí tampoco las estrellas se quedan cortas. Katy Perry con Orlando Bloom; Margaret Qualley con Jack Antonoff; Paris Hilton con Carter Reum; Danna Paola con Alex Hoyer; Zoe Saldaña con Marco Perego; Jeff Bezos con Laureen Sánchez... O Elizabeth Hurley y su hijo Damian, que el amor filial también nos vale.