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Fabiola Martínez con blusa y gabardina© FERNANDO JUNCO

EXCLUSIVA

Fabiola Martínez se sincera: 'Todas mis relaciones han estado marcadas por los abusos que sufrí'

Acaba de publicar su libro de memorias, 'Cuando el silencio no es una opción', 'Bertín ha sido lo más sano que ha habido en mi vida'


13 de febrero de 2025 - 7:00 CET

Esta no es una entrevista amable. Sí, difícil. Y amarga. Y triste. Muy triste. Porque lo que ocurrió fue hace muchos años y, sin embargo, la culpa y el asco y la vergüenza la han acompañado siempre. No el recuerdo. Es cierto. Porque ella se encargó de sepultarlo en un cajón bajo muchísimas otras cosas encima. Algunas, también felices. Pero tampoco ha habido olvido. Era esa espita que, como la bombona del gas, encendía para sacar fuerzas de flaqueza y coger resuello. Porque, si había logrado sacar la cabeza de ese agujero lúgubre y terrorífico, era capaz de superarlo todo. Sucedió cuando tenía cinco años y explotó cuando contaba quince. Y aunque sus padres quisieron creerlo así hasta hoy mismo —que ya supera los 50—, no fue un hecho puntual. Diez años de pesadilla y, después, silencio. Un silencio como un velo negro. Opaco. Asfixiante. La omertà. Porque toda la familia calló. Cosas de la época… o de ahora. Porque lo que no se dice no existe. Decidieron resolver de puertas para adentro por miedo a que aquello se aireara a los cuatro vientos. Pero cuando una cosa no se ventila, la atmósfera se enrarece y todo se muere. Algo dentro se muere. Fabiola Martínez sufrió abusos sexuales en la infancia. Y se la robaron. Desde el momento justo en el que se produce ese primer tocamiento con el que todo se confunde y broca la arcada. Y ha habido rabia y desconsuelo y desapego y frialdad… con su familia y con ella misma. Ahora, gracias también a la ayuda de Marián Rojas, trabaja la paz interior y la reconciliación. Porque, cuando sufres una cosa así, el amor cobra otro significado, incluso enfermizo.

Fabiola Martínez© FERNANDO JUNCO

"Todas mis relaciones, de joven y adulta, han estado marcadas por los abusos que sufrí de niña. Me he dado cuenta de que había mucho más daño y dolor del que yo quería ser consciente"

Cuando el silencio no es una opción (editorial Espasa) es el título de tu libro, pero entiendo que más que eso es casi un ejercicio terapéutico.

—Intenso. Y que continúa. Escribir no te cura de repente.

—Pero ¿has logrado exorcizar fantasmas?

—He logrado sacar mucha oscuridad. Cuando verbalizas muchos pensamientos y emociones que tienes encapsuladas sientes cierta ligereza.

—Ahora hablas porque…

—Si no se habla, no ha pasado nunca. Quería romper el silencio y ser un altavoz. No quiero ser ejemplo de nada, pero si ayuda a alguien a sentir que no está solo, que somos muchos los que lo hemos sufrido, siento alivio. Quería dejar a un lado las críticas, los juicios —porque a la víctima se la juzga siempre— y verbalizar mi experiencia. Sé que hay muchas personas como yo. O, incluso, que lo han pasado peor que yo y que todavía ni siquiera han podido sanarse o reconciliarse con ellas mismas. Yo lo hago por ellos y, también, por mí. Quiero darle un sentido a lo que me pasó. Darle una utilidad.

—Y ponerle nombre a las cosas.

—Eso es. Porque la familia me impuso la ley del silencio. Pesaba tanto el 'qué dirán'… Y el 'qué dirán' no tiene ningún valor. ¿Qué pesa más: proteger a tu hija o ocultarlo todo?

—No es por justificar a tus padres. Obviamente no, pero ¿no crees que es algo generacional?

—Es generacional y es cultural. Pero, afortunadamente, la sociedad ahora está un poco más abierta a hablar de cosas que antes eran incómodas. Se han derribado muchos muros.

"El miedo nunca me ha echado para atrás, pero ¿sentirlo?, claro que lo he sentido. Aun así, yo no he educado a mis hijos con el miedo a que les fuera a pasar lo mismo que a mí"

—¿Cómo o por qué tomaste la decisión de no seguir callada?

—Hubo un detonante familiar. Con mi madre. Una conversación. Me dije a mí misma: 'Ya está, basta. Basta'. Basta de hacer como si no hubiese pasado nada. Porque yo ya estaba en un proceso de intentar reconciliarme con esa parte de mi misma. En cierta forma, todas mis relaciones, de joven y adulta, han estado un poquito marcadas por todo aquello. Me daba cuenta de que había mucho más daño y dolor del que yo quería ser consciente.

—Porque tenías que sobrevivir...

—Y lo escondes todo en el fondo de un cajón y pones cosas encima. Porque sientes que tú has participado de alguna manera, piensas que tú tienes la culpa. Y es verdad que mis padres reaccionaron rápido cuando se enteraron. Tardaron en darse cuenta, eso sí. Pero todo explotó cuando yo lo dije. A una prima mía. Y ella, a su madre, mi tía.

—¿Y la reacción fue taparlo?

—No reaccionaron bien, no. Nos enfrentaron. Mi padre le preguntó: '¿Esto es verdad?', y él lo negó. Dijo que eso no había pasado y que era yo la que había estado detrás de él. Yo sentí tanta vergüenza que bajé la cabeza y ya no volví a tocar nunca más el tema. Mis padres lo apartaron de mí. Nunca jamás volvimos a coincidir en ningún encuentro familiar. Pero ahí se zanjó todo. Ha sido ahora cuando lo he retomado con mis padres y cuando se han enterado de que no pasó solo una vez, sino que ocurrió a lo largo de los años.

—Cuando venía a entrevistarte, he leído los titulares que se han publicado sobre ti. Hablan de rabia, pero yo te veo serena…

—He sentido rabia mucho tiempo. Rabia, pero de impotencia, porque, con la conciencia de un adulto, siempre te queda eso de '¿y si me hubiera defendido?'. Lo trabajé con mi psicóloga y transformamos la dinámica. De niña, estás indefensa, no tienes las herramientas para defenderte… Tu trabajo como adulto no es juzgar al niño, sino reconciliarte con su inocencia. El reproche no es hacia ti, debe ser contra él. No debes martirizarte con el '¿por qué no le di una patada en los h*?'. Porque tú no eres la culpable. Ahora es fácil pensar en escapatorias, en salidas. Pero no valen de nada. No tienes que justificar que eres la víctima.

"Bertín ha sido lo más sano que ha habido en mi vida, pero el amor lo he descubierto al ser madre"

Fabiola Martínez con blusa y gabardina© FERNANDO JUNCO
Cuenta Fabiola que tuvo que aprender a ser fuerte y a valerse por sí misma cuando aún era una niña. Por eso, quiere hacer algo positivo con tanto dolor. "Todo aquel que lea esta entrevista, si se enfrenta a una situación incómoda, ya sea en la familia, en el parque o con el vecino, que sepa que ya no vale eso de “cómo me voy a meter yo ahí…". ¡Qué importa el apuro de ponerle la cara colorada a un señor! Qué insignificante es eso al lado de la vida de un niño y el trauma que arrastrará toda la vida"

—También porque tus padres, por aquello de no remover más el asunto, hicieron de él también una víctima con la omertà.

—Al menos, nos apartaron. Nunca más lo volví a ver. Jamás. Sé que, en algún momento, mi familia sí tuvo relación con él, pero yo nunca. Creo que mi padre le diría que no se acercara nunca más a mí y, desde entonces, delante de mí, ni se pronunciaba su nombre. Como si no existiera.

—Pero la pesadilla… 

—Lo he vivido más como 'vaya m* lo que me ha pasado, pero tengo que seguir y seguir y seguir…', que como una pesadilla. Hasta que llega un momento en el que te dices: 'Oye, igual tienes que parar. Parar y resolver. Deja ya de tapar tu dolor con cosas, porque el dolor no se va'. No es algo que superas. O que aceptas, porque no aceptas nunca lo que te ha pasado. Aceptarlo sería como asumirlo. Y no. Yo era una niña. No podía hacer nada. Y no puedo seguir juzgándome pensando que habría podido parar aquello. Yo no podía. Tenían que haberlo hecho todos los adultos que estaban a mi alrededor, que no quisieron darse cuenta de que yo ya no era la misma. Porque los niños damos señales. 

—Tu actitud, tu humor, tu rendimiento escolar… debió de cambiar, entiendo. 

—Recopilando fotos para el libro me percaté de una cosa: de pequeñita era una niña muy alegre, siempre bailando y cantando… 

"La factura a pagar es… dura. El sexo y el amor nacían de un error. Si me deseaban, es que me querían. Yo he estado muy enamorada o enganchada, no te sabría decir"

—Muy pizpireta, vaya.

—Exacto. Pero hay un momento en el que todo cambia. De hecho, hay una foto que llama mucho la atención porque estoy posando en un sofá con un vestido maravilloso… y, en vez de sonreír, estoy rígida, seria, en tensión. ¿A nadie se le pasó por la cabeza que algo podía estar pasándome?

—¿Y en el cole tampoco identificaron nada?

—Nada. Yo nací en el 72… Hablamos del 77 o 78… Imagínate. Ni había protocolos, como ahora. Afortunadamente, hoy todo eso ha cambiado. 

—¿Has logrado perdonar?

—No es una cuestión de perdón a mis padres, es de entender. Cuando existe una falta de comunicación, la base sobre la que construimos es errónea. Y no es que no me quisieran, solo que ellos me querían —o me quieren— como saben querer. Ellos tampoco lo han tenido fácil. Yo, en cambio, he tenido la suerte de vivir con mucha conciencia de lo que quería en la vida. Y con esa fuerza he podido cambiar el patrón de lo que podría haber sido mi vida.

Fabiola Martínez con un conjunto granate© FERNANDO JUNCO

"Que me robaran la infancia no ha determinado que sea la madre que soy. Sí, en cambio, no querer ser como mi madre e intentar hacer las cosas un poco mejor"

'Fabiola, tú puedes'

—Hay quien, con un dolor como el tuyo, se rompe para siempre...

—Pero yo no tenía opción. De verdad que no. Solo salir de ahí. Y usaba aquel infierno como mi fortaleza. Era mi resiliencia. De ahí sacaba las herramientas para sobrevivir. He tenido momentos de: 'Dios mío, ¿para dónde voy? ¿Qué hago? ¿Cómo arreglo esto?'. Y, entonces, me acordaba: 'Fabiola, tú has pasado por esto y lo has superado. Tú puedes'.

—Pero la factura a pagar es…

—Dura. Mira, para mí el sexo y el amor nacían de un error. A mí, si me deseaban, me querían. Bertín ha sido la pareja más sana que he tenido hasta ahora, pero el amor como tal lo he descubierto convirtiéndome en mamá. Ese amor incondicional, el puro, el de entrega. Yo he estado muy enamorada o muy enganchada, no te sabría decir. Con Bertín, de hecho, he vivido una vida muy bonita, pero, después de casados, yo seguía manteniendo mi piso de soltera porque, si algo salía mal, tenía dónde ir. Sin embargo, jamás me plantearía renunciar a nada que tuviera que ver con mis hijos. A mí lo que me da la perspectiva de un amor de verdad son ellos. En la última sesión que tuve con Marián Rojas me preguntó: '¿Tienes ganas de enamorarte?', y yo le respondí: 'No sé si estoy preparada, pero me encantaría. Me encantaría ver —con la conciencia que tengo ahora de las cosas— si experimento el amor de otra manera'.

Fabiola Martínez en una foto de archivo con sus hijos Quique y Carlos© JAVIER ALONSO

Amor con condiciones

—Porque, hasta ahora, ¿de qué manera lo experimentabas?

—Lo vivía mal. Cuando ocurrió todo, lo que a mí me decía era: 'Yo te quiero', 'si dices algo a tus papás, no te van a querer'. Y yo, como una niña que era, lo único que quería es que me quisieran... En mi caso, más. Porque yo no crecí en un entorno muy afectuoso, tenía carencias afectivas. Era más fácil convencerme de que eso era cariño cuando, en realidad, no era sano.

—¿Y de mayor?

—Condicionó muchas de mis decisiones y algunos aspectos de mi forma de ser. Me hizo, por ejemplo, más desconfiada, manipuladora… Porque tiendes a darle la vuelta a la situación y el agredido agrede y porque aprendes a hacer las cosas de una manera y crees que esa es 'la manera' hasta que te reeducas y descubres que te estabas equivocando y que lo que estabas dando no era amor.

—¿Lo hablaste con Bertín?

—Cuando empezamos la relación e íbamos un poco más en serio. Si había algo en mí que no estaba bien, quería que entendiera por qué.

—¿Y?

—Me escuchó. Lo vivió como algo que ya había pasado, que no nos afectaba, que formaba parte de mi pasado, que no tenía nada que ver con nuestra relación. Y así se quedó.

"Yo no crecí en un entorno muy afectuoso, tenía carencias afectivas. Era más fácil convencerme de que eso era cariño cuando, en realidad, no era sano"

Fabiola Martínez apoyando el brazo sobre su rodilla© FERNANDO JUNCO
Confiesa Fabiola, emocionada, que cuando habló con Carlitos fue liberador. De hecho, ahora que lo ha contado, dice, también ha sido consciente de que no estaba sola, "de la cantidad de gente que se me acerca y me dice: “A mí, también". Sin embargo, cuando era pequeña, nadie supo ver las señales. Cosas tan sencillas de las que ahora se ha dado cuenta con solo revisar sus fotos de infancia, como, pese a llevar vestidos de princesita, su mirada estaba como ausente

—Bueno…

—Ya... Lo entendió como un capítulo más y como no podía intervenir y ya no podía cambiarlo pues…

—¿Carlitos?

—A raíz del libro. En verano. Nos fuimos a República Dominicana y allí se lo conté. Y tuvo una reacción bastante bonita. Me dijo que era muy valiente. Y que se sentía orgulloso. Fue liberador. Carlitos ya no es un niño, es un adolescente.

—¿De qué manera tu secreto te ha determinado a ti como madre?

—Que me robaran la infancia no ha determinado que yo haya decidido ser la madre que soy. Sí, en cambio, no querer ser como mi madre e intentar hacer las cosas un poco mejor.

TEXTO

Luis Nemolato

FOTOS

Fernando Junco

ESTILISMO

María Jofre

REALIZACIÓN

María López Rey

AGRADECIMIENTOS

Hotel Intercontinental

LOOK 1

CAMISA: MOMONI / PANTALÓN: ENCUENTRO / CHAQUETA: SEZANE / ZAPATOS: COOSY / JOYAS: SPECCIALE

LOOK 2

BONBINI / JOYAS: SPECCIALE 

FOTO ADICIONAL

 JAVIER ALONSO

Maquillaje y peluquería

EVA ESCOLANO

LOOK 3

 PANTALÓN Y CHAQUETA: ENCUENTRO / ZAPATOS: COOSY

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