En 1961, Silvia Pinal logró convencer a Luis Buñuel de que ella sería la actriz idónea para ponerse en la piel del personaje de Viridiana: una novicia de fervorosa fe que tiene que lidiar con los deseos que don Jaime, su tío, siente hacia ella. La película se las vio y se las deseó para sortear la censura. Desde El Vaticano se la calificó de blasfema e impía y el gobierno español ordenó la destrucción de la cinta. Aún así, lograron llevar una copia a Cannes y ganar la codiciada Palma de Oro. A pesar del galardón, los censores decidieron quemar la cinta y borrarla de la faz de la tierra. Según contó Michelle Salas, con motivo del cincuenta aniversario de la cinta, su bisabuela se cosió los negativos a la costura de un abrigo y voló con ellos a México. Una vez en tierra azteca, enterró en casa de unos amigos la preciada copia. “Hoy, tenemos la oportunidad de tener esta obra maestra gracias a ella. Una mujer entrañable, valiente y a la que admiro y respeto con todo mi corazón”, reveló la influencer con Cannes a sus pies.
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Hay otra versión que cuenta que Silvia Pinal llegó al aeropuerto y comenzó a ser acosada por fans que le pedían autógrafos en la zona de la aduana. Cuando los de seguridad la interrogaron por los carretes que llevaba, ella se limitó a decir: “Películas caseras”, y le permitieron volar con ellas. Sea una u otra versión (o quizá una combinación de ambas), lo cierto es que Silvia Pinal siempre supo que profesionalmente su vida había dado un giro de ciento ochenta grados gracias a Luis Buñuel y se lo agradeció eternamente.
LA OTRA CARA DE LA MONEDA
Cuando el 17 de enero de 1963, Silvia Pinal y Gustavo Alatriste –su esposo, empresario y quien no dudó en producir la icónica película protagonizada por su mujer– tuvieron una hija, no dudaron en llamarla Viridiana y en pedirle a Buñuel que fuera su padrino. Tristemente, la felicidad conyugal no duró demasiado y cuatro años más tarde la actriz y Gustavo Alatriste se divorciaron. Viridiana Alatriste nació con un talento innato. Desde los diez años, aparecía frente a las cámaras espontánea y demostrando una gran soltura escénica. De hecho, en 1973 participó en un programa televisivo, Silvia y Enrique, presentado por su madre y su esposo de aquel entonces, el cantante mexicano Enrique Guzmán. En 1980, tuvo un papel relevante en la película La seducción. Su interpretación le valió una nominación, en 1982, a los Premios Ariel (algo así como los Oscar mexicanos) en la categoría de Mejor Coactuación Femenina.
Los proyectos se multiplicaban: trabajaba en la telenovela Mañana es primavera y, sobre los escenarios, actuaba en El tartufo de Molière. El 25 de octubre de 1982, salió de una fiesta a las seis de la mañana. No estaba de buen humor por algunas desavenencias que habían surgido en la celebración. Desafortunadamente, las malas condiciones de las vías por las que circulaba, y la velocidad que llevaba, causaron que se saliera de la carretera, no viera un precipicio y se cayera al vacío. No llevaba puesto el cinturón de seguridad y recibió un golpe tan fuerte en la cabeza, que le provocó un traumatismo craneoencefálico con funestas consecuencias: una muerte instantánea cuando apenas tenía diecinueve años.
Ante el dolor desgarrador de su madre, su media hermana, Sylvia Pasquel, reconoció el cuerpo de Viridiana. En sus memorias, “Esta soy yo”, Silvia Pinal realizó un conmovedor relato de las horas posteriores al mortal accidente: “No pude tocarla, solo miraba sus restos cubiertos tratando de entender lo que había pasado. No me permití abrazarla. Mi niña, la que era mi gran felicidad y compañera, la mejor estudiante, con un futuro prometedor. No, no la toqué, no pude. Permanecí con mi hija todo el tiempo, no podía llorar, tampoco tocarla”. Para evitar el revuelo mediático, ese mismo día la enterraron: “Cuando llegué a mi casa y no pude estar sola, me quité ese traje color calabaza —que nunca más volví a usar—, entreabrí la puerta de su cuarto, el aroma de su perfume todavía estaba ahí. Ni siquiera entonces pude llorar. Cerré su puerta. ‘Buenas noches, hija’, murmuré, pero la respuesta nunca llegó”.
LA HISTORIA SE REPITE
Un año después de la muerte de Viridiana Alatriste, la vida de todos los miembros de la familia Pinal estaba muy revuelta. Silvia Pinal comenzó una relación con el empresario Fernando Frade. Como si fuera una de las telenovelas que protagonizaba, Frade conquistó a Silvia Pinal, pero también a su hija, Sylvia Pasquel. Madre e hija se distanciaron por este sorprendente hecho. Como nos contó en su día Sylvia Pasquel: “Para mí, romper con mi familia fue muy doloroso”, reveló hace unos años en una sincera entrevista publicada en ¡HOLA! México. Su romance con Frade siguió, pero las cosas no les iban nada bien: “Un día, decidimos ir a consultar a un brujo para que nos diera una limpia y nos quitara las malas vibras”. Este viaje cambió su vida y, sobre todo, la de la bebé que había tenido en septiembre de 1985 y a quien había llamado, en homenaje a su hermana muerta hacía tres años, Viridiana. “Cuando nace mi hija mi compromiso por salir adelante es todavía mayor. La bebé viene a traer la felicidad a mi vida. ¡Yo la adoraba! Era una niña linda, simpática, risueña, bonita…”. Por la niña, Frade y ella decidieron contraer matrimonio, pero jamás llegaron a saborear la felicidad. Entre ellos todo eran problemas.
Fue después de aquel viaje, que Sylvia Pasquel se hundió: “Cuando regresamos a la casa nos encontramos con la noticia de que mi bebé se había caído a la alberca y se había ahogado […] Volvieron a mi vida los cuestionamientos: ¿Por qué pasa esto? ¿Es un castigo? ¿La vida me está golpeando? ¿Esto es el karma? Una vez más, regresa el enojo, la rabia… ¡y tantas cosas! Ahí viene la debacle”.
El nombre de Viridiana y el mes de octubre parecen malditos para la dinastía Pinal. Si la hija de la gran actriz del cine mexicano falleció el 25 de octubre de 1982, su sobrina perdía la vida a los dos años el 27 de octubre de 1987. Estos días, este dramático hecho ha vuelto a salir a la luz, porque una antigua amiga de Sylvia Pasquel, Violeta Preciado, y quien por aquel entonces era muy cercana a la familia, ha relatado cómo fue la muerte de Viridiana García-Frade Banquells. “Viri –contó en un video reproducido por el programa De primera mano– muere en su casa […] Esa casa tenía alberca. Un día se le dejó de dar mantenimiento y era un pozo de aguas negras”. Según siguió relatando Preciados, en un descuido de los adultos que estaban en la casa, la pequeña llegó hasta la piscina en busca de un patito que tenía, cayó y permaneció más de media hora antes de que la encontraran. Por mucho que se intentó, no pudieron reanimarla y la pequeña falleció.
Después del dolor tan profundo que sintió Sylvia Pasquel, y de ese sentimiento de culpa que la llevó a un pozo sin fondo, sintió que no estaba sola: la familia de la que se había alejado estaba dispuesta a tenderle una mano: “Empecé a tener un acercamiento con mi familia. Hablamos, dijimos, explicamos, entendimos, reconocimos, pedimos perdón… A partir de ahí, he ido reconstruyéndome. Aprendí a amarme a mí misma y a perdonarme. El que me haya equivocado no me hace una mala persona, haber tomado decisiones equivocadas no me hace un mal ser humano, ni una mala hija, ni una mala madre. Comprendo que no fui la mejor, pero tuve que lidiar con todo esto para llegar a entender lo hermoso que es vivir».
Apenas estaba remontando todo ese dolor, cuando en 1989 su hija Stephanie le comunicó que estaba embarazada. Su breve romance con el cantante Luis Miguel la convirtió en madre muy joven. A su hija le puso Michelle… pero esa es ya otra historia.