¿Qué decir de la baronesa Thyssen que no se haya dicho ya? Su tenacidad y seguridad en lo que quiere, y cómo lo quiere, hacen que consiga lo imposible y que siempre nos sorprenda con otra vuelta de tuerca para que su impresionante colección de arte se siga disfrutando en España. Como no podía ser de otra manera, Tita Cervera es nuestro personaje del año en el arte. Su Museo Thyssen, en Madrid, es un referente mundial para los amantes del arte y su proyecto museístico en Barcelona, una de las 'joyas de la Corona'. Curiosamente, la sede de este museo se ubicará en el antiguo Cine Comedia, al que la baronesa acudía de pequeña para ver las películas de… Lex Barker, quien, con los años, se convertiría en su primer marido. En las siguientes líneas, la baronesa Thyssen nos habla de arte y de amor, de belleza y tiempo, de sus hijos (Borja, Sabina y Carmen, sus herederos) y de sus sueños. Nos sigue sorprendiendo y dejando con la boca abierta, porque ella más que un personaje es… un personajazo. Genuina. De pura cepa. "Me hace mucha ilusión este reconocimiento. ¡HOLA! ha estado toda la vida conmigo. Existe desde que yo nací. Además, se fundó en Barcelona… y en Barcelona he firmado un gran pacto para mi nuevo museo".
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—¿Hasta dónde llega tu compromiso con el arte?
—A todo.
—¿Crees que se te valora y agradece lo que has hecho y haces por el arte?
—Si vas a hacer cosas para que te valoren o te digan… no. Yo hago las cosas porque soy feliz haciéndolas. Nunca me ha importado lo demás. El ego no sirve para nada en esta vida, solo para retrasarte. Hay que hacer las cosas porque tienes ganas de hacerlas, y hacerlas con ilusión.
—¿Cómo ser una buena mecenas?
—Hay que procurar entender al pintor y a la obra de arte e intentar que esa obra no se pierda. Los mecenas ayudan a que existan museos para albergar esas obras de arte, porque, sin museos, muchas se perderían.
—¿Crees que has contribuido a democratizar el arte en el sentido de hacerlo accesible a través de los museos?
—Tanto mi marido como yo estábamos de acuerdo en que las obras de arte tienen que ser para el mundo, no para uno solo.
—¿Heredaste tu pasión por el arte del barón?
—Mi padre pintaba. Ya iba a su estudio. Me gustaba el olor que desprendían los óleos. Mi madre me llevaba de pequeña a ver museos, porque le encantaba el arte, sobre todo, el español. Con Lex Barker, adquirimos obras de arte para nuestra vida privada, pero nunca pensé en ser coleccionista. Con Heini aprendí a hacerme coleccionista. Estoy muy agradecida, porque él me abrió un mundo maravilloso.
—Alguna vez has contado que Heini te miró, cuando te conoció, de una manera especial: como cuando contemplaba un cuadro.
—Me ofreció una copa en un cóctel y me miró de esa forma especial. Yo me volví, por si estaba mirando a alguien más que estuviera detrás, pero no: era a mí.
"No tengo nada que ocultar"
—Si escribieras tus memorias ¿cómo las comenzarías?
—Soy muy ordenada, porque así ganas tiempo y sabes dónde está todo. Así que, si escribiera unas memorias, me gustaría hacerlo cronológicamente, aunque luego vaya a las partes modernas. No me gusta mucho lo de ir hacia adelante y hacia atrás. Y hay que contar las verdades. De Heini decían: «Al barón no le importa que el secretario o el mayordomo le suba los papeles, por si los miran». Y era cierto. «No tengo nada que ocultar», explicaba él. Y yo tampoco tengo nada que ocultar.
—Imagino que en la vida te habrás encontrado gente que se ha acercado a ti por interés…
—A todos nos ha pasado, pero aprendes de cada error. He metido muchas veces la pata, pero bueno…
—Existen detectores de metales, de mentiras, pero no se han fabricado detectores de interesados.
—Eso se aprende a base de equivocaciones. A medida que cumples años, tienes que ganar en sabiduría. Siempre hay que aprender, porque nunca se sabe lo bastante.
—¿Cuál es el mejor regalo que se te puede hacer?
—¡Amor y cariño! Pero de cosas materiales… tengo una colección de Swarovski desde hace años. ¡Me da alegría ver esos maravillosos cristales! Me encanta todo lo que hacen, sobre todo los personajes. Tengo a Mickey, a Donald, a Daisy…
—¿Qué es lo primero que haces al levantarte?
—Rezar, acercarme a Dios. Es algo que también he inculcado a mis hijos.
—Si realizas un balance de tu vida, ¿hacia dónde se inclina la balanza?
—¡Hay etapas tan diferentes! A veces, veo mi vida como si fuese un libro o una película y me pregunto: «¿Cómo puede ser que este personaje haya hecho todo esto?». Y pienso: «¡Caramba, este personaje no ha parado!».
—Has vivido varias vidas…
—Así es, como los gatos… ¡Siete vidas!
—¿Dirías que, en general, has sido feliz?
—Sí, lo diría. En el fondo, he sido muy afortunada, aunque he sufrido al perder a mis seres queridos. Es lo más duro que me ha ocurrido en la vida.
—¿Estás en paz contigo misma? ¿Tienes todas tus cuentas saldadas?
—No tengo ninguna cuenta pendiente, porque he procurado no depender mucho de nadie.
—¿Qué sientes por tus hijos?
—Mucho orgullo. Doy gracias a Dios por haberme dado estos hijos.
—¿Crees que tus herederos están preparados para hacerse cargo de la colección en el futuro?
—Sí, creo que sí, Borja y las niñas.
"Por Velázquez"
—¿Por quién te hubiera gustado ser retratada?
—¡Por Velázquez, naturalmente! Pero estoy muy orgullosa de haber sido retratada por Ricardo Macarrón, que para mí ha sido el mejor retratista de España. Él pintó a la Reina de Inglaterra e hicieron sellos con su cuadro. También pintó a Grace Kelly. Tuve la gran suerte de que nos pintó a Heini, a mi hijo, a mi madre y a mí.
—¿Hay algún cuadro que te haya encantado de siempre, pero no has conseguido?
—Cuadros de Leonardo da Vinci, como 'La última cena'. Es para estarlo viendo todo el día, porque es espectacular. Cuando voy a Milán, siempre procuro verlo.
—¿Sigues incrementando tu colección?
—¡Sí, no lo puedo evitar! Es como una enfermedad. Pero las obras internacionales están imposibles.
—¿Por qué comenzaste a pintar?
—Porque quería saber qué pasaba tras un canvas vacío. Empecé en Jamaica, porque allí había más tranquilidad, e íbamos un mes cada año Heini y yo. Si leo un libro, a veces me distraigo pensando en otras cosas, pero cuando pinto me olvido de todo. De verdad, es un milagro y se lo recomiendo a todo el mundo. No sé si lo hago bien o mal y además no me importa nada. Tengo cuadros que son como un diario. Con un cuadro, sabes exactamente qué pensabas en el momento en el que lo pintaste. Es una especie de magia.